Para cuando Rita hubo terminado su turno, a las tres en punto, la tormenta había alcanzado tanta fuerza que las autoridades habían decretado el estado de alarma.
Se recomendaba no salir a menos que se tratara de una emergencia médica: Pero Rita no quería quedarse en el hospital mientras su presunto acosador pudiera seguir deambulando por allí.
Después de cambiarse se dirigió al vestuario que había tras el mostrador de enfermeras y le echó un vistazo a la rosa antes de sacarla y colocarla sobre el mostrador.
Era realmente espectacular, un capullo más hermoso que cualquier cosa que el hombre pudiera inventar. Y parecía incluso más bella frente a la tormenta
exterior.Era como un soplo de primavera, una metáfora de esperanza y renovación en medio de un desierto de hielo. Por esa razón, y no por ninguna otra, quería cuidar de ella. Y qué demonios, aunque el que le había regalado la rosa no lo supiera, había llegado en un día muy especial. Al menos para Rita, aunque probablemente Daniel lo hubiera olvidado. Dos semanas.
Mientras Rita se sacaba la bata por la cabeza y la arrojaba al cubo de ropa sucia, se maravilló de que hubiera pasado tanto tiempo.
Parecía como si hubiera comenzado otra vida desde que hizo el amor con Daniel, pero en realidad sólo habían transcurrido dos semanas.
Dos semanas tratando de evitarlo, tratando de aparentar que todo marchaba bien, dos semanas encontrándose con aquellos ojos verdes soñadores y aspirando sin quererlo su aroma.
Dos semanas recordando el modo en que la había besado, acariciado y colmado.
Dos semanas sintiéndose más sola que en toda su vida. Rita terminó de quitarse el resto del uniforme que había llevado puesto durante casi dieciocho horas y se puso su ropa, que la mantendría calentita hasta que llegara a casa.
Luego agarró su bolso, y se metió la bolsa en el abrigo para protegerla con delicadeza.Ya había salido del hospital por la puerta de empleados y se estaba poniendo los guantes cuando una figura alta y fuerte se detuvo a su lado. Rita levantó la vista en medio de la tormenta de nieve y se encontró a Daniel Sloper envuelto en un abrigo de cachemir, mirándola.
Durante un largo instante permanecieron mirándose el uno al otro en silencio, sin moverse ni un centímetro mientras se quedaban congelados.
La nieve revoloteaba a su alrededor
empujada por un viento helador, como si fuera polvo mágico. Sin embargo, Daniel habló finalmente, rompiendo el hechizo y obligando a Rita a regresar desde un sueño a la realidad más desconcertada que antes.-No pensarás irte a casa andando con esta tormenta -dijo él.
-No tengo elección -respondió ella encogiéndose de hombros en gesto contrariado.
-Está a cinco manzanas -señaló Daniel innecesariamente.
Rita abrió la boca para responderle que no pasaba nada, pero se detuvo y lo miró con ojos entornados.
-¿Cómo sabes que mi casa está a cinco manzanas? -preguntó-. Tú no sabes dónde vivo.
Daniel ladeó la cabeza con incomodidad, pero su respuesta pareció inocente.
-Tengo la dirección y el teléfono de todo el personal de la unidad coronaria -afirmó en tono seguro-. Por si acaso.
¿Por si acaso qué?, quiso preguntar Rita. Pero se dijo que estaba siendo demasiado susceptible. Todo aquel asunto de su admirador/acosador le estaba afectando.
-Lo siento -se disculpó-. Estoy un poco a la defensiva. Debe ser el tiempo.
-Razón de más para que no te vayas a casa andando -replicó él.
-No puedo quedarme aquí toda la noche -aseguró Rita señalando con un gesto el hospital que tenía a su espalda.
-¿Porqué no? -preguntó él con una sonrisa-. Hay comida, café, camas y televisión. Todo lo que se necesita para luchar contra las inclemencias del tiempo.
-Claro, comida de cafetería, café malo, camas de hospital y sin antena parabólica -reconoció ella con ironía-. Además, podría encontrarme con alguien con quien no me quiero encontrar.
La expresión de Daniel cambió drásticamente ante aquel comentario, pasando de un estado de incómodo armisticio a una clara hostilidad.
-No te preocupes -aseguró él con
absoluta frialdad- . Por si lo has olvidado, mi casa está sólo a un par de manzanas. Yo me marcho. Estarás totalmente a salvo en el hospital.Rita cayó entonces en la cuenta de que Daniel pensaba que se estaba refiriendo a él.
-No quería decir eso -aseguró
atreviéndose incluso a rozarle el antebrazo en gesto tranquilizador-. No estaba hablando de ti, Daniel. Me refería a mi acosador.Entonces cerró los ojos con fuerza al ser consciente de cuánto había revelado y cómo debía sonar aquello. Ojala él no la considerara una paranoica con manía persecutoria.
-¿Un acosador? -repitió Daniel con incredulidad-. ¿De qué estás hablando?
-Bueno, tal vez no lo sea -se apresuró a aclarar Rita-. No sé lo que es, pero me hace sentir... incómoda. Y no quiero arriesgarme a encontrármelo en una tarde de tormenta, con el hospital medio vacío y sin nadie que escuche mis gritos de socorro.
-Lo siento, pero sigo sin tener ni idea de qué estás hablando -confesó él mirándola atónito.
-Es una historia muy larga -concluyó
Rita tras exhalar un profundo suspiro.Daniel siguió mirándola durante un instante sin hablar, como si estuviera sopesando algún asunto de extrema importancia.
-¿Por qué no vienes a mi casa en lugar de ir a la tuya? -dijo finalmente sin asomo de vacilación.
-Yo... creo que no es una buena idea -respondió Rita alzando las cejas en
gesto de sorpresa-. Pero gracias de todos modos.-Mira, no espero que ocurra nada,
¿de acuerdo ? -aseguró él tras emitir un sonido de frustración-. Sólo digo que está más cerca que tu casa, y si no te vas a sentir a gusto quedándote en el hospital, puede ser una alternativa. Y así yo no me quedaré preocupado pensando en si has conseguido llegar sana y salva a través de la tormenta.-Gracias -repitió ella-. Pero no creo
que...-Rita -la interrumpió Daniel en tono dulce pero enérgico-. No va a pasar nada, te lo prometo. Te lo estoy ofreciendo como amigo. Espero que al menos podamos ser eso.
Ella no dijo nada, porque temía que si lo hacía su voz delatara sus sentimientos.
¿Amiga de Daniel Sloper?
¿Después de lo que habían compartido?Nunca había hecho nada parecido con ningún amigo, y no creía que fuera a hacerlo nunca.
Daniel era mucho más que un amigo, pero no había ninguna razón para que él lo supiera.-Tengo una habitación de invitados -continuó diciendo Daniel con el mismo tono de voz neutro-. Y si quieres atrincherarte allí y hacer como si yo no existiera, me parece bien. Te deslizaré algunas hojas de lechuga por debajo de la puerta para que no te mueras de hambre -concluyó con un amago de sonrisa.
Rita pensaba que aquello no era
una buena idea. No lo era. Decían que era muy posible que la tormenta fuera a más; lo que significaba que tal vez se quedaría atrapada en casa de Daniel más de una noche.
Pero cuando se giró para mirar la nieve, se dio cuenta de que no se veía nada más allá de los escalones que llevaban a la acera. Pero, ¿debería aceptar su invitación?Bueno bellezas aca otro capitulo.
Aclaro que la trilogia no es esta, pero so quieren que publique la historia de Mariana, hermana de Rita, solo dejenmelo saber en sus comentarios.
Besos
ESTÁS LEYENDO
Mi Adorable Bestia
RomansMAB La enfermera Rita Montenegro se sabía de memoria el cuerpo del taciturno cardiólogo Daniel Sloper: sus hombros anchos, sus manos fuertes, aquellos ojos que la cautivaban con sólo mirarla y aquel gesto de pocos amigos que la había seducido hast...