Micro side

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Miguel esperaba el micro junto a su hermano.

—¿Y ese?—

—No, tampoco va...—

Julito hizo un puchero y Miguel suspiró cansando, su hermano no dejaba de preguntarle por cada maldito micro o combi que pasaba si es que iba o no a su destino.

Su tío Antonio los había invitado a ir a comer a su ex universidad, ya que al parecer dejaban entrar a los ex alumnos y si se pedía el permiso correspondiente podían ingresar visitas.

Miguel aceptado encantado, era la universidad a la cual el deseaba ingresar, se había esforzado todo su cuarto y quinto de secundaria para estar listo para el examen de ingreso en Febrero, ir al campus le llenaba de emoción. Luego estaba Julito que iba más por la comida, aún tenía tres años de secundaria por delante.

—¡Es ese!—

Exclamó Miguel señalando el micro que iba bajando la velocidad conforme se acercaba al paradero. El chico de ojos dorados cogió la mano de su hermano y subió rápidamente al micro buscando un asiento.

Para su mala suerte solo había un asiento vacío que su pequeño hermano no dudó en tomar, carajo...

Se agarró lo más rápido que pudo del tubo que se encontraba en el techo e hizo peso para no caerse cuando el micro arrancó. Sentía como sus pies se movían y perdía el equilibrio a veces provocando risas burlonas de parte de su hermano. Veía a otras personas estar paradas como si nada, sin moverse ni un centímetro a pesar de pasar por varios baches ¡¿Es qué los limeños tenían pegamento en las suelas de sus tabas?!

Ellos no eran de Lima, eran de provincia. Pero en las vacaciones a veces venían a la capital para visitar a su tío, aún que ahora ya no era una visita. Cuando Miguel se graduó inmediatamente equipo todo lo que necesitaba para sobrevivir y se fue a Lima a vivir junto a su tío en su departamento; y bueno, Julito quería pasar sus vacaciones con su hermano, lo iba a extrañar mucho.

El vehículo paró y uno de los dos asientos al frente de Julio se desocupó, Miguel no dudó ni un instante en sentarse en el asiento. Estaba tan feliz por sentarse hasta que vio a una señora mayor subir al bus, inmediatamente cerró los ojos y fingió dormir, ya que no era asiento preferencial no se veía obligado a pararse para cederle el asiento y no quería que lo obligarán.

—Que caballero...—

Dijo burlón el moreno menor.

—¿Por qué no le cedes tú el asiento?—

Respondió en el mismo tono el mayor.

Para suerte de ambos alguien más le cedió el asiento a la señora.

Pasaban los paraderos, personas bajaban y otras subían. La persona a lado de Miguel le pidió permiso para pasar y luego se fue dejando el asiento vacío. Miguel corrió de lugar dejando disponible el asiento a lado del corredor.

Julito iba a pararse para sentarse a lado de su hermano, pero un chico castaño se le anticipo y ocupo el asiento vacío a lado de su hermano.

Miguel dió un vistazo rápido al chico a lado suyo que inmediatamente al notar que lo veía desvió la mirada. Miró hacia la ventana y aguantó la risa, lo vio subir desesperado y prácticamente abalanzarse al asiento vacío. No era de Lima y se le notaba mucho, le escucho murmurar algunas groserías, y por su forma de hablar tampoco era de Perú.

Aprovechó que el chico miraba otro lado para analizarlo, era de tez clara, ojos marrones, cabello castaño y corto, de contextura delgada y llevaba una capucha roja. Estaba abrazando una mochila, tal vez se iba a estudiar o algo.

Tenía que admitir que era bastante lindo, aún que pareciese que nunca dejaba de fruncir el ceño.

Las puerta del micro se volvieron a abrir y el medio de transporte comenzaba a llenarse de gente, provocando que comenzará a hacer calor obligándolo a abrir la ventana.

Pasaron los minutos y el micro se detuvo durante bastante rato.

—Tamadre—

Veía por la ventana la gran cantidad de vehículos delante suyo. Ojalá no lleguen tan tarde.

Volteo por curiosidad a ver al chico a lado suyo empezando a cabecear. Si es que tenía razón y ni siquiera era peruano, no era recomendable dormirse en los micros a no ser que ya tuvieras desarrollada la habilidad de despertarte justo en tu paradero.

Miró hacia la ventana y comenzó a tararear en voz muy baja una canción de los Mojarras, cuando al sentir algo en el hombro lo hizo voltear.

El chico se había terminado de dormir y su cabeza había terminado por caer en su hombro.

No era la primera vez que le pasaba, pero usualmente eran personas adultas o ya mayores que lo hacían muy incómodo; pero para su suerte, esta vez quien estaba descansando en su hombro era un chico bastante atractivo.

El carro comenzó a moverse haciendo que el chico dormido se acomodará mejor sin despertarse. Sentía que iba a morir de ternura al ver la expresión de fastidio que hizo cuando el micro avanzó.

Pasaron dos paraderos y el joven seguía durmiendo, Miguel no dejo de verlo en ningún momento.

—Miguel—

Aquel chico tenía una expresión bastante relajada.

—Miguel—

Tenía los labios un poco abiertos.

—Miguel—

Y sus pestañas eran algo largas.

—¡MIGUEL, EL PARADERO!—

Gritó harto el menor de que su hermano lo ignorara. Pero el grito no solo sacó de su trance a Miguel, sino que también hizo que Manuel despertará.

—¡BAJO PASANDO!—

Gritó el peruano mientras se paraba y salía al corredor del micro, inmediatamente cuando se abrieron las puertas del medio de transporte este salió corriendo junto a su hermano casi cayéndose en la vereda.

—¿También te dormiste o qué?—

—...—

—Como sea, ya vámonos, tengo hambre...—

Combi (Pechi/Latin Hetalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora