Capítulo 4

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Aún sorprendido por lo que acabo de escuchar vuelvo a acercarme al pequeño grupo de batida, que observa a Roberto con una mezcla de recelo y tristeza

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Aún sorprendido por lo que acabo de escuchar vuelvo a acercarme al pequeño grupo de batida, que observa a Roberto con una mezcla de recelo y tristeza. Clara se aproxima a mí.

―No creo que Roberto esté en condiciones de salir al bosque a buscar pistas ―me susurra―. Va a estorbar más que ayudar.

―Tengo que contarte una cosa ―le digo agarrando su mano y alejándonos un poco más del grupo, sin responder a sus palabras. Ella me mira con curiosidad, esperando que le diga lo que sé―. Le he escuchado hablando por teléfono.

―¿Con quién? ¿De qué? ―pregunta ella impaciente.

Yo me encojo de hombros y dudo. Realmente no sé con quién hablaba al otro lado de la puerta, ni por qué la estaba llamando justo en ese momento. Aún así, tengo la certeza de que esto es algo muy importante para el caso.

―No tengo ni idea ―afirmo desilusionado―, pero decía algo así como "más te vale que Helena esté bien" y "más te vale que no la tengas tú". Estoy seguro de que hablaba con una mujer.

Clara arruga su pequeña nariz. Me he percatado de que hace ese pequeño gesto cuando está pensando.

―¿Cómo sabes que era una mujer?

―Mmm... ha llamado "hija de puta" a la persona que se encontraba al otro lado del teléfono.

―Oh. ―Parece sorprendida, no lo esperaba―. Entonces sí, era una mujer. ¿Quizás era su ex–mujer, la madre de Helena?

―Eso ha sido lo que yo he pensado. Tiene sentido, ¿verdad? ―le pregunto convencido.

Ella vuelve a hacer esa expresión tan graciosa con su nariz para pensar de nuevo.

―Tiene mucho sentido. ―Clara saca de su bolso su cuadernito y comienza a apuntar.

―¿Pero qué haces? ―pregunto quitándoselo de las manos.

―Ey, ¿qué problema tienes? ―responde ella, molesta.

―Clara, amor, las personas de la batida aún se encuentran ahí ―comienzo a decir, señalando con los ojos disimuladamente al grupo, que nos esperan hablando entre ellos―. Te recuerdo que somos un matrimonio normal, sólo venimos a ayudar y no apuntamos datos del caso en libretitas porque no nos incumbe.

Ella pone sus ojos en blanco y me quita la libreta con brusquedad, volviéndola a guardar en el bolso y dándome la espalda, sin contestarme, dirigiéndose de nuevo al grupo de personas. Desde luego, eso de fingir que me quiere lo lleva mal, pienso para mí.

Sigo los pasos de Clara y me acerco al grupo. Están hablando entre ellos, pero no llego a escuchar lo que dicen. Cuando llegamos a su lado se callan y nos miran.

―¿Ya estáis listos? ―pregunta Roberto malhumorado, aún ebrio.

―Roberto, creo que no deberías acompañarnos, descansa un poco ―le dice Clara, poniendo una mano sobre su hombro, pero éste la aparta con fuerza.

La desaparición de Helena. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora