| Uno |

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Jueves 14 de mayo de 2020

El viaje de vuelta a casa fue un dolor de cabeza, tenía mil cosas que organizar, estaba al día con la universidad, pero tenía que empezar a preparar las cosas que me había mandado ese tal Fabian, el profesor titular, al cual iba a asistir. Había escuchado hablar sobre su personalidad una vez, cuando mis compañeros decían que solía tener conflictos por defender alumnos o, por lo contrario, discutir con ellos por motivos que realmente desconozco, pero en general no se escuchaba tan agradable, si buena persona, pero esas personas nunca fueron de mis cercanías.

Al cruzar la puerta de entrada a la casa ya se escuchaban a mis perros ladrar, corriendo por todos lados cómo si no me hubiesen visto en años.

­—Hola bebé, no sean mameros —dije acariciándolos casi con la misma emoción que ellos.

—Es tu culpa, vos los malcriaste, no podemos salir 2 minutos sin que los vecinos llamen diciendo que los perros lloran y ladran, un día nos van a denunciar— habló mi madre, con su humor típico.

—¿De verdad te pensas que nos van a denunciar? Nunca los dejamos solos, asique pocas veces los escuchan ladrar—dije sin expresión alguna, sin levantar la mirada hacia ella. —No tengo ganas de esto, voy a hacer mis trabajos.

Agarré mis bolsos, llame a los perros conmigo, y cerré la puerta de la habitación, dejando atrás a mi mamá peleando en voz alta, diciendo un par de cosas hirientes que ya no me mueven ni un pelo.

Me senté en la cama, saque todas las fotocopias y comencé a ver poco a poco los temas que se iban a tocar en las próximas clases a las que tenía que asistir como ayudante, enfocándome en la de mañana, para estar preparada para cualquier cosa, uno nunca sabe que tipo de personas pueden llegar a estar ahí, a veces los compañeros de trabajo no son del todo simpáticos. Los nervios se estaban haciendo presentes antes de tiempo, esto iba a ser lo más cercano a mi profesión hasta ahora, mi cabeza daba vueltas en todas las cosas que podían llegar a resultar mal y el como resolverlas, pero también estaban esas hipotéticas situaciones en las cuales me aplaudían felicitándome por mi inteligencia a mi edad. Empecé a reírme sola de las cosas que estaba pensando, mis perros se tiraron encima sin entender el porqué de mi risa, que era inexplicable hasta para mi. Las hojas quedaron totalmente desplazada mientras me refregaba en mi cama con una mezcla de sentimientos, pero ya se estaba haciendo tarde y no podía quedar mal el primer día, por lo menos no el primero, al segundo se verá.

Viernes 15 de mayo de 2020

La alarma sonó y yo ya tenía los ojos abiertos, un revoltijo en el estomago y 2 perros roncando al lado mío. Me prepare con la mente en blanco, escuchando comentarios de mi mama deseándome suerte y que comiera y un sin fin de cosas que no logre comprender por estar en mi propio mundo, hasta que alzó la voz y reaccioné.

—Daira, Fabian es un hombre que ayudo mucho a la familia, ayudo a tu abuela y a mi cuando tuvimos problemas con lo del viaje, le voy a mandar mensaje para que te ayude y te cuide, vos salúdalo bien, no seas asquerosa—Hablo con el celular en la mano, como de costumbre.

—¿Y yo cómo voy a saber quien es? Capaz te estas equivocando de persona, por cómo lo describiste, no se si es el mismo con el que voy a trabajar, pero bueno, intentaré. Me voy—Agarrando las llaves y tratando de pensar en otra cosa para sentirme un poco mejor aunque sea.

Viviendo a 30 cuadras de la institución, y yendo en uber, no tuve ni tiempo de pensar o sentirme mal, habiendo llegado casi 40 minutos antes, no me quedo otra que presentarme con la que sería mi jefa, Mónica, una mujer bien parada que daba hasta un poco de miedo de tanto carácter. Ella me habló cordialmente, y me llevo a la sala de profesores, donde me mostró donde guardar mis cosas y presentó a demás personas presentes, que fueron bastantes agradables, hasta me invitaron a tomar un té hasta que llegue la hora.

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⏰ Última actualización: May 02, 2022 ⏰

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