One-Shot

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Todos los derechos son propiedad de RICHELLE MEAD, a excepción de la trama.


– Hay una noche al año en la que el viento cala hasta los huesos, la oscuridad es tan penetrante que hasta la misma luna se esconde detrás de las espesas nubes y nadie en toda Siberia: humano, dhampir, moroi o strigoi, se atreve a adentrarse a lo profundo del bosque por el temor de encontrarse cara a cara con la maldad de "Baba Yagá Pata Huesuda".

Una noche... justamente como esta.

Huesuda, arrugada, de largos cabellos plateados, con la nariz azul y los dientes de acero. Tiene una pierna normal y otra de hueso, la primera representa el mundo de los vivos y la segunda el de los muertos. Es un ser perverso y cruel; come personas, generalmente niños. Sus dientes le permiten desgarrar la carne con gran facilidad y romper huesos como si de pajillas se trataran.

Vuela montada en una olla y rema al aire con una escoba centelleante. Vive en una choza que está protegida por un sortilegio que la hace cambiar de tamaño para camuflarla durante el día. Ubicada entre el límite del mundo de los mortales y los espíritus, sin ventanas, se levanta sobre dos enormes patas de pollo que le sirven para desplazarse a voluntad por toda Rusia y los muros están recubiertos por los cráneos de todas sus víctimas, en cuyo interior coloca velas que atraen a los despistados, valientes y aventureros, directamente a su desgracia.

Para entrar a su casa es necesario conocer la conjura que hace aparecer la puerta:

"Casita, casita, da la espalda al bosque y voltea hacia mí"

Sin embargo, existen personas a las que bajo ninguna circunstancia les permite el paso. Aquellas que han sido malditas y a la vez, "bendecidas por las sombras". Nadie sabe por qué les rehúye.

A Baba Yagá la protege el demonio, quién ha puesto a su disposición sirvientes invisibles que aparecen como manos espectrales. También tiene a su servicio a los caballeros: blanco, rojo y negro, los cuales controlan el día, el atardecer y la noche.

Cada generación le ha dado un nombre, los antiguos le llamaban "La ogra del bosque" y cuando Yeva era solo una niña, "La Dama Blanca de la Muerte". Se cuenta que envejece un año cada vez que le hacen una pregunta y que para rejuvenecer bebe un extraño té hecho de rosas azules. Las abuelas solían hacer pequeños ramilletes que prendían y ocultaban en las ropas de sus nietos, por si tenían el infortunio de topársela lo utilizaran como objeto de trueque a cambio de que les perdonara la vida y los dejara regresar con bien a casa.

Cuando te va asechando resulta imposible escapar de la bruja debido a su excelente olfato, mismo que le permite oler el miedo que despide tu cuerpo. Su presencia es anticipada por siniestros alaridos provenientes de los cuervos, un fétido aroma a putrefacción, los roncos chasquidos de los árboles, seguidos de un vendaval que la impulsa a salir del bosque como un torbellino malvado que pretende succionarte la vida. Prácticamente la naturaleza le ayuda a emboscarte, ya seas la damisela en apuros, el héroe del cuento, desorientados demonios chupa sangre o niños que se perdieron jugando en el bosque.

Una vez que la bruja aparece, no hay lugar donde puedas esconderte.

En el antaño, un ferviente séquito de hechiceras se arriesgaron a invocarla en el aquelarre más importante de la época. Baba Yaga se sintió adulada por el grupo de mujeres que la llenaron de elogios y ofrendas, así que como recompensa les transmitió buena parte de sus conocimientos brujeriles. Los cuales serían transmitidos de madre a hija, generación tras generación. Les reveló todo lo que sabía sobre pociones a base de hierbas y raíces, tanto para curar, matar u enamorar, como también, los encantamientos para que hasta la bestia más fiera les obedeciera.

Baba YagáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora