-Ya, mamá, me estás apretando mucho-se quejó, pero la verdad es que solo quería molestarla. Su madre la soltó sonriente.
-Lo sé, perdón. Es que... son muchos días-admitió apenada. Y si, Camelia, por primera vez se iba de vacaciones sola. No literal; 5 jóvenes más estarían con ella. En su opinión, demasiada gente, pero nunca se había alejado de su madre en 17 años. Un mes precisamente, en una playa al norte a más de 5 mil kilómetros de casa.
Y, no la malinterpreten, Camelia quería ir, pues según ella, era parte de "romper el cascarón". Como lo había sido su teñida de pelo fantasía, en un primer momento. El cual ahora era rosado.
Pero sus acompañantes, aunque no quisiera admitirlo no eran totalmente de su agrado. Decían ser sus "amigos" pero simplemente los conocía de la escuela y quería, al menos, tener recuerdos con ellos.
Aún no había encontrado esa clase de grupo que te hace sentir cómodo con uno mismo, tal cual es.
-¿Tienes todo lo que necesitas?-pregunto Nora, su madre.
-MM...-Camelia dudó, repasando mentalmente en su mochila. Ropa por si hace frío, para el calor, para el mar, repelente, toallas, jabones, zapatos...-Si, todo en orden.
-Yo creo que te olvidas de alguien- bromeó señalando a sus pies. Un gato blanco, de ojos amarillentos, se apegaba a las piernas de Camelia, emitiendo un suave ronroneo.-no vayas a dejar a Cat acá.-se lo entregó a su hija.
-¡No! Volvería loco a Marcos-exclamó y ambas rieron. Marcos era, hacía un par de años la pareja de Nora y padrastro de Camelia. Aunque no había papel que lo dijera, ella lo sentía como tal, pues su padre estaba lejos y tampoco se preocupaba por ella como Marcos.
-Ten, pon a Cat aquí-Dijo Nora entregándole una canasta.-Así el viaje será más cómodo para el mimado.
A lo lejos, apagando las últimas palabras de Nora, comenzó a escucharse un estruendo que se aproximaba a toda velocidad. En un suspirar, frente al portón de la casa, se estacionaba una combi al estilo del 69, de un fuerte color azul marino. De ahí, provenía la música estrepitosa que hacía vibrar al pobre automóvil.
-Bueno, llegaron...-suspiró Nora.
-Bien, entonces... me voy-Ahora Camelia era la que suspiraba. Se miraron por unos segundos. Brillo abundaba en respectivas miradas. Era más difícil de lo que parecía.
Nora sabía perfectamente que Camelia no quería ir. Pero no la detendría, al fin y al cabo, era una joven valiente e inteligente. Podría manejar sus decisiones.
Camelia temblaba como una hoja, pues sus decisiones muchas veces eran impulsivas y luego quería huir del compromiso. Pero no lo haría esta vez.
Con Cat asegurado en su canasta, le dio un último abrazo a su madre y sin cruzar más palabras corrió a la parte trasera de la combi que la esperaba, llena de jóvenes totalmente ajenos al exterior. Golpeó las puertas y saludó a su madre con la mano vagamente. Su madre le correspondió, echándole una mirada al conductor que, si no se equivocaba era Elián, el decente del grupo. Éste le sonrió tímido y educado, como siempre.
Las puertas se abrieron y Camelia se abrió paso entre el descontrol. 4 chicos encimados reían sin parar hablando incoherencias al mismo tiempo. Cuando por fin pudo sentarse, ignorada por el resto, las puertas se cerraron de un golpe seco y la combi comenzó a moverse. Casi no pudo ver a su madre, cuando en la esquina cercana el automóvil dobló y la borró de su vista. Deseó haberse sentado con el conductor.
-¡Hey, aquí esta Cam!-gritó Lucy. La muchacha se encontraba en la base de esta "pirámide humana", siendo aplastada por 3 más.- ¡Córranse!-volvió a gritar empujando a todos.
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El Octavo Libro
FantasyCamelia Leen no se imaginaba lo que esa isla ocultaba, guardando un secreto destinado solo para ella. Una antigua profecía, cerca de cumplirse. Enemigos legendarios, incluso antes de su llegada al mundo, la aguardaban. En su inocente y aventurera vi...