En ruina...

24 0 0
                                    

Era una tarde hermosa tal vez la más bonita que tendría en toda mi vida, los colores eran tan puros y se mezclaban perfectamente, yo estaba sentada en lo que antes sería un árbol frondoso y enorme; el pasto tan verde y las mariposas revoloteando hacían de la escena una perfecta para un cuadro pero no para mí pared. Yo tenía el corazón lastimado.
A lo lejos ví que se acercaba con su típico caminar de temor como si tampoco quisiera que pasará, eso me hizo sentir más nerviosa y entonces comencé a recordar cómo habiamos llegado hasta ese momento como después de todo terminamos siendo lo que no debíamos ser, recordé que antes de dar el primer paso me lo advertí sabía que solo había dos posibles cosas una era que nos amaríamos hasta enloquecer y la otra que terminaríamos destruidos.
-Hola. Saludó secamente.
Sólo movi la cabeza imitando un saludo y el se sentó a lado mío.
-linda tarde ¿No crees? Pronunció para romper el hielo.
-Si-Conteste, sentía que tres palabras más y me soltaría a llorar como niña pequeña en berrinche, no lo soportaba pero como siempre estaba mi lado orgulloso para defenderme y dejé atrás la melancolía para poder hablar o tal vez solo la convertí en repugnancia.
-Ah si, si que lo es pero no estamos aquí para ver el atardecer ¿o si?-Agregue
-No, estoy aquí para despedirme y traje ésto. -Me tomo la mano que tenía boca abajo encima del tronco, la volteo y puso en ella un sobre blanco que contenia dos iniciales la de su nombre y su apellido, no fui capaz de mirarlo pique los ojos en el sobre tratando de controlar a mis malditas hormonas que pedían lágrimas y me limité a suspirar, se acercó y me besó en la mejilla luego pronunció unas palabras que no puedo recordar o simplemente no las quiero recordar y se marchó hacia la luz del sol, minutos después el sol se ocultó como si el se lo hubiera llevado y luego solo estaba la oscura noche, el sobre, el tronco y yo. En ese momento no sabía lo que estaba pasando, no lloré, no sonreí, no me moví; solo contemple el cielo hasta que por fin sentí el frío y me fui a casa. Mi mente estaba bloqueada, mi cuerpo cansado y mi alma en ruina.

El arte de herirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora