Capítulo 2

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Mis oídos pudieron percibir el terco e insistente sonido de la alarma con aquel tono que había optado por poner mi mejor amigo.

Tantee con mi mano el cajón que tenía a un lado de mi cama—pasando por el pesado cuerpo de Dan—para agarrar el celular. Un estridente sonido para una horrible mañana.

Sólo pude vislumbrar el número seis en la pantalla.

Suspiré y me paré.

Caminé por mi cuarto en busca del baño.

Ya era hora para ir a la universidad, así que tenía que cambiarme para tener todo listo.

Llegué hasta el baño y me lavé la cara. El agua fría en mi rostro me hizo despertar que aquella ensoñación y darme cuenta qué mi reflejo era un completo lío. Suspiré por segunda vez. Esta maraña que habitaba en mi cabeza no se iba a peinar fácilmente.

Agarré el peine y  lo empecé a desenredar, soltando una que otra queja porque esto en verdad dolía como el demonio.

Cuando terminé de asearme— incluso me me metí a la bañera para calmar mis músculos de la otra noche en la carrera—salí envuelta en una toalla.

Me dirigí al closet y agarre unos jeans negros desgarrados, una polera blanca por el ombligo a conjunto con una chamarra color vino.

Prendí la linterna de mi celular y con ella me guíe por el cuarto

El día seguía nublado y fúnebre a pesar de que se aproximaban las siete. Alumbré el sillón de mi recamara y me encontré un vago, una grata forma de decirle a Dan por como estaba acostado y todo lo que tenía en la cara. Por mucho que durmiera como un angelito no quitaba que cuando despertaba era el mismísimo demonio.

Lo moví un poco para que se levantará. Sólo conseguí un manotazo.

—Shh... —apreté mis labios por esa actitud tan parecida a un niño chillón.

—Vamos Dan, tenemos clases—le susurré mientras lo seguía meneando con aprisa.

—Lea... —abrió sus ojos y frunció el ceño enojado.

Intentó pegarme de nuevo, pero lo sujeté por la muñeca y lo tiré del sillón para llevármelo a rastras al baño.

Él necesitaba despertarse bien.

Tuve que hacer acopio de mis fuerzas para dejar estampado su cuerpo en la regadera. Prendí el agua fría y toda cayó sobre él, abrió sus ojos y soltó un pequeño chillido alzando sus brazos.

—Desgraciada... —murmuró mirándome—las desgraciadas van al infierno—elevé una ceja y le indique que se bañara, él señaló su ropa empapada y yo me encogí de hombros

Tenía mucha aquí en mi clóset.

Salí del cuarto de baño y caminé por el revuelo de la habitación, sacando algo de ropa que Dan había traído y luego la dejé a un lado del lavabo.

Ordené mi habitación junto con el desastre que había hecho mi amigo.

Había tres vasos tirados en mi alfombra, la computadora conectada y un montón de envolturas.

Huyendo del mafioso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora