10. Pero quiero estar en tus brazos

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Ella no.

Ella no.

Barry maldice por lo bajo. No era así como había planeado su reencuentro. En ninguno de sus planes para ver y hablar con la castaña contempló que fuera una situación de vida o muerte.

El meta humano corre a super velocidad hacia su esposa, tomándola en sus brazos e impidiendo por segundos que fuese atravesada por uno de los rayos de The Rival.

April, por supuesto, se voltea justo a tiempo para echar lo poco que tenía en el estómago. Nada acostumbrada a ser sacudida a tal velocidad. Confundida, se da la vuelta buscando a quien cree su salvador; Kid Flash.

Solo que no es ese velocista.

Barry está enfundado en el traje rojo que ella en alguna ocasión prometió destruir, pero aun así April es capaz de reconocerlo. Aquellos ojos verdes son imposibles de no identificar.

Aunque esta vez no han pasado mucho tiempo lejos el uno del otro, ambos lo sienten como una eternidad.

En shock, la castaña trastabilla hasta llegar a él y le aprisiona contra su menudo cuerpo.

—¿Estás bien? —Barry la escanea de arriba abajo, en busca de alguna herida. A simple vista la castaña parece en perfecto estado, obviando su mareo.

—Sí, y-yo estoy bien. Barry...

—¿En qué diablos estabas pensando? ¿Qué haces aquí? —El tono alto e histérico del velocista escarlata saca del shock a April.

—¿Yo? Disculpa, ¿y tú? —Contraataca ella.

—Te lo dije, tengo experiencia. ¡Soy Flash! Se cuidarme, en cambio tu no p-

—¡¿Yo no qué?! ¡Soy una mujer adulta! —Le interrumpe ella, visiblemente enojada.

Barry exhala, tratando de relajarse. Sabe que discutir con la castaña no le ayudará.

—Escucha, tengo que volver allá April. Pero tenemos que hablar, ¿de acuerdo?

—¿Volverás a huir? —April se aleja de él, observando sin interés la azotea de su casa, que es a donde Barry la llevó a súper velocidad.

Barry le dedicó una sonrisa triste. Sabe que se merece la actitud fría de April, pero eso no lo hace menos doloroso.

—No —musita. He tomado una decisión; quiere añadir, pero no lo hace.

Sí, Barry había tomado una decisión, él se quedaría a lado de su familia, de April.

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Ella no.

Ella no.

Cualquiera menos ella.

98 llamadas después, 20 mensajes en el buzón de voz y 40 mensajes de texto, Barry da grandes zancadas hasta llegar al área de maternidad del Hospital de Central City, su mirada recorre de prisa por los pasillos en busca de cierta castaña de ojos verdes. Ha ido a su casa, a casa de sus padres, ha llamado al primo más cercano a su esposa; Mike Matthews, incluso ha llamado a Hal Jordan en busca de April, pero la castaña no ha aparecido por ningún lado y el dolor en su pecho no ha hecho nada más que incrementarse.

¿Dónde estás April?

El velocista, cuidando de que no lo capten las cámaras, rodea cada rincón del edificio inútilmente, pues April no se encuentra ahí.

¿Cómo decía aquel dicho? ¿Si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes? Barry comienza a tomar en serio aquella frase que muchas veces Cisco le recita. Y es que a Barry Allen jamás le salen las cosas como las planea. Cuando por fin es capaz de tomar una decisión la causa principal por la que se queda desaparece.

Si salía de los problemas era gracias a sus amigos. Los cuales, en estos momentos, en esta vida, ni lo conocen.

Luego de haber puesto a April en un lugar seguro había corrido en ayuda del aclamado héroe de Central City, y entre ambos habían logrado acorralar a The Rival, pero la arrogancia de Kid Flash les había jugado una mala pasada. El resultado; The Rival estaba libre.

Eso era lo que más le preocupaba a Barry. Había procurado ser discreto y cuidar que nadie les siguiera cuando dejó a April en su casa, pero para los velocistas cada pequeño detalle estaba percibido a cámara lenta. The Rival pudo haberle visto salvar a April a pesar de haber estado luchando con Kid Flash en ese momento.

Negándose a dejar la búsqueda, decide recorrer la ciudad. Cada edificio, casa, locales. Nada. No había señal de April Masen-Allen.

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—Así que, déjame ver si entendí. ¿Tú eres Flash de otra realidad? —Pregunta con sorna la morena.

Barry no la culpa por no creerle, aunque no puede evitar sentir el aguijón de la decepción al escucharla hablar así.

Derrotado, optó por recurrir a la única persona que podría ayudarle.

Iris West.

La morena era reportera y cercana a Kid Flash, ¿quién mejor que ella? Lo difícil era hacerle creer que no era un loco acosador. A pesar de que decidió presentarse ante ella con el traje y no como Barry Allen.

—Sé que es difícil de creer...

—Lo es y mucho. Pero supongamos que te creó Flash, ¿Qué necesitas de mí?

—Creo que Rival secuestró a mi esposa. Necesito tu ayuda, Iris.

 Necesito tu ayuda, Iris

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Serendipia ━ Barry Allen  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora