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JAMES SE DESPERTÓ AGITADO Y SUDOROSO, miró el espacio junto a su cama, estaba vacío. El chico se sintió desilusionado al no ver una cabellera pelirroja junto él.
Otra vez había tenido ese extraño sueño.
La primera vez fue hace meses, soñó con una chica pelirroja, de ojos verdes. No era un sueño erótico, más bien era amoroso. En sus sueños, él y la chica misteriosa bailaban juntos al ritmo de una suave y romántica melodía, se abrazaban traspasando el calor de sus cuerpos, y se besaban, se besaban de una forma que James jamás había besado y de la que jamás le habían besado, con amor y dulzura. El chico de lentes sabía que nada de eso era real, pero no podía dejar de sentirse tan emocionado y nervioso cuando la pelirroja aparecía en su mente. Hasta ahora no había podido sentir el placer de oír su voz, cada vez que la chica habría la boca para soltar alguna palabra James se despertaba
Tal vez, mi imaginación no es suficiente para crear voces. —Pensaba el chico.
La chica que cada noche endulzaba sus sueños no era Lily Evans. Este hecho le era muy extraño al azabache, él creía estar seguro de su amor por Lily, sin embargo, sus sentimientos estaban confusos. James quería creer que la ojiverde de sus sueños no era real.
Sólo son sueños, James. —Se decía siempre.
No obstante, verla cada noche tan hermosa, ese vestido blanco que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, su cabello cayendo suavemente por sus hombros y sus pies descalzos acariciando el césped mientras corría junto a él, dificulta mucho poder mantener su mente distraída de la chica.
La chica que sin querer estaba ganando un lugar en su corazón.
Potter pensaba constantemente en su rostro, tratando de encontrar el recuerdo de haberla conocido, tal vez la vio cruzar algún pasillo mientras caminaba por Hogwarts con sus amigos, o quizá compartieron alguna clase, aunque fuera una vez, el azabache siempre se decepcionaba al no ver a su chica a la hora de las comidas en el Gran Comedor, ya hasta pensaba que se estaba volviendo loco y un poco psicópata. Les había contado a sus amigos sobre la hermosa pelirroja que veía cada noche, aun cuando estos se burlaban del joven pensando que sus frecuentes sueños eran a causa de los constantes rechazos de Lily Evans y su falta de amor.
El chico tanteó su mesita de noche buscando sus lentes. Con pereza contempló el reloj de muñeca que descansaba sobre su mesita de noche, sin siquiera fijarse en los números, sólo intentando no volver a dormirse. Sacudió la cabeza para poder reaccionar a su pereza y se fijó en que eran las 06:19 a.m. Ya era hora de levantarse, se sintió desilusionado al no poder continuar en el paraíso de sus sueños.
