EL PRISIONERO

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La música sonaba suave y lejana, pero era lo único que Jongdae podía escuchar; una molesta canción. Se atrevió a abrir los ojos a pesar de lo mareado que se sentía. Sus ojos tardaron en enfocar el techo del lugar tenuemente iluminado por lámparas de luz púrpura ubicadas por aquí y por allá en la habitación.

Se preguntó en dónde se encontraba y cómo diablos había llegado hasta ahí. Quiso levantarse y entonces se percató de que sus manos y tobillos estaban atados a los extremos de la cama en donde se encontraba. Apenas podía mover su cuerpo, pero logró alzar su cabeza, solo lo suficiente para confirmar que estaba desnudo.

Demonios. ¿En dónde estaba? ¿Quién lo había atado?

Giró su rostro hacia un costado y vio una mesita de noche en donde había una navaja, un celular, una billetera y un reloj. Había visto antes ese reloj, pero no podía recordar exactamente en dónde. También había un par de jeringas. Incluso en su estado comprendió que lo habían drogado, aunque probablemente no había sido una cantidad excesiva ya que medio podía pensar, lo que si estaba acabado era su cuerpo, sentía que pesaba toneladas.

Alguien emergió del rincón y de no ser por la languidez en su cuerpo, Jongdae hubiera dado un respingo.

Ese alguien era un hombre de complexión atlética que no llevaba prenda alguna en la parte superior de su cuerpo, solo un ajustado pantalón de tela sintética que se ajustaba muy bien a sus delgadas piernas. Caminaba hacia él con un andar extraño, lo que posiblemente explicaba porque habían dos jeringas y no solo una. Se le hacía conocido, pero no era fácil para su atontado cerebro descubrir quién se ocultaba debajo del grotesco disfraz. El maquillaje blanco, el delineador oscuro, el labial rojo y los rombos brillantes en sus mejillas no le daban una idea clara. Mucho menos el antifaz lleno de plumas. 

—Hola, Jongdae. ¿Cómo te sientes? —preguntó una voz suave con amabilidad.

Jongdae buscó su mirada, pero el extraño no lo miraba al rostro; esos grandes y brillantes ojos estaban clavados en su pelvis.

Jongdae intentó hacer algo, quiso hablar, gritar, maldecir y golpear al lunático que ahora estaba acariciándole las piernas con una enorme pluma azul.

—Siempre quise verte así —el hombre comentó y exhaló pesadamente. Dejó la pluma a un lado y acarició el pene de Jongdae con un dedo. —Me gusta verte así —agregó, mirando por fin el rostro de su prisionero. —Eres tan sexy —canturreó.

Jongdae estaba aturdido, especialmente su cabeza, pero sentía su cuerpo vibrar cada que el sujeto le rozaba la piel. Era desagradable y excitante en partes iguales.

El tipo extraño se inclinó sobre la cama a la altura de los pies del hombre atado y gateó sobre él, acariciándolo a su paso. 

Cuando estuvieron a la misma altura sus ojos se encontraron y entonces algo en el cerebro de Jongdae hizo clic.

—Min... Seok... —logró decir, arrastrando las palabras. Su lengua pesaba demasiado para poder decir algo más.

Mirándolo de cerca era imposible no reconocerlo, sus pequeños pero carnosos labios, sus mejillas redondas y especialmente esos ojos felinos cargados de khol que para Jongdae ahora resultaba imposible no mirar.

Minseok sonrió, contento de que Jongdae supiera con quien estaba, y puso su dedo índice sobre aquellos labios que tanto anhelaba probar. No vio motivos para retrasar más aquello que ansiaba; inclinó su rostro hacia Jongdae y besó sus labios lenta y apasionadamente, llenándolo de labial rojo.

BITCH [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora