-Larga vida al rey! Larga vida al rey!-oía gritar a los nobles desde la plaza mayor...
Mi hermana me arrastraba del brazo corriendo por la calle entre la gente. A empujones llegamos a una estatua medianamente alta y nos subimos para poder verlo todo de nuestra perspectiva...
El rey con multitudes de ropas limpias, de seda, de buena calidad, de un rey, el que ocupaba el trono de su padre...
La ceremonia no recuerdo cuanto duró, pero el banquete que hubo después... Después de que la luna fuera tapada por la nubes aún oía a jóvenes y jovencitas gritando de alegría, bebidos...
Tumbada en mi cama de madera al lado de la de mi hermana y encima de la de nuestros hermanos podía ver el cielo, cómo las nubes se movían y dejaban de nuevo que la luna iluminara de nuevo nuestra casita...
Mis ojos empezaron a cerrarse dejando que mi mente se abriera al otro mundo...al de los sueños. Mundo del cual no todos pueden disfrutar ni controlar...a lo que les lleva a las pesadillas. Mientras que yo, pesadillas no tuve nunca... Simplemente sueños, de los cuales una niña de 14 años podía disfrutar...
A la mañana siguiente..., sin ganas, me levanté de la cama. Me puse mi vestido, casi siempre manchado, los zapatos, y sobre mi ropa mi único abrigo. Abrí la puerta de casa sin hacer ruido y salí fuera.
Una ráfaga de aire me congeló la nariz y gracias a mi pelo negro como el carbon que me llegaba más de los hombros, no se me congelaron las orejas...
Las banderas de reino seguían colgadas entre las calles del pueblo. Y como no, ya había gente que limpiaba las calles más cercanas del reino, mientras que la nuestra por ejemplo, siempre ha estado igual...
Me adentré entre las calles más estrechas del pueblo. No me gusta ver a la gente bien vestida salir de sus maravillosas casas...,mientras que tú no puedes ni permitirte un abrigo que caliente de verdad.
Hice varios giros hacia la derecha y la izquierda. Y de repente una mano apretó mi brazo desviándome de mi camino...