Capitulo 2 (parte ll)

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Podía escuchar los fuertes relámpagos al igual que escuchaba mi corazón romperse, la luz de aquellos rayos se filtraban por las ventanas alumbrando la oscura habitación, mi cuerpo estaba tendido en medio de esta sintiendo el frio y la oscuridad atormentándome.

¿Por qué la había dejado ir? ¿Por qué dije todas estas estupideces? ¿Por qué la herí?

Claro, porque soy un completo idiota pero no sabía que hacer después de que ella me dijera esta sorpresiva y no tan agradable sorpresa, al menos para mí no fue grata ¿Cómo íbamos a tener una criatura? Si apenas podemos cuidarnos nosotros mismos, ahora imagínense tener a un pequeño ser humano que chille por cualquier cosa y no saberlo callar, cambiarle los pañales y comprar más, preparar papilla, biberón, simplemente no me puedo imaginar haciendo todo eso y aparte los bebés son demasiado caros.

¿Había hecho bien al alejarla de mí? Pensar que ya no volveré a ver aquella contagiosa y tierna sonrisa que me daba cuando estaba en los peores momentos o cuando tenía una crisis de estrés, aquella risa que me llenaba el corazón de alegría al escucharla gracias a las estupideces que hacia apropósitos para verla feliz, aquellos ojos verdes grisáceos en los cuales podía ver luz atreves de ellos, su estatura que la hacía ver como un lindo conejo y todas las aventuras que pasamos juntos, los viajes, nuestras caídas, nuestros triunfos, todo lo habíamos dejo ir por el resumidero.

— ¡AH! —grite tocándome el pecho y al mismo tiempo que grite otro relámpago se escuchó iluminando la habitación viendo mi sombra reflejada en el suelo.

Me dolía el pecho como el mismísimo infierno, yo supongo que así ardía en la tierra infernal, toque mi cabello jalándolo, casi queriéndome dejar pelón en un arrebato de ansiedad y desesperación.

¿Qué había hecho? ¡¿Qué había hecho?! Había perdido toda mi felicidad en un chasquido de dedos, el castillo que habíamos construido juntos se había desmoronado la mitad, quedándome solo junto a lo único que aún me quedaba, la música.

Me levante del suelo con mucho trabajo ya que mi cuerpo pesaba más que otras veces, tal era mi alma queriéndome dejarme para irse detrás de ella. Camine arrastrando los pies hasta la que fue nuestra habitación, me quedo parado en la entrada mirando el lugar que estaba en pleno desorden, cajones abiertos con ropa a punto de caerse, ropa en el suelo, el armario abierto el cual estaba medio vacío.

Camine con pesadez, en el camino tome una mascada del suelo, me deje caer en la cama, acerque mis piernas a mi pecho haciéndome bolita como si tuviera frio, acerque el pedazo de tela a mi nariz y aspire su aroma, aquel delicioso aroma dulce que solo a ella le quedaba tan bien sin empalagar tanto.

Di un suspiro, mis parpados se empezaba a sentir pesados, mis ojos ardían por las lágrimas que salían de ellos sin control alguno, poco a poco se fueron cerrando dejándome caer por el cansancio entrando a un tranquilizante sueño, estaban tan profundo que ya ni siquiera escuche la fuerte lluvia que pareciera que destruiría la ciudad.

Solo era yo y mi sueño donde aún estaba ella, mostrándome esa sonrisa para tranquilizarme y así lo hizo, aunque fuera en una imaginación mía me sentí más tranquilo.

No sabía si solo habían pasado un par de minutos o algunas horas, pero de lo que si estaba seguro es que alguien estaba tocando mi cabello con delicadeza, presione mis ojos y moví ligeramente mi cabeza para sea lo que fuera me dejara seguir durmiendo, una leve risilla se escuchó para después sentir unos suaves dedos pasar desde el costado de mi frente hasta mi mentón dándome una sensación de cosquillas. Abrí mis ojos pero los tuve que entre cerrar ya que la luz de sol por la mañana se filtraba en la ventana que daba directo a mi cara, talle mis ojos con mi mano hecha puño para quitarme las lagañas, al abrirlos pude notar una figura alado de mi la cual me estaba mirando, parpadee un par de veces para que mis ojos se acoplaran.

¿Te arrepientes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora