Esa tarde había quedado con Ka en la biblioteca para seguir con el trabajo -interminable- de literatura, así que volvía a estar en la parada de autobús, pero esta vez puntual, y mientras esperaba decidí ponerme a leer.
Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos,
también puede besar con la mirada.Noté cómo alguien se sentaba junto a mi, pero no levanté la cabeza del libro.
-Te estoy besando con la mirada, no sé si te estás dando cuenta -me susurraron al oído.
Me puso roja y cerré el libro de un golpe.
-Es de mala educación leer los libros ajenos -señalé sin alzar la vista, intentando sonar contrariada. Me crucé de brazos-. Además, un beso es cosa de dos, y yo no te estaba mirando -había sonado mejor en su cabeza; genial, ahora estaba quedando como una idiota.
Me encogí en mi asiento, muerta de la vergüenza.
-Cuando enmudece tu lengua, y se apresura tu aliento... -empezó a recitar el chico desconocido, de nuevo en susurros. Ella quería girar la cabeza para ver quién era, pero no me atrevía- y tus mejillas se encienden y entornas tus ojos negros, por ver entre sus pestañas brillar con húmedo fuego -recalcó especialmente la palabra "húmedo"- la ardiente chispa que brota del volcán de los deseos, diera, alma mía, por cuanto espero, la fe, el espíritu, la tierra, el cielo.
A estas alturas ella ya estaba igual de roja que la lava del volcán que había mencionado, ¡por favor que se callara ya y la dejara en paz!
-Eh... Yo... -Silencio. ¡Pero dí algo ya! -¡Me tengo que ir, adiós! -Y me levantó de un salto dispuesta a irme.
Mierda, ahora me estaba alejando, pero no podía alejarse mucho porque si no el autobús no la vería. Genial.
-¡Espera! -gritó él mientras se reía.
Ella inevitablemente se giró: era un chico guapísimo. ¿Eh, hola? Cuando ella estaba guapa nunca le pasaba nada pero el día que había decidido no peinarse y dejarse el maquillaje del día anterior le hablaba un chico que parecía modelo.
-¿Ha pasado ya el 3?
Ella seguía sin poder hablar. Venga, di algo inteligente.
El chico se acercó a ella.
-Por aquí solo pasa el 3, así que no tardará en llegar -había logrado articular una frase, lo que era todo un logro.
El chico esbozó una sonrisa de medio lado, mirándola fijamente.
-Gracias.
-Si, bueno, el cartel te podría haber respondido mejor que yo -dije señalando al mapa de las líneas de autobuses donde estaban las horas a las que venía el autobús.
Él se limitó a seguir mirándola, y a cruzarse de piernas.
-No creo.
Joder, con tanta miradita me estaba poniendo muy nerviosa. ¡Por fin! A lo lejos vio cómo llegaba el autobús, así que saqué el dinero de la cartera, guardé el libro en su bolso y esperé a que se acercara.
Pagué mientras pensaba en lo que acaba de pasar, y me di cuenta de que él no me había seguido.
-¿No vas a subir? -le pregunté viendo cómo se seguía ahí parado.
-No, nunca he dicho que fuera a montarme -me desveló, encogiéndose de hombros.
Me sentí bastante tonta, otra vez.
-Ah, vale -yo también me encogí de hombros-, pues adiós, supongo.
Me giré y busqué un sitio dónde sentarme. En fin. Biblioteca, allá vamos.
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Inefable
Teen Fiction-Bueno, esa no es mi palabra favorita, pero está en mi lista de palabras bonitas -contesté sin atender al tono de burla de su voz. -¿Tienes una palabra favorita? -se lo pensó mejor-. Espera, espera, ¿tienes una lista d... -no pudo continuar porque y...