Capitulo 5: El viaje.

200 18 10
                                    

Dos bicicletas paseaban por el estrecho camino que se abría entre el campo, Robert encabezaba la expedición, señalaba lugares y daba algún dato acerca de ello, aquel viaje sólo era risas y amor. Tiempo y recorrido después, aquella pareja tan dispareja había llegado a un pequeño pueblo donde comerían y pasearían un poco, para su suerte encontraron un restaurante con buena pinta así que decidieron pausar ahí el recorrido.

— ¿Ya saben que van a comer?— preguntó un joven camarero acercándose a la mesa cuando la pareja tomó asiento.

— ¿Que vas a pedir?— preguntó Emily al mayor al ver que este no quitaba la vista de la carta.

— Tú ordena, pediré lo que tú comas— dijo Robert con una sonrisa.

— De acuerdo— dijo la chica dirigiéndose ahora al camarero— dos ensaladas de papa y dos cervezas, por favor.

Los platillos tardaron unos minutos en llegar a la mesa, mientras Robert y Emily platicaban acerca del maravilloso viaje. Cuando los alimentos llegaron, ambos se dedicaron comer y no hablaron mucho durante ese tiempo.

— ¿Cuánto va a ser?— preguntó Robert al camarero y una vez que el precio fue indicado, pagó, agradeció y volvió a tomar su bicicleta— lo olvidaba, niña ¿puedes llevarle la propina al camarero?

Emily tomó las monedas de la mano de Robert y con la vista buscó al escuálido chico que tan amablemente los había atendido.

— Muchas gracias— dijo la joven sonriendo y entregando las monedas.

— Espero que a tu padre le haya gustado la comida— dijo el chico señalando a Robert.

— Claro, disfrutó mucho su comida. Hasta luego.

Emily caminó lentamente hacia Robert y sin vergüenza alguna clavó un pequeño beso en los labios del mayor asegurándose que aquel ignorante camarero los viera. Al ver que su plan había funcionado al pie de la letra, Emily sonrió con superioridad y tomó su bicicleta.

— ¡Robert! ¡No tan rápido!— pedía la chica mientras bajan de una colina a toda velocidad.

— ¿Crees que vamos rápido?— dijo Robert sonriendo de ternura— vamos, deberías frenar, niña.

Unos kilómetros más adelante se encontraron con otro pueblo, donde sería la siguiente parada.

— Déjame mostrarte a donde vamos— paró Robert sacando un mapa de su bolsillo.

— Déjalo, no quiero saber— siseó Emily con una gigantesca sonrisa y sin aliento.

Al acercarse al pequeño poblado, Emily bajó de su bicicleta y la dejó recargada en la pared de una antigua iglesia. En el interior de esta se percibía un agradable canto, un coro formado por niños y niñas pequeños, Emily no dudó en entrar y tomar asiento en una de las desgastadas bancas del lugar.

Por otro lado, Robert se había quedado atrás por observar y analizar aquel arrugado mapa, y cuando alzó la mirada Emily ya no se encontraba cerca de ahí. Un poco preocupado, busco a la chica por el pequeño poblado pero no tuvo mucho éxito, hasta que reconoció aquella bicicleta recargada en la pared de la iglesia, supuso que la chica estaría ahí. Entró no por la puerta principal, sino por una que estaba en un costado, recorrió el lugar con la mirada hasta que encontró a su chica, Emily estaba en una de las bancas, tenía los ojos llorosos y las mejillas rosadas, con atención escuchaba aquel conmovedor canto que había tocado lo más profundo de su ser. Robert permaneció en la puerta mirando a la chica con una sonrisa en sus labios, aquella imagen enternecía cada parte de su ser, aquella imagen lograba enamorarlo aún más...

(...)

Robert estaba sentado en una roca, observando como la más joven nadaba a los pies de una pequeña cascada, Emily se divertía, en sus ojos lo demostraba.

— ¿Que estás haciendo?— preguntó la chica.

— Observándote.

— ¿Por qué?

— Porque eres lo mejor que me ha pasado...

Pasión secreta. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora