Capitulo XX Dos sentimientos...

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"...Ella conocerá lo que es el amor..."

"...El la amara hasta la eternidad..."


-porque tuve que enamorarme de ti...-susurro la joven, deteniendo sus lagrimas, totalmente ruborizada, mientras le daba el ultimo golpe de puño en el pecho del youkai casi derrumbándose entre sus brazos, en aquel momento sintió que algo se libero en ella, su sentimiento tan guardado bajo llave al fin se había confesado, nadie lo noto, ni si quiera Elda quien siempre estaba a su lado, e incluso Maro quien había logrado tener un pequeño espacio en su corazón, tampoco pudo deducir lo que escondía el corazón de la joven azabache

-¿me amas?-pregunto él con su solo tono usual, pero por dentro moría por saber los verdaderos sentimientos de la joven, guardo silencio unos segundos cuando logro contestar

-te amo...

-hmp!-haciendo abrir los ojos en par en par al youkai, jamás en su existencia creyó que ella se le confesaría de esa manera, era tan testaruda, obstinada y orgullosa para hacerlo, una de sus garras, abandono su cuerpo para dirigirlas al rostro de la joven, guiándola tomándola del mentón para obligarla a mirarlo directamente a los ojos, posando su cabeza con la suya, noto sus mejillas enrojecidas por la confesión y la tristeza, sus ojos cristalizados por las lagrimas dando una mirada inocente y genuina, llevando al demonio a uno de los momentos mas difíciles de su vida, renunciar a su orgullo y entregarse por completo a la joven humana quien estaba entre sus brazos-no sabes lo que tu provocas en mi, Ena

-¿eh?-apenas pudo contestar, cuando fue atrapada por un apasionado beso del youkai, saboreando cada centímetro de su boca, explorando lo inexplorable, poco a poco la acorralaba en la pared y ella sucumbía en el ambiente que estaba viviendo, aferrándose a su armadura, sorprendiendo a Kurayami, ya que era la primera vez que respondía en sus impulsos, despojándose lentamente de armadura cayendo pesadamente al suelo, para luego tomarla en sus brazos sin dejar de besarla para posicionarse sobre ella en el futón que se encontraba en la cabaña, Ena no oponía resistencia, mas lo disfrutaba cerrando los ojos sintiendo sensaciones dentro de su ser nunca antes imaginados, el experto demonio desataba su obi como un profesional, aunque solo con ella, solo ella, la delicadeza y ternura eran presentes en aquella jugada apasionada, liberando los primeros gemidos de la joven, para besar su piel tersa y suave, como lo mas valioso que pudiera existir en este mundo, sus garras fueron subiendo hasta sus manos, para acariciarlos con deseo provocando un placer inigualable entre ambos, para besar su cuello de manera lenta y sensual, solo que en ese momento sintió un aroma preocupante en sus fosas nasales, perdiendo su concentración, era sangre derramándose de sus brazos, eso significaba que Ena, se encontraba lastimada

-me duele...-susurro Ena abriendo sus ojos-¿Kurayami...?-pregunto con inocencia, encontrándolo mirándola fijamente, mientras una gota de sangre caía sobre el kimono de la joven captando toda la atención-esto es...

-lo siento-dijo cortante alejándose de ella rápidamente, colocándose la armadura y volver a ser ese ser tan impenetrable de siempre

-bueno yo...-contesto totalmente ruborizada por lo que acababa de pasar, estuvo a punto de entregarse al Lord sin medir consecuencias futuras, fijándose nuevamente su obi en su kimono, pero fue interrumpida por Kurayami

-también por mentirte-volvió a decir, dejando a la joven sin habla, él había abandonado su orgullo, pidiéndole perdón , a su manera agria pero era un gesto que solo era para ella

-no hay nada que perdonar...Kurayami...-pronuncio la joven, apareciendo un resplandor entre ambos, posándose sobre las piernas de ella, una espada grande y oscura, dejando a Ena confundida-¿una espada?

Regresa para salvarme...para mi una bendición, para ti una maldición...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora