GRIS

13 0 0
                                    

Siento al cuerpo frío dentro de aquel ataúd. Su piel en un estado de descomposición frenado por los químicos inyectados hace unas horas. La sangre completamente drenada, órganos aplastados y revueltos dentro de una bolsa negra de plástico. Justo al interior del cuerpo, en el abdomen. Me imagino la aguja utilizada atravesando el tejido, llevando consigo una fina línea de hilo negro creando un zigzag entre dos paredes. Aprietan fuerte y repiten la acción, cerrando por completo el corte transversal del cadaver. 

No recuerdo la última vez que estuve en un funeral, han sido tantos que mi cabeza juega con los pocos recuerdos que me quedan. 
Me imagino a mi madre dentro de esa caja, mi propio cerebro dice que es mi abuelo, al final termina siendo mi padre.

-  ¿Sam?

No, no es ningún familiar. Gracias al cielo no lo es.

-  ¿Samantha?

La campana suena.

-  ¿Si?

Me es difícil alejar la mirada de aquella fina caja de madera pulida. Necesitaré lentes después de esto. Tres figuras se alzan frente a mi o eso es lo que parece. Desde la gran nitidez que cubre mis ojos, logró identificar a mis tíos. Es difícil evitar notar el traje completamente blanco que porta Alex. La fina y larga barba de mi tío llama por completo la atención. Aquellos lentes de botella pasados de moda. Si los juntan serían un completo John Lennon sin estilo, fuera de contexto.

- Sam, este es el padre Michael.

Su cabello es completamente gris, no tiene barba y porta lo que parece ser una túnica a juego con su cabello. Una cruz gigante de color morado está expuesta por todo su pecho. No se si pensar en Dios o en una banda de rock.

- Hola Sam, tus tíos me han hablando mucho sobre ti. Me gustaría conocerte, se que te encanta el arte.

A mi cabeza solo entra un "hola" y "arte". Su acento es extraño, sinceramente no se en que parte del mundo estamos, no tengo idea en que idioma habla pero le entiendo. Esperan una respuesta.

-  Hola.

Extiendo mi mano y el la toma entre las suyas, aprieta fuerte. Me observa más de lo normal, me brinda una sonrisa tan cálida que podría quemar sus mejillas. No soy capaz de devolver tal gesto, se bien lo que trata de hacer.

- ¿Te parece si damos un recorrido Sam?

No suelta mi mano, se aferra a ella. Trata de impulsarme con un ligero tirón pero mi trasero se pega a la banca. Clavó mis ojos en su mirada y aparento tener súper poderes para leer su mente. No hace falta, se bien lo que hago aquí, lo que esperan de mi. Ambas personas a los lados del padre se inquietan ante mi gesto, recibo torpemente sus miradas de reproche. Retiró bruscamente mi mano de aquella cueva llena de esperanzas, esto no es para nada agradable.

- ¿Sam?

Aquí vamos.

- ¡Ya basta!

Ojos tristes, ojos cubiertos en lagrimas.

- Se lo que tratan de hacer. No necesito de su ayuda, no necesito su maldita ayuda.

Mando todo al demonio. Un gesto apropiado considerando que un padre está en presencia.

- Estoy cansada de esto. Estoy cansada de tratar con personas que creen poder con gente loca pero la verdad es que ellos están más locos que yo y me enferma...

- ¡Por todos los cielos Samantha!

El grito de mi tía es ensordecedor. Mis cuerdas bucales duelen de tan solo pensar la fuerza del sonido. Tres pares de ojos me juzgan, uno envuelto en lágrimas.

- Entiende que solo queremos ayudarte, demonios solo ayúdate a ti mi misma.

Quiero partirla en dos con la mirada, pero se que no puedo. A mis dieciséis años no tengo madre ni padre y ella es lo más cercano y la única a la que podría llamar mamá.

- Te nublas a ti misma. Desde que llegamos no dejas de ver aquel ataúd viejo y puedo imaginar lo que tu mente está jugando ahora mismo. 

Han pasado dos años desde la última perdida, y me sigo sintiendo en aquella sala blanca repleta de muebles grises y personas falsas. Me sigo sintiendo tan vacía como antes.

- Yo no...

- Siempre haces lo mismo. Te encierras en tu maldito mundo hundiendo tú pobre alma en un vacío...  esto no es un funeral Samantha. Tu padre no está ahí, tú madre...

- ¡Alex!

Jamás pierdo la cuenta de tantas ciudades que hemos visitado, solo para ver en qué manicomio meten a la loca sentada frente a ellos. Van veintisiete ciudades y siete países. Veintiocho con esta, pero ninguna había dolido tanto.

- Nadie ha muerto, nadie te ha abandonado.

Se avecina una tormenta.

- No se que esperan de mi.

- ¡Por Dios Sam! Nosotros estamos aquí, seguimos vivos, te amamos. Deja de mirar atrás y trata de vivir.

Esto es un mar de lagrimas. Su maquillaje se ha corrido, luce más sincera que otras ocasiones.

- Seguimos aquí...

- Samy.

La voz se escucha tan lejana y fría. Ojos atentos pero mi atención se desvía a la caja vieja de madera. Es una caja antigua, ni siquiera está pulida. Es una caja abierta.

Esto no puede estar pasando, no de nuevo.

Uñas sucias y piel desgastada. Conozco perfectamente esas manos o lo que quedan de ellas. Se aferran a los bordes del ataúd, las uñas rascan la superficie. No quiero mirar, no quiero observar a aquella persona. El miedo me corroe, comienzo a sentirme como una niña de cuatro años aterrada por el monstruo bajo su cama. Esto es mucho peor.

- Samy.

Mi cuerpo comienza a temblar, estoy dando la viva imagen de una enferma poseída.
Podría escuchar a aquel padre. No importa si habla de la biblia.
Carcome mi cerebro con aquellos ojos color bronce que se han tornado acuosos y marchitos. Ya no quiero este tormento, las lágrimas caen de mis ojos sin control.

- Samy.

Prometo a mi misma que será la última vez que haga esto. Ella me quiere a su lado, lo obtendrá a cualquier precio, de eso estoy segura.
No cabe la menor duda.

Levantó la mirada, observó al cuerpo descompuesto que alguna vez fue mi madre. El tejido es gris, negro en algunas partes. Café y verde cubren la mayor parte. El ojo izquierdo ha sido tragado por los insectos, parte de su mandíbula y dientes sobresalen mostrando al hueso expuesto. Su cabello viscoso lleno de suciedad y fluidos corporales pútridos. El vestido blanco con el que fue enterrada se ha echado a perder, ya no es blanco por supuesto y la tela ha sido carcomida por polillas. Tiempo bajo una tumba.

- Oh Samy.

Imagino que el olor debe ser más intenso en cercanía. Desde aquí es insoportable. Nadie más parece notarla. Mitad de su cuerpo sale de aquel pedazo de madera tan muerto como su alma. Una decoración para Halloween que causaría varios paros cardiacos. Me sonríe con lo que parece un sadico gesto, siento que el diablo me está abriendo las puertas al infierno.

- Pronto estarás tan enterrada como yo.

Intenta levantarse, intenta acercarse.

Grito pero no me escuchan.

Nadie se encuentra a mi alrededor, todo desaparece y no tengo a quien aferrarme.

CAMINA.

SE ARRASTRA.

Veo mi propia muerte.

YO MUERO...

FLORES AMARILLAS                                                  -Shawn Mendes-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora