Luego de recorrer inmensos pasillos y subir escaleras, llegaron por fin a la habitación de Camelia. Si es que así podía llamarse; parecía un departamento moderno sin perder lo medieval. Al parecer, los lujos en este reino, no eran tan distintos a los del mundo común. La diferencia estaba en la tecnología.
Ningún aparato electrónico se veía; todo era natural y algunos objetos emanaban luz.
-¿Precisa algo más? -preguntó Naras. La chica, de tez morena, a pesar de parecer cansada, siempre sonreía.
-No, muchas gracias -agradeció apenada. Camelia creía que se tomaban muchas molestias y formalidades.
-Bien, la dejo tranquila. Espero se sienta cómoda.
-Solo dime Camelia-pidió la pelirosa riendo. Naras le correspondió.
-Bien, y tu, Naras-le ofreció la mano y Camelia se la estrechó. Quizás ya había hecho una nueva amiga.
Al cerrar la puerta, el silencio inundó su cuarto y sintió cómo su mente se relajaba, luego de tantas horas. Se sentía exhausta, pero al contemplar un reloj bastante peculiar colgado en la pared, pudo ver que aún era temprano.
Decidió que lo mejor sería bañarse. Pero se preocupó a recordar que no tenía sus cosas con ella. Abrió los distintos armarios distribuidos por la habitación y se llevó una sorpresa; estos contaban con toda clase de túnicas y vestimentas, al parecer, preparadas para ella.
Eligió lo primero que pudo sacar y abrió una de las puertas, con la esperanza de hallar un baño o algo que se le parezca. Tuvo suerte. Pero seguía sorprendiéndose, pues hasta el baño estaba repleto de lujos y toda su estructura era natural.
Un estanque hacía papel de bañera y contaba con su propia cascada. El agua estaba tibia.
Sin pensarlo dos veces se apresuró a quitarse la ropa y sumergirse en el agua, relajándose instantáneamente.
Ahí, sola y en silencio, pudo pensar en el loco día que había tenido.
-Vaya suerte-susurró.-. Primero de vacaciones, luego en una dimensión paralela. Esto sí que divertiría a Isaac.
Isaac era su pequeño sobrino, hijo de su hermana mayor, Julia. El pequeño, cada tanto visitaba a Camelia y adoraba pedirle cuentos de fantasía, como a ambos le gustaban. Camelia, encantada, en cuestión de segundos armaba siempre un mundo de aventuras distinto y el personaje principal, llevaba el nombre de Isaac.
Recordó su sonrisa con nostalgia.
Se encontraba bastante lejos de casa, sin poder comunicarse. Estaba casi segura de que su teléfono no le serviría en este mundo. Y no tenía certeza de cuándo volvería. O si lo haría.
Y después estaba la propuesta de Veeda Hinia.
Según ella, Camelia era muy importante en el reino. Pero su explicación dejaba muchos cabos sueltos que se convertían en preguntas sin respuesta.
Debía pensarlo bien. Le había dicho que en caso de no querer quedarse podría llevarla a su casa y nada ocurriría. Pero, ¿Eso realmente era así? ¿Y si la Fortaleza corría peligro y ella podía detenerlo? ¿Ella correría en lugar de tomar su responsabilidad?
Sin darse cuenta sus dedos ya estaban arrugados, era momento de salir.
Tomó la ropa limpia y, como pudo, se lo puso, atando aquí y allá a su parecer. Cuando estuvo conforme fue hasta la gran cama y se estiró en ella.
Inmediatamente cayó dormida.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
Una brisa fría la despertó. Era de noche.
Le costó entender que no se hallaba ni en su casa, ni en su cama. Estaba muy lejos de allí.
Con pereza, se levantó y cerró un gran ventanal, el cual no recordaba haber abierto. Al pie de ésta había un diván y, sin poder conciliar nuevamente el sueño, tomó las sábanas, rodeándose con ellas y se sentó a admirar el cielo.
Según el reloj, el día no tardaría en llegar, y debía tomar una decisión.
Si ella no entendía mal, su papel de Guardiana, era bastante importante... Sería muy egoísta rechazarlo. Pero, ¿No habían más candidatos? No podía ser solo ella, ¿Verdad? ¿Realmente era la única elegida o se lo había dicho para intimidarla y que se sintiera culpable en caso de querer irse?
Dudaba muchísimo que esto fuera así. No tenía sentido que Veeda Hinia la chantajeara si existían otros convocados.
Quizás era cierto; solo ella era la próxima Guardiana. Aún no sabía exactamente de qué.
Pero estaba decidido.
Dio un respingo; Cat había saltado desde algún sitio hasta sus piernas. No había notado que se encontraba ahí.
-Gato del diablo-rezongó.-, al fin te dignas a aparecer.
Cat la ignoraba completamente.
-Veo que no me has extrañado, eh. Gato gordo-acarició su panza con ternura.-¿Serás mi compañero en esta aventura?-suspiró.
Cat maulló. Camelia sonrió.
------------------------------------------------------------------------------------------------
Unas horas más tarde, el sol comenzó lentamente a iluminar el cielo, desplazando a la noche y los pájaros cantaron con fuerza.
Camelia notaba tener hambre pues su estómago rugía. Se había saltado la cena de la noche anterior al quedarse dormida. Aunque su estómago no era el único hambriento; Cat, con bastante energía suele ser lento y perezoso, sin comida, debes asegurarte de que aún vive.
Estaba tumbado, sin sonido alguno que emanara de su cuerpo. Camelia estaría tirada con él en el piso, pero se contenía.
Alguien tocó la puerta y se apresuró a abrirla.
Ahí estaba Naras con una sonrisa impecable. Como si hubiese dormido con ella en su rostro.
-¡Oh, qué bueno que esté despierta, señorita Leen, buen día!-saludó e hizo una reverencia cortés.
-Naras, sabes que puedes decirme simplemente Camelia-sonrió ésta. Naras le correspondió.
-Cierto. Lo siento, la costumbre-levantó sus hombros carcajeando.-. ¿Cómo dormiste?
Para Camelia era extraño que alguien demostrara tanto interés, pero supuso que era parte de su trabajo, pues Veeda Hinia la había asignado para ella.
-Muy bien-respondió cargando a Cat. Naras profirió un gritó. Cat y Camelia saltaron de sorpresa.
-Lo siento, Camelia-apenada cubrió su boca-. Le temo a los gatos.
Camelia no podía creer que alguien pudiera temer de cosas tan tiernas como los gatos. Su cara de desconcierto la delataba.
-Aquí, en la Fortaleza no es muy común ver gatos. Son animales del mundo humano-explicó avergonzada, admirando sus pies.
-Pues, Naras, creo que verás mucho a este desgraciado por aquí-rió.-. Y créeme cuando te digo que es incapaz de hacer daño. En especial si tiene hambre-se lo tendió. Naras no creía que fuera buena idea, pero aún así, con manos temblorosas, tomó a Cat, quién instantáneamente comenzó a ronronear.
La cara de la morena estaba iluminada. Parecía adorar de repente a los gatos.
-¡Vamos a darle comida a este panzón perezoso!-decía mientras acariciaba su barriga. Cat disfrutaba de sus atenciones. Camelia reía y giraba los ojos; Cat siempre se hacía querer.-Si te parece, puedes acompañarme al comedor y podrás desayunar. Me imagino que quieres comer.
Camelia asintió.
-¿Estás lista?-inquirió, notando por primera vez, cómo llevaba la túnica. Nudos por todos lados, algunos trozos de tela colgando, otros arrastrándose...
-Lo estoy-sonrió Camelia con orgullo. No hablaba simplemente de su vestimenta.
ESTÁS LEYENDO
El Octavo Libro
FantasyCamelia Leen no se imaginaba lo que esa isla ocultaba, guardando un secreto destinado solo para ella. Una antigua profecía, cerca de cumplirse. Enemigos legendarios, incluso antes de su llegada al mundo, la aguardaban. En su inocente y aventurera vi...