Bajo las mismas estrellas.

1.8K 36 0
                                    

¿Cuántas veces habíamos hecho esto?

Una brisa suave sopló, me estremecí por el frío. ¿Cuántas noches habíamos pasado juntos así?: Viendo las estrellas sobre nosotros, creando figuras con ellas, hablando de ellas… incontables… y ahora… esas noches… llegaron a su fin. Una última noche para ver el cielo, juntos… Solos él y yo.

-¿Tienes frío? –preguntó, levantándose del suelo y apoyando los codos en la hierba, al tiempo en que se giraba a verme.

-No. –Mentí. Cuando negué con la cabeza pude sentir la hierba aplacándose debajo de mi cabeza. –Estoy bien.

-Las mentiras no se te dan muy bien –dijo sonriendo y sentándose en la hierba. Empezó a quitarse la chaqueta. También me senté.

-No la necesito –le dije. Coloqué una mano en uno de sus brazos donde aún se encontraba la chaqueta.

-No, por supuesto que no –Cubrió mi cuerpo con la chaqueta. –Pero aun así… -La tomé con ambas manos y la apegué a mi cuerpo lo más que pude, tratando de capturar más su olor. Su muy conocido olor. –No se cual es tu necesidad de mentir.

-Las chicas tenemos cierto orgullo que mantener –me límite a responder. El soltó una baja y dulce risa. Lo observé: Su cabello castaño oscuro, un poco rizado;   sus ojos, marrones, sinceros y seguros; su sonrisa, única, calmada y divertida. Lo que tantas veces había observado y me había causado nervios, emoción y alegría… Ahora me daban ganas de llorar. Llorar hasta que me quedara sin lágrimas- ¿Cuánto tiempo?

-Dos años, probablemente –su expresión seguía siendo calmada y feliz aunque acompañada de lastima. Respiré profundo.

- No se si es mucho o poco tiempo –Mi voz se estaba alterando, algo que no iba a impedir.

- Es tiempo, preciosa. –Habló en tono compasivo- El tiempo siempre pasa, no importa si lo consideras mucho o poco –acarició mi mejilla izquierda con sus nudillos. Cerré los ojos, y puse mi mano encima de la de él. Una gota cálida cayó sobre nuestras manos – Oh. –Suspiró- No quería que lloraras.

- ¡¿Cómo querías que no lo hiciera, estúpido?! –sollocé.

- Solo quería verte sonreír. Lo que más amo es verte feliz. –Ya no podía hablar. Me abrazó fuerte. A pesar de toda la ropa que llevaba, fue en ese momento en que me sentí cálida. Levanté la cabeza en un movimiento automático. Entonces, me besó.  No fue pasión, no hubo nervios, no fue simple dulzura… Fue un beso para que nos grabáramos el uno al otro; olor, respiración; Iba a ser nuestro ultimo beso… en mucho tiempo –El corazón se me encogió- Mucho tiempo.

- Volveré – Sentí su aliento en mi cara. Escuche atentamente su voz, su muy conocida voz – Lo prometo.

xxxxxxx

¿Cuántas noches he pasado así?  Esperando, aguardando, añorando su llegada… ¿No eran dos años?  Dos… Sin embargo, ya casi serán cuatro y él no ha vuelto. Aún no ha cumplido su promesa… Idiota.

Me mantuve en contacto con él: Cartas, e-mail pero en estos últimos mese no ha habido respuesta. Nada. Estaba más que preocupada. ¿Habrá pasado algo?  ¿Problemas? ¿Había muerto? Después de todo él estaba solo allá. Ninguna pregunta me ayudaba y, mientras más me preguntaba, más se me oprimía el corazón. ¿Y si realmente no piensa volver? ¿Y si encontró algo mejor? ¿Y si encontró… a alguien mejor? Sentí una punzada. ¡No, Jamás! Él no podría… ¿o si? No, pero… ¿Qué otra cosa explicaría su ausencia? Yo…

-Otra vez –dije combinando frustración y tristeza mientras las lagrimas bajaban una detrás de otra. ¿Cuánto más él cree que podre resistir? Voy a explotar como una bomba o a quebrarme como una copa si sigo esperando.- No… No puedo más. – Cerré los ojos y su imagen, instantáneamente, vino a mí: Su sonrisa, su voz, sus ojos, su cabello, su personalidad… Él… - Idiota.

De pronto sentí una mano cubriéndome los ojos y unos labios posándose sobre los míos. Luego vino un suspiro de alivio y una ligera risa. Quedé paralizada.

