me lo advertí.

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Bastaba con caminar por los mismos pasillo, cruzar las miradas de vez en cuando, unas veces intercambio de palabras y muchas otras no, pero le hice caso a mí instinto, a la parte de mi mente que siempre hace que me meta en problemas...

El clima estaba perfecto, caminaba mientras tarareaba una canción de esas que no le gustan a nadie pero a todos se les pegan, el iba unos pasos más adelante de mi, de pronto, el buen clima, la cancioncita y tal vez el café que tome por la mañana (y me hacía estar ansiosa) hicieron su efecto, aceleré el paso para alcanzarlo hasta llegar a su lado y preguntarle a dónde iba.
–¡Hola! –dije, interrumpiendo su soledad.
–jaja hola ¿Qué pasa?
– ¿Para dónde vas? Creo que vamos para el mismo rumbo
– Seguro que si, te he visto por aquí varias veces.
– ¿Llevas prisa? –pregunté
– No, pero al parecer tu si o ¿Así caminas de rápido? – me preguntó mientras me miraba y ¡Boom! Sus ojos  chocaron contra los míos. No eran normales jamás había visto color semejante, no eran verdes, azules o grises, creo que ni siquiera puedo describir el color, aunque recuerdo perfectamente la mirada tan pura, fue cuando mi mente me dijo: "estás demente" luego comenzaron las advertencias: no estás libre, no le interesas para nada, no lo conoces, no te conoce, es un buen chico y tú lo arruinas todo, solo hay dos posibilidades , 1. Se van a enamorar intensamente, serán muy felices juntos, van a enloquecer y nunca se van a dejar de querer. 2. Se van a enamorar intensamente, pero si no les parece suficiente terminarán por destruirse.
Si tan solo me hubiera escuchado...
–Estas conmigo en clase ¿No? –seguí rompiendo el hielo
–si
–Pues si no te molesta podemos acompañarnos después de clases.
–Me parece bien.
–Por aquí te dejo, para no tardar en llegar a mi casa, nos vemos mañana.
–okay, hasta mañana.
El siguió derecho y yo me desvíe.

En el camino me regañaba a mi misma,  aunque aún estaba muy a tiempo de evitar todo ni siquiera había pasado gran cosa, excepto esa mirada que me hacía poner los pies sobre la tierra. Dicen que el amor es para volverse locos pero si yo ya estaba loca él era el tornillo que me faltaba.

El arte de herirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora