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Y ahí estaba yo, en esa clase de filosofía, tan aburrida, que observar al profesor era como mirar a una piedra y esperar que vuele, con unos compañeros de mierda, los cuales se pasaban la clase por el forro. Sólo una cosa hacía mejor esta hora, Él.
Era tan "correcto", sentado en su lugar, atendiendo a lo que el profesor decía, tomando apuntes, sin hablar apenas. Creo que era eso lo que me llamaba la atención de él.

Me pasaba la mayoría casi absoluta de la clase observando cada movimiento que realizaba, la forma en que mordía su labio inferior cuando leía algo en su libro de texto, o cuando arrugaba la frente y entornaba los ojos detrás de sus gafas cuando miraba la pizarra, la manera tan sencilla con la que pasaba su mano por su pelo mientras hacia alguna actividad...

Aunque coincidiamos en casi todas las clases no sabía apenas nada de él. Tampoco hablaba mucho, ni él ni yo, íbamos a nuestro rollo, sin importarnos el resto. Sólo sabía que se llama Dante, y bueno pues que tenía mi edad.

Un sueño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora