Lo que nunca sabrás

Ethan había faltado dos días seguidos a clases, lo que era completamente extraño. Entonces después de clases decidí ir a su casa que estaba un poco alejada de la mía y del centro del pueblo.

Pero no había nadie, todo tenía un aire de vacío, una señora que estaba regando el jardín del frente de su casa me miró extraña, intentando saber de dónde le parecía conocida mi cara.

Hasta que se vió decida a hablar.

— No hay nadie, se mudaron hace unos días.

— ¿A dónde? — me atreví a preguntar.

— Realmente no lo sé, creo que pasaban cerca de Florida en ese viaje. Lo siento mucho.

— Ah, no es nada.

No, no es nada.

No pasa nada...

Corrí mientras me aferraba a las tiras de mi mochila, sin saber adónde iba exactamente.

Hasta que me adentré al lugar en dónde siempre íbamos a pasear, el campo que estaba a diez calles lejos de su casa. Entonces me detuve con la vista borrosa, caminé hasta un sauce llorón en dónde teníamos muchos recuerdos.

Entonces lo vi, una bolsa negra colgando de una rama del árbol.

Tiré de ella hasta que la cuerda que sostenía la bolsa se rompió.

Y vi las cartas, leí cada una de ellas con lágrimas.

Lo odie por haberme dejado de esa forma, nos odié por guardar muchas cosas.
Llegué tarde a casa lo que significaba problemas, pero ningún problema en ese momento sería tan grande como lo era el hecho del que él se haya ido.

Lo único que agradecí fue que no se haya despedido de la forma correcta, ya que no lo soportaría.

Esa misma noche del día que supe que él ya no volvería me dediqué a escribirle mi primera y última carta a Ethan, una que nunca enviaría porque no sabía su destinatario.

¿Lo quería? Sí, aunque él nunca lo sabría, sin embargo, nadie espera toda una vida por algo que no valía la pena.

Lo supe cuando años después lo vi, lo vi con una familia y feliz.

Nos hicimos muchas promesas que no cumplimos. Fuimos sentimientos y palabras escondidas.

Pero siempre te querré, te quise aunque fue lo que nunca supiste y lo que nunca sabrás.

•••
Fin.