Perdon

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Eran las cuatro de la mañana, se escuchaba el viento golpear la puerta y los restos de una molesta lluvia pasar, viendo como los cristales, reflejados por una leve luz de noche, se mojaban por aquellas gotas de lluvia, y sobre todo se empañaban con la respiración entrecortada de un argentino.
Sentado sobre la cama, destapada y con un insomnio que pagaría sus cuentas la mañana siguiente, Martin Hernández sostenia en su mano lo que seria un vibrador, mientras que sus piernas manchadas de sudor se abrían y movian al ritmo de esas simulaciones de embestidas que hacia con su mano. No solo su entrada estaba siendo estimulado, pues su mano libre, la derecha, se encontraba masajeando su virilidad a la misma velocidad
Lo que sentia era éxtasis, era la primera vez que hacia esto, y a pesar que le habia dolido en el principio esto se fue poniendo mejor en cuanto a minutos.
Sus manos parecia que se movian solas, jadeando y dejando caer su cabeza hacia atras en una reacción inconciente del placer que sentia.
No podia creer lo que hacia, o eso pensaría el si el placer lo dejaría si quiera razonar algo, a pesar de todo su odio, de su doble moral, estaba allí, haciendo cosas indecentes mientras que por su cabeza pasaba aquel hombre que tanto "Odiaba", capaz lo que hacia era inmoral para su pueblo, pero maldita sea, el lo amaba, lo amaba hace años y el muy "boludo" no podia darse cuenta, pero se podia decir lo mismo de Argentina, pues este ni se atreve si quiera a dirigirle la mirada. Si esto era sabido su pueblo lo mataria...

-¡D-Dejame, no quiero... Yo te odio...!-

Se hundía en fantasías donde el maldito intentaba mantenerlo cautivo en su epoca de colonia española, cosa que resultó en derrota.
Hernandez necesitaba de sus caricias, sus besos... Un misero abrazo, pero mas necesitaba un "Lo siento", pero sabia que no recibiría nada, el lo sabia muy bien, capaz ni si quiera se acuerda de el, capaz solo una guerra mas habia sido, para su amor secreto.

-¡¡¡Dios!!! T-Te amo... Maldición, te amo...-

Dejaba que sus sentimientos se ahogaran en una vacia habitación, donde nunca se liberarian.
El argentino ahora se posicionó en cuatro, dejando caer su abdomen en la cama, para asi aumentar los vaivenes de sus temblorosas manos.
Cerraba los ojos con fuerza, se negaba a ver la realidad, la realidad de que estaba ahogado en ese amor imposible.

-M-Mas... Mas adentro... ¡Mas fuerte!-

Sus piernas temblaban, su rostro estaba completamente en un tono carmesí, apretando sus dientes y de vez en cuando soltando esos gemidos reprimidos mientras que, con lujuria, intentaba adentrar el condenado juguete aun mas, llegando a aquella parte tan gloriosa para el. Un gemido fuerte se escuchó, mas un jadeo por la velocidad que aplicaba en aquel lugar.

-M-Maldita sea... Te amo... Te perdono, te perdono ¡Te perdono!-

Ahora sus ojos de cerraban con fuerza, sintiendo ese placer con mísera culpa. Sus orbes verdes se volvieron a abrir, para que solo se vea todo borroso por las lagrimas que se formaban en estos.
En un desenfreno de sentimientos culposos, lujuriosos y contradictorios, el argentino hizo su mayor esfuerzo por seguir, sintiendo el cansancio en sus manos y ese sabor a gloria por llegar.

-T-Te perdono, ¡Te amo y te perdono Arthur!-

Finalizó en ese grito, sintiendo como sus indecentes manos eran manchadas por ese liquido espeso y blanquecino que delataban la "traición" a sus ideales, terminando por derrumbarse en esa manchada cama sacando aquel juguete de dentro suyo.
Lloró, esa noche lloró mucho, pero ese llanto no podia aliviar ni si quiera un tercio de dolor, ese dolor que se fue acumulando por años a base de mentiras y orgullo por ambas partes...

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