-¿A quién andas llamando “Idiota”? Espero que no sea a mi – Su voz… ¡Era su voz! El salto de alegría que dio mi corazón hizo que todo mi cuerpo saltara con el. Sentía un mar de emociones… Al fin él… Mi cerebro envió señales para recordarme que estaba enojada, pero todo se interrumpió cuando me volvió a besar. No era pasión, no eran nervios, esta vez era extrema felicidad. Un beso dulce, sensato. Un beso para decirnos, sin palabras, lo mucho que nos habíamos extrañado. Cuando nos alejamos, una risa de pura alegría se apodero de nosotros. Mi risa y mis lágrimas se combinaron para hacer una mezcla opuesta. El quitó su mano de mis ojos y ambos nos sentamos en la hierba, bajo el cielo estrellado - ¿Me extrañaste?

-Idiota –mencioné reuniendo todas mis fuerzas para no saltarle encima, abrazarlos y besarlo por lo que me quedaba de vida. Sonrió de lado a lado. No había cambiado seguía siendo el mismo relajado.

-¿Qué no te alegras de verme? –Preguntó usando un falso tono de tristeza.

-Eso es relativo –Me crucé de brazos.  Lo miré directo a los ojos molesta – Eran dos años, van cuatro – él soltó una risa desvergonzada.

-Si… -Se sacudió el cabello con se mano derecha-  Me retrasé un poquito ¡Pero ya estoy aquí! –Extendió los brazos hacia mí, le impedí el paso poniendo mi mano en el medio.

-¿E-mails y cartas sin respuestas? –Inicié con el interrogatorio.

-Los últimos meses estuve muy ocupado con los planes para mi regreso y tenía miedo, de que por mi emoción, te escribiera algo que te diera una pista.  Asi que preferí no contestar y hacerlo una súper sorpresa. –Alcé una ceja- ¡Es en serio! -río- Ahora… ¡Abraso! –Volvió a extender los brazos y repetí la acción anterior -¿Qué?

- ¿De verdad crees que te voy a dejar ser tan cariñoso después de todo lo que me has hecho pasar? ¡Ah no! Te equivocaste de chica – se río- ¡No es para que te rías, estúpido!

-¡Ya veo que no has cambiado en nada! –Me miro con una sonrisa pícara y tentadora- Te extrañé.

-Si, aja- Me coloqué en posición defensiva.

-Es en serio – repitió- No tienes ni idea de cuantas noche me desvelé pensado  ti.

-Que poético –dije por lo bajo y lo miré de reojo.

-Pensando en la hermosa chica que tuve que dejar y que necesitaba más que a nadie. –el tono que uso me aseguró que no estaba jugando.

-Duraste mucho tiempo –Le objeté. Asintió. 

-Lo se. Échame toda la culpa, pero lo digo de verdad, te extrañé. Además ¿No te lo dije? Lo consideres mucho o poco, el tiempo siempre pasa –Sonrió y suspiré.

-No tienes remedio. Eres un idiota ayer, hoy y siempre.

-No sueltas la soga ni un instante –volvió a dirigirme esa misma mirada pícara y tentadora, esta vez bien decidida. –Al menos déjame abrasarte.

- ¡Sueña! No voy a dejarte acercarte a mí. –Le dije viendo aquellos ojos juguetones. Cerró los ojos formando una sonrisa al tiempo. Sentado en la hierba, se acomodó y separo un poco sus piernas.

-Bien –dijo y levantó la mirada y la planto justo en la mía –Entonces… ven tú a mí. –sonrió con malicia. Me eche a reír.

-No piensas perder ¿Verdad?  -dije acercándome sonriendo. Me coloqué de rodillas delante de él y coloqué mis manos alrededor de su cuello. Lo bese suavemente. Él puso una mano en mi cadera y la otra en mi brazo izquierdo, me haló hacia él y sonrió.

-No. No planeo perder. –respondió. Impulsó mis labios hacia los de él. Un beso fuerte y decidido. A sabiendas de que había ganado.

Esa noche recordamos nuestras viejas historias mientras planeábamos las nuevas. Reímos, nos besamos y nos abrazamos por todo el tiempo perdido. Y nos preguntamos cuántas veces habíamos estado en ese mismo lugar, bajo esas mismas estrellas y cuantas veces más lo seguiríamos haciendo. No lo sabíamos. Pero si sabemos que estaríamos allí, juntos. El y yo.

Bajo las mismas estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora