Sonó la campana y los estudiantes comenzaron a pararse de manera rápida para salir por la única puerta del salón.
Manuel cerró su libro y guardó sus cosas con calma, no estaba tan desesperado como el resto de sus compañeros por salir del lugar.
Manuel González, un chico chileno que se mudó al Perú hace casi un mes. Actualmente está viviendo con su abuela y otros familiares en la capital de este país. El clima familiar en su casa de su país natal nunca fue el mejor, y todo empeoró cuando les dijo a su familia que quería seguir la carrera de Literatura.
Por eso se había mudado con su abuela, ella misma le había propuesto la idea de venirse a su casa, que tenía un cuarto desocupado y que podría estudiar la carrera que deseaba en alguna de las dos universidades que la tenía en el país. Tal vez el familiar al que más quería era a esa señora, era muy amable, comprensiva y tenía un aura muy hogareño, dispuesta a abrir las puertas de su casa al familiar que lo necesitará.
Después de mudarse y se inscribió en una academia al frente de la universidad que quería, era de las mejores del país, por lo tanto; la competencia era fuerte y no quería que su debilidad en los números le costará el ingreso.
Salió del salón y se dirigió a la vereda de enfrente para tomar alguna micro que lo llevará al primer paradero que tenía que ir para luego tomar otro vehículo para poder llegar a la casa de su abuela; la academia estaba muy lejos, usualmente ella iba a recogerlo y se iban juntos, pero sabía que tendría que aprender a movilizarse solo; además, no quería hacerle hacer tanto esfuerzo a una mujer de su edad.
Veía a las micros pasar, llena de personas que terminaban pegadas al vidrio. No, aún no estaba tan desesperado para subir a un vehículo que estaba por reventar de la cantidad de personas que llevaban y que encima tenían la patudez de decir: "Suban, suban, micro vacío"
¡Estaba claro que la micro no estaba vacía! ¡Los vidrios se empeñaban por el calor humano!
Oh, bueno... "El" micro como decían la mayoría de peruanos que había escuchado... Para el sigue siendo la micro.
Al rato paso una micro vacía, eso era realmente extraño y no era bueno, nunca es bueno subirse a una micro vacía. Pero al ver personas irse a ella le dió confianza para ir a tomarla.
Pero esas pocas personas se convirtieron en varias... Muchas... Demasiadas personas corriendo, empujando se, peleando con uña y diente para subir ¡Hasta estaban tratando de abrir la puerta de atrás con las manos!
Aún no se sentía tan desesperado como para ese nivel de salvajismo.
Pero conforme pasaba el tiempo se estaba arrepintiendo de no haberse unido a ese grupo de salvajes, estaba pasando el tiempo y ya no veía esas micros que lo llevaban a su primer paradero, ya estaba comenzando a desesperarse, cada vez se hacía más tarde. Saco del bolsillo de su capucha su celular y le envío un mensaje rápido a su abuela que se iba a demorar un poco y luego lo guardo inmediatamente.
Estaba maldiciendo se por no haber subido a una combi cuando pudo, cuando vio llegar a una combi con tres asientos vacíos al menos, no lo pensó mucho y subió rápidamente al auto casi tirándole el pasaje al cobrador. Se sentó a lado de una señora que llevaba en sus piernas una bolsa. Sentía que podría llorar de alegría, pensó que llegaría más tarde.
Sacó su celular y vio que habían varios mensaje de la señora, se apresuró a contestarlos y decirle que no se preocupara, que ya estaba en camino.
Veía con atención la ventana, el viaje era largo pero temía distraerse y pasarse de paradero, había escuchado varias anécdotas de sus tíos sobre cómo se dormían en los viajes y terminaban en pampas... No quería ser como ellos.
Escuchaba al cobrador anunciar cada vez que estaban por llegar a un paradero.
-¡Panadería!-
En serio, siempre se preguntó cómo chucha habían decidido que cierta panadería en específico sería un paradero y punto de referencia, era bastante pequeña ¿Si quiera era popular o tenían buena comida allí?
El bus paró, bajando una persona; pero subiendo cinco en su lugar, bueno; no le interesa mucho eso sí es que él estaba sentado. Los dos últimos en subir fueron dos chicos llamándole uno mucho la atención.
Era un chico de estatura promedio, piel morena, cabello negro y algo largo; pero eso era normal, los chicos en Lima tendían a tener el cabello largo, algunos hasta minas parecían, ojos de un color que le parecían dorados pero veía eso imposible, vestía unos jeans simples, una camisa celeste a cuadros y una casaca negra, también llevaba puesto los audífonos.
El chico moreno apoyó su mano en el asiento enfrente de Manuel y se puso algo encorvado por lo bajo del techo del medio de transporte, a su lado estaba otro chico moreno de cabello castaño bastante oscuro y que se veía menor al otro.
Pero el otro no le llamaba tanto la atención como el mayor, tenía una ligera sonrisa en el rostro ¿Por qué sonreía? Vio mover su cabeza en dirección suya y miró hacia la ventana rápidamente.
Tenía que admitir que era realmente atractivo ese chico, dirige una pequeña mirada al chico que volvía a ver a abajo con una ligera sonrisa. Su sonrisa era demasiado hermosa y sus ojos; el brillo de vida que tenían lo hipnotizaba.
Recordaba cuando estaba en la media escuchaba a compañeras y alguna que consideraba amiga hablar sobre sus "crush", chicos que había visto yendo a comprar o estando en la micro y había quedado encantadas por su físico y se la pasaban hablando de él por una semana aun que supieran que nunca los volverían a ver.
Ahora se sentía casi tan tonto como esas chicas, el chico le parecía hermoso, un gusto para la vista y odiaba que le pareciera así. Intentaba mirar a otro lado pero sus ojos terminaban buscando al chico sin nombre.
Podía sentir como si estuviera sonando de fondo "Me enamoré con una mirada" de "Los Vázquez", lo cual le fastidiaba bastante... Malditas canciones de la radio...
La combi paró y se escucho la voz del cobrador gritar el paradero, la señora a lado suyo le pidió permiso para bajar. Se hizo a un lado para dejarla bajar y luego se pegó a la ventana.
Para su mala suerte, esperaba que aquel chico de ojos dorados se sentará a lado suyo, pero en cambio se sentó el otro chico moreno.
Y el asiento a lado suyo no fue el único en desocuparse, se desocupo uno atrás que fue ocupado por su "platónico"
El viaje transcurrió normal y cuando avisaron que ya iban a llegar a Habich pidió permiso al chico a lado suyo y bajo de la combi.
Al poco rato tomó otra combi que lo llevará a Semáforo; y dale con poner nombres de cosas que hay en cualquier puto lado a los paraderos y pudo llegar por fin a su casa teniendo en mente aún el rostro de aquel chico.
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Combi (Pechi/Latin Hetalia)
FanfictionDespués de un pesado día en la academia ver a un chico tan lindo cómo ese le levantó un poco el ánimo