Capítulo 2.

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Capítulo 2.

De un portazo cerré la puerta de la habitación. La cabeza me iba a reventar. No solo había tenido que aguantar a una diseñadora de pacotilla burlarse de mí, sino que encima, por si fuera poco, tuve que soportar una de las largas reprimendas de Brandon, sobre mi “lamentable” comportamiento. Parecía haber olvidado quien era el productor. ¡YO!

Y vale, quizás no había sido muy amable con la diseñadora, pero no se podía confiar el estilismo de una gran producción a alguien que vestía de aquella manera. Pero si parecía que la había vestido un invidente.

Abrí la nevera y saqué la botella de Whisky, me puse una copa y me deshice de la chaqueta, tirándola sobre la cama. Cogí el móvil, me acomodé en uno de lo sillones, poniendo los pies sobre la mesa de té y busqué en la agenda de mi teléfono, hasta dar con el nombre adecuado. Me bebí de un trago el líquido ámbar, mientras esperaba a que contestaran a mi llamada.

–Matt– Ronroneó Karina al otro lado de la línea.

–Hola preciosa. ¿Te parece si cenemos esta noche en un italiano y el postre lo tomamos en mi habitación?

–Por supuesto– Aunque no la veía, sabía que estaba dando saltitos.

–Paso por ti en una hora. Ponte algo sexy– Y colgué.

Me recosté en el sofá, observando el techo, buscando la manera en la que Brandon no firmara con aquella mujer de zapatillas verdes. Por un momento, cuando la vi de aquella forma, creí que era una broma. ¿En serio era diseñadora?

Decidí ducharme para aliviar las tensiones del día. Conecté el Iphone a los altavoces y Led Zeppelin inundó el baño con Whole Lotta love. La música siempre resultaba un gran aliado para olvidar, te concentrabas en la letra y dejabas de pensar en todo lo demás. Y cuanto más alta sonora, mejor.

Rebusqué entre mi ropa, bien ordenada en el vestidor, hasta encontrar el traje gris perla y camisa blanca. No me molesté en ponerme corbata, al fin y al cabo, la ropa pronto desaparecería.

Estaba abotonándome la camisa, cuando el móvil comenzó a vibrar sobre la mesa, avisándome de un nuevo mensaje. No reconocía el número.

"Señor Bennett, para estar  tan bueno es usted un capullo."

Releí las palabras pasmado. Pensé quien podría ser la remitente, por que tenía algo claro, era una mujer. Lo más que me sorprendía de aquel mensaje, no era el mensaje en si, sino que estuviera escrito en español. Hacía mucho tiempo que no pasaba por las tierras del buen vino y las sevillanas, y por ende, hacía tiempo que no me acostaba con una española. La última era Karina, y dado que hacía menos de una hora estaba dando brincos por “cenar” conmigo, dudaba que fuera ella.

De repente tuve un ligero presentimiento, y decidí comprobarlo. Me senté en el borde de la inmaculada cama, cogí el teléfono de la habitación y marqué el número desde donde habían sido enviadas tan “amables” palabras.

–¿Diga? – Contestó una voz femenina bastante alegre.

 Había acertado.

–Señorita Rivas, ha sido un acto muy maduro por su parte enviarme semejante mensaje– Dije recalcando la ironía.

Al otro lado se oyó un pequeño grito. No se esperaba la llamada, eso estaba claro. Me colgó. Miré el aparato atónito ¿Me había colgado? Volví a llamar. Al quinto intento pensé en desistir, ya que me seguía ignorando. No obstante, el imaginarla avergonzada me resultaba… placentero.

–Quiere dejar de llamarme– Me espetó, respondiendo al fin.

Contuve una carcajada al notar que estaba furiosa.

¡Contigo no!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora