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28 de Junio del 2017

Lea estaba enferma, y en el instante en que sonó el timbre podría haber dicho que era le medicx, así que fue una sorpresa encontrarte ahí. Sonreíste, como siempre; admito que me gustaría verte todo el tiempo sonriendo, te sienta bien. Ella estaba durmiendo y preferiste quedarte abajo conmigo, mirando la peli que minutos antes ya había empezado. Nos empezamos a burlar de los personajes, nos reíamos de cada comentario estúpido que salía de nuestras bocas. No solo tenés una sonrisa majestuosa sino que tu risa es el sonido más dulce podría haber oído jamás. Imaginate tener semejante belleza en frente tuyo por al menos una hora, es el paraíso al que después de muerto no voy a ir. Después de que me duela el estómago en una de esas risas, dejé caer mi cabeza en tu hombro, cansado. Hasta se podía escuchar tu respiración, que fue normal por unos segundos, después cambió de ritmo, se hizo más lenta, a veces hasta se entrecortaba. Podía oler tu perfume y sentir tus latidos. 

Se escuchó la madera crujir y casi por instinto, levanté mi cabeza de tu hombro, lo cual fue bastante triste a decir verdad. Apareció ella, con una remera larga, pantalones y el cabello recogido. Te sentaste  más derecho, te alejaste un poco de mí, no sabría decirte porqué. Ella se sentó al lado tuyo, quedando vos en medio, interrumpiendo las risas.

Las Cartas que Nunca RecibisteWhere stories live. Discover now