Demonio
Del lat. tardío daemonĭum, y este del gr. bizant. δαιμόνιον daimónion.
1. m. (‖ ángel rebelado).
2. m. (‖ príncipe de los ángeles rebelados).
3. m. Espíritu que incita al mal.
4. m. Sentimiento u obsesión persistente y torturadora. El demonio de los celos.
Los demonios interiores.
5. m. En la Antigüedad, genio o ser sobrenatural. El demonio de Sócrates.
6. m. Rel. En la doctrina cristiana, uno de los tres enemigos del alma.
Capítulo 1
Miré a mi alrededor, la noche estaba fría. Mi mirada estaba puesta en la calle de enfrente. Mi bolso deportivo colgaba de mi hombro como un muerto y mis malditos nudillos ardían como si me hubiese quemado.
—¡Oye, chico! —un grito resonó, me di vuelta automáticamente.
El hombre de pelo blanco que salía del gimnasio se acercó a mí.
—Te espero mañana a las ocho a. m., no vuelvas a huir así de mi gimnasio —dijo de forma dura ya frente a mí.
Asentí cortamente.
—¿Cómo era tu nombre? —preguntó mirándome fijamente con ojos marrones.
—Hoffland —contesté con voz áspera. Demonio Hoffland.
Él se rascó la barbilla.
—Déjame decirte que pocas veces veo a alguien pelear con esa pasión —comentó—. Mañana, sé puntual... —dijo dándose vuelta— Soy Jeff —fue lo último que dijo para luego entrar al gimnasio.
Me quedé como un idiota mirando la puerta que decía "Gimnasio de boxeo". Mi celular vibró en el bolso, lo apoyé por unos segundos en el piso en búsqueda del aparato. "Se reprogramó la pelea a las 10", decía el mensaje en la pantalla. Con rapidez caminé hacia mi moto, hoy iba a ser una noche larga.
Me moví con decisión alrededor de la bolsa roja que colgaba, di varios golpes manteniendo las piernas en guardia. El sudor corría por mi piel, di un derechazo viendo cómo el material sostenía mi golpe con total rigidez. Un tipo rapado agarró unas pesas demasiado grandes para su musculatura. Se haría mierda si no elegía otras.
Intenté volver a centrarme en mi trabajo, volví a golpear la bolsa manteniéndome en mi círculo.
—¡Claro, me encantaría! —dijo Jeff mientras hablaba por celular.
Mi mirada fue nuevamente al rapado, la mancuerna se le cayó haciendo un ruido demoledor.
—¡Ten cuidado con esas pesas! —le gritó Jeff.
Suspiré molesto acercándome al chico, agarré la mancuerna y la dejé nuevamente en su lugar para luego agarrar una de dieciséis kilos.
—Esta te ayudará a que no te rompas algún ligamento —le dije sin humor.
No podía concentrarme con tanto barullo. Él asintió, vi cómo Jeff, que había cortado la comunicación por celular, ahora se acercaba.
—France, maldita sea, no te lo volveré a repetir —habló molesto el hombre, me di media vuelta y volví a la bolsa.
Entré al gimnasio, mi estómago gruñía. No había alcanzado a almorzar y mi humor seguía intratable.
Ya en los vestuarios tiré el bolso deportivo arriba del banco que cruzaba el lugar, agarré las vendas blancas y las enrollé en mis nudillos de forma rápida. Prácticamente sabía hacerlo de memoria, recordaba la primera vez que me habían dicho que debía usar vendas para boxear. Me le había reído en la cara a ese maldito. Las risas terminaron después de que casi me rompo el metacarpiano golpeando la bolsa.
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HOFFLAND
RomanceLuego de "Las reglas del boxeador" y "Las reglas del destino". Es momento de conocer su historia, su pasado y su presente. Descubre los demonios que atacan a Harry Hoffland. En físico marzo del 2018 por la editorial planeta. ¿Estás listo?