Prólogo

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¿Existe algo más devastador que ver a alguien en una cama de hospital? Si, el saber que fuiste quien causó que aquella persona quedara en esa situación, y que los doctores te dijeran a ti y a todo el grupo con el que te encontrabas que el estado en el que se encontraba el paciente era crítico. Saber que alguien podría perder su vida debido a una decisión propia es algo que te destroza, aún más cuando es tu amigo. Pero tuve que hacerlo, el maldito no me dejó opción alguna, y ahora me encontraba en una situación con la que ni siquiera imaginé encontrarme alguna vez. Dios, fui un idiota, sabía que tendría que haberme alejado de todo esto en el minuto que lo que se nos solicitaba comenzaba a tornarse cada vez más serio y peligroso, pero ya no había vuelta atrás.

Me di la vuelta, para ver la cara de los otros cinco chicos que me acompañaban, y todos teníamos la misma expresión: ira. Una ira incomparable, y no dirigida hacia mí, sino que dirigida hacia el que se encontraba en total anonimato, aquél que nos había hecho llegar finalmente a nuestro límite, del que ya no teníamos escape.

Iba a acercarme a él, para poder tomar su mano y pedir con todas mis fuerzas que luchara, que diera una batalla digna y que resultara ganador, porque no podría tolerar el saber que lo perderíamos, no podría continuar. Y también sabía que los demás pensaban en lo mismo, todos queríamos que sobreviviera para poder enfrentarnos finalmente a ese bastardo. 

Cuando estaba a punto de acercarme al chico, de un pelo color marrón claro y brillante, nuevamente mi celular vibró, al igual que el de todos. Intercambiamos miradas y pude observar como todos nuestros rostros perdían el poco color que les quedaba. Nos sorprendimos, porque, después de ya mucho tiempo, era un mensaje dirigido hacia todos, incluyéndolo a él, aunque no pudiera leerlo por el estado en el que se encontraba. Cuando lo leí en voz alta, sentí nuevamente terror, ninguno esperaba lo que se nos había informado:


Mensaje entrante - Número desconocido:

11:42 P.M

Creyeron que podían desafiarme, ¿No es así? Lo siento, jamás lo lograrán. ¿Quieren que les diga el por qué? ¡No aguanto la emoción que esto añadirá al juego! Uno de ustedes está trabajando conmigo. ¡Así es! Uno de ustedes es un traidor, que me avisa todos los movimientos que planean antes de cometerlos.

11:43 P.M

Espero logren descubrirlo, o no. Al final, sólo uno de ustedes puede ser el ganador, y el resto conocerá lo que realmente es el sufrimiento, el dolor, y la traición; todo juego tiene ganadores y perdedores. Les recomiendo no intentar nada drástico nuevamente, o terminarán igual que el pobre Jungkook. Hora de seguir disfrutando su castigo ¡Suerte!


Maldición, fue la única palabra que se cruzó por mis labios en ese momento. Nunca imaginé que uno de nosotros trabajaba para ese engendro al que aún no podíamos ponerle rostro, alguien que disfrutaba torturándonos.

Maldición, fue en lo único que pensé. Tendría que mejorar mi actuación aún más, porque ese malnacido había roto su parte del trato y me había expuesto, y ahora no sabía si realmente ellos se encontrarían a salvo.

Y todos los chicos se miraron con temor, un sentimiento de traición que los invadía, y, superando cualquier otro elemento posible de ver en sus ojos, duda. Ahora sabían que no todos tenían el mismo objetivo en común, pero no sabían quién. Lo peor de todo, es que esto sólo era el comienzo, ya que, como bien sabía aquél que se escondía detrás de su computadora para poder controlar hasta el más mínimo aspecto de sus vidas, todos tenían una meta final distinta, y para poder alcanzarla deberían de lastimar a los otros, a los que consideraban ahora sus amigos. Dios, como disfrutaba verlos heridos y batallando entre ellos y contra ellos mismos, sentía finalmente que la justicia se hacía, y que todos pagarían por lo que le hicieron hace un año, no permitiría que ninguno de ellos ganara...

El juego mortal: Sin salidaWhere stories live. Discover now