La verdad es que no tengo ni la más remota idea de cómo has acabado aquí, leyendo esto. Especialmente dedicando un poco de lo llamado tiempo de oro en leerme a mí. Pero no eres tonto y tampoco creo que tenga ese honor y a la vez la presión de que este sea el primer libro que lees. Sería algo remotamente imposible y absurdo. Por si acaso, déjame que te aclare. No quiero parecer borde y me estoy esforzando demasiado por causar una buena impresión. Para que mentir. Pero aquí estas y por si no lo sabes, estas en el comienzo. Prométeme quedarte hasta el final y yo prometeré que esto que no parece más que un prólogo sea el camino a algo grande. Sinceramente, los principios siempre han sido mi parte favorita de la historia e incluso nosotros estamos rodeados de ellos. Cuando te adentras en algo nuevo, aprendes por primera vez aquello que tanto te interesaba e incluso sin ir más allá esa sensación de montar en bici la primera vez, y lo has hecho tú solo sin necesidad de unas ruedas de atrás y por un momento eres solo un crío pero el más feliz del mundo y no te importa nada más. En la vida pasa un poco igual .Incluso cuando te enamoras por primera vez y nunca has sabido lo que se siente. El caso es que en cada historia uno se adentra sin saber lo que el futuro le depara y esa es la gracia. Tú me estás leyendo sin tener la mínima idea de dónde vamos a acabar. Y no esperes que haga una excepción y te lo diga porque no quiero hacer spoilers de mi propia historia; y porque ni yo misma se dónde acabaremos. En fin, permítete imaginarte el principio de una saga, básicamente el comienzo de cualquier cosa. Luego llegan los chascos, las meteduras de patas, las decepciones y básicamente todo lo que no sale en los cuentos de princesas y hadas. Vaya una manera poco formal tengo de comenzar una historia. Un prólogo que habla de prólogos. Resulta hasta cómico, lo sé pero lo importante es que aquí lo tienes. Y bien, si estás dispuesto a no dejarte guiar tan solo por primeras impresiones y no dejar que los cuentos de princesas te engatusen, aquí te dejo con mi historia. Ya no tengo la responsabilidad que conlleva ese diminuto pero desastroso adjetivo demostrativo posesivo singular que incluye a una sola persona. Esta historia es nuestra y de todo aquel que quiera formar parte de ella. Sin más preámbulos y dejando a un lado mis grandes dotes por la lengua podemos dar por comenzada esta historia