El hecho más memorable dentro del Imperio Humano era el nacimiento de la diosa de la vida, Stacia-sama. Se decía que la diosa, al ver el mal que azotaba a la humanidad y la amenaza que significaban los siervos del imperio de la oscuridad, ella había tomado la valiente acción de "nacer" entre los humanos. Para tal divina obra, una sacerdotisa virgen ─ de entre todas las que sirven a la inmaculada diosa ─ sería escogida, con el fin de albergar su divina existencia en su vientre.
Mientras la diosa estuviera dentro del vientre de su sacerdotisa predilecta, esta estaría expuesta a cualquier cosa que quisiese hacerle daño, puesto que sus poderes divinos no empezarían a manifestarse hasta el nacimiento. Con esta premisa en la mente de los humanos, la sacerdotisa que terminaba con la diosa dentro de su vientre, era extremadamente protegida en el epicentro del imperio, en la Iglesia Axiom; la sacerdotisa tenía que ser venerada, protegida y amada por todos los habitantes del Imperio Humano. De esa forma fue como cada encarnación de la diosa se mantuvo custodiada, al servicio de la iglesia principal, que era un ente unido al gobierno y de gran influencia.
La vida terrenal de la diosa solía ser corta, jamás pasaba los tres decenios, puesto que su poder divino era demasiado para un cuerpo humano. Aun así, ella se reencarnaba a si misma cinco años inmediatamente después de su muerte, pero el último nacimiento de la diosa había sucedido en el año 250 del calendario humano, provino de una chica de nombre Quinella, que era una mujer esbelta y hermosa, de cabello largo color plateado, sus ojos, también de color plata, carecían de pupilas y parecían reflejar toda la luz como un espejo. De ese momento habían pasado casi 50 años, sin un nuevo nacimiento por parte de la diosa y las personas comenzaban a desesperarse al verse desprovistos de su divina protección.
Desde el momento de la muerte de la diosa hasta el año actual ─ el año 300 del calendario humano ─ la gobernante del imperio humano había sido la sacerdotisa principal, a quien todo el mundo veneraba por su belleza y porte, la sacerdotisa quien fue la última en dar a luz a la diosa, Quinella. Ella, para calmar al pueblo humano; había aumentado considerablemente el número de caballeros de la integridad, hasta casi volverlo un ejército, también había aumentado la cantidad de personas que eran admitidas en las escuelas de caballeros de los cuatro imperios. Otra de las medidas que había tomado la gobernante del imperio humano era la creación de políticas estrictas en los poblados que colindaban con el territorio oscuro, mandando caballeros de la integridad a los lugares más apartados, que tenían el poder de ser tan sangrientos como quisieran si alguien se atrevía a romper sus estrictas normas. Siendo la sagrada sacerdotisa madre de la diosa, nadie la cuestiono cuando Quinella juró que fueron ordenes que la mismísima diosa le dio antes de morir.
Así había continuado por 20 años; 20 años de represión al pueblo humano, excusándose a sí misma diciendo que eran órdenes directas de la diosa, dirigiendo al pueblo y a los caballeros de la integridad con mano de hierro.
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─ ¡Haaa!
El joven, que entrenaba completamente solo a mitad del bosque, blandió la espada de madera en sus manos desde arriba de su cabeza hasta el suelo con un breve grito. Se escuchó el sonido de un fuerte impacto; producido por su espada al chocar con el tronco de un árbol frente a él, que se estremeció de pies a cabeza después de haber sido golpeado por su parte derecha. El joven, sintiendo la agradable respuesta en sus manos, dio un paso atrás y blandió la espada nuevamente, pero esta vez desde el lado opuesto. Seguidamente, el derecho y luego el izquierdo otra vez.
Para el joven todo a su alrededor había dejado de tener importancia; en su mundo solo existían la espada, su cuerpo y el tronco del árbol al que golpeaba repetidamente.
Su práctica usual consistía en dar cuatrocientos golpes similares de izquierda a derecha, siguiendo la misma trayectoria de arriba hacia abajo, al tronco frente a él. Cuando terminara, comenzaría a correr hasta darle dos vueltas completas al bosque norte del pueblo, que era el segundo más grande, y a la vez, el menos visitado por las personas del pueblo. Después de su trote habitual, iría hacia otro árbol que se encontraba a su espalda y comenzaría a darle golpes con su espada de abajo hacia arriba, contrario a lo que hacía en ese momento, también lo haría unas cuatrocientas veces para después comenzar a correr de nueva cuenta el borde del bosque, esa era la base de su entrenamiento matutino; antes de poder darse un descanso para almorzar.
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La apología de la diosa
RandomElla llegó a su vida cuando estaba entre las mas profundas tinieblas. Ella le dio una razón para vivir cuando no tenia ninguna. El muchacho azabache se sintió embelesado por esa pequeña, cada acción de ella parecía invitarlo a adorarla. Jamás había...