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»COLORS ( PETER P. )

( SOULMATE!AU )

Piensa en todos los colores que existen y que alguna vez hayas visto. ¿Los tienes en la mente? ¿Tu color favorito? ¿El color de ojos de la persona que te gusta? ¿Azul, verde, marrón, negro, amarillo, rosa? ¿Cualquier color?

Ahora piensa en esto, tú nunca le has tomado mucha importancia a los colores, porque es algo que siempre ha estado ahí y no parece inusual, pero estás acostumbrado a ellos así que no te pones a pensar ¿y qué si este color esto?

Imagina que los colores desaparecen, que nunca puedes volver a ver el cielo azul, tu suéter favorito rosa, o verde, o amarillo, la tierra, los árboles, la vegetación, o el glaseado favorito de tu torta. Imagina que todo lo que puedes ver es blanco y negro. De repente parece que alguien drenó todos los colores del mundo y te quedas en un vacío, un desesperante vacío si estás acostumbrado a ellos. Pero no te preocupes, no es tan desesperante, casi nadie puede ver colores a partir de los cuatro años. Es como un pequeño regalo que te otorgan y luego te quitan 'Podrás volver a ver el cielo una vez que conozcas a tu alma gemela', vaya mierda, ¿no? Para algunos quizás no lo sea.

Una vez que llegabas a la edad 'predeterminada' los colores se esfumaban y pasaban a formar parte de tus recuerdos. Algunas afortunadas personas ya eran capaces de ver nuevamente aquellos cálidos trazos en el paisaje gracias a su encuentro con sus almas gemelas, otros, como yo, aún no podían hacerlo.

No es que me entusiasmara la idea de conocer a mi alma gemela, me parecía absurdo, y la espera para poder volver a ver mis colores favoritos me habían llevado a tenerle rencor a aquella persona que estuviese destinada a estar conmigo (pobre). Ya habían pasado doce años desde que había perdido aquella capacidad visual, quizás fuese un sentimiento feo pero sentía envidia por aquellas personas afortunadas que podían volver a ver el mundo a color, y por sus almas gemelas por aparecer tan pronto y no tomarse tantos años como mi querida compañera.

—¡Ya puedo ver!—una voz enormemente feliz y entusiasmada me atrapó sacándome de golpe de mi entusiasmo por la lectura—. Puedo verlo, amiga, el cielo azul; las flores amarillas; el suelo verde; los colores de los edificios. ¡Es hermoso!

Aquellas habían sido las palabras que me había dicho hace un año la última de mis amigas que no podía ver los colores. No tenía un grupo enorme de amigas, pero cada una de ellas ya había sido tan afortunada como para encontrar a su alma gemela.

—¿Y tú, ya puedes ver el color que tanto quieres?—me preguntaban cada tanto con una pizca de burla en su voz.

Una vez traté de mentir, traté de decir que había encontrado a mi alma gemela y que podía ver los colores de nuevo, pero me descubrieron cuando me preguntaron de qué color era aquel vestido de diseño tan hermoso. Dije violeta, por intuición, qué idiota, ni siquiera recordaba cómo lucían los colores. Se rieron y me dijeron que era dorado.

—¡Quizás mi alma gemela está del otro lado del continente y yo aquí!—me quejaba en las noches con mi cara inundada en la almohada que ahogaba mi voz irritada.

Mi madre sonreía pacífica y su cabello que llegaba a sus hombros colgaba sobre su cara amable, aún recordaba que era oscuro, como el mío: aunque en esa cantidad de años quizá hubiese cambiado, quizá no.

—A veces no es tan rápido como deseamos cariño, pero sé que encontrarás a tu alma gemela y podrás decirme de qué color es la ropa que llevo—su sonrisa parecía tratar de contenerme, pero tenía trazos algo tristes.

Como había dicho, la capacidad de ver colores se pierde a los cuatro años aproximadamente y se recupera sólo una vez que te encuentras con tu alma gemela. Había un pequeño detalle, el cual era que podías ver los colores de las cosas que tu alma gemela hubiese tocado en una corta cantidad de tiempo; si tu alma gemela había tocado una chaqueta no mucho rato antes de que tu la vieras, podrías ver su color, pero eran como pequeñas huellas en un gran campo.