El gato de oro, el escarabajo negro y el cuervo escarlata

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Si estas han de ser mis últimas palabras, que así sea, pero las haré contar. Mi resignación a esta altura ya es total. La singularidad de los hechos que me arrastraron a estas circunstancias probablemente estremezca y espante a muchos, mientras que a otros, con seguridad, les vayan a parecer inverosímiles. Aunque perdí toda esperanza de salir vivo de esta horrenda situación que ni a mi más arraigado y odiado enemigo le desearía y mis nervios ya sucumbieron ante la inminente imposibilidad de volver a ver la luz del día, entrego mis últimos esfuerzos y aliento a dejar registro de los trágicos hechos y desventuras que me forzaron y acercaron lentamente a mi oscuro e ineludible final. No voy a desperdiciar el poco tiempo que con certeza me queda en lamentos inútiles ni en testamentos sin sentido; es preciso que intente contar mi extraordinaria historia antes de perderme para siempre. Como bien dije, creo necesario mencionar que probablemente encuentren mi relato como ficticio u obra de un delirante, pero firmo con mi vida estas palabras y aseguro que nunca estuve tan despierto y cuerdo como en los últimos días.

Mi nombre es Allan P. Ragde, poseo un doctorado en arqueología con especialización en el campo del Egipto Antiguo. Supe ser un gran estudioso de la paleografía aunque en pocas líneas les será evidente que para nada eximio. Soy el segundo asistente restaurador del Museo del C... aunque no viví toda mi vida aquí. Hace exactamente una semana que llegó al museo una colección egipcia recientemente hallada en Irán a las afueras de Persépolis, antigua capital del Imperio Persa por la cual recibió su nombre, por el difunto paleontólogo R... en la última y oscura expedición que dio fin a su carrera. Sus hallazgos fueron a parar al Museo Nacional de I... pero tras una serie de estudios, nuestros colegas decidieron derivar el cargamento a nuestro museo para ser sometidos al diagnóstico y cuidado del equipo más reconocido y capacitado -me atrevo a decir del mundo- en dicha área; un equipo abocado enérgica y exclusivamente a lo que vulgarmente podríamos sintetizar como "curiosidades faraónicas" del cual yo formo parte. El hecho de delegar determinados artículos hallados por el Prof. R... se atribuye a que ciertos objetos -tres para ser preciso- fueron curiosamente identificados como originarios de la colección privada de tesoros de nada más y nada menos que el faraón más longevo de la historia, aquel que supo gobernar Egipto durante 66 largos años de su nonagenaria vida, Ramsés II. Poco sabemos de dichos artefactos pero por la clara marca que, a diferencia del resto de los hallazgos de la expedición iraní, estos 3 condenados animales llevaban en su base fue identificada como el emblema característico de la cámara principal del cuerpo momificado del faraón. Refiero a las piezas por "animales" porque eso representan, o tal vez pueda afirmar a esta altura que son. De los 14 elementos históricos descubiertos en la empresa que dio fin a la vida del Profesor, 6 fueron identificados con dicha insignia, 3 de los cuales fueron delegados a mi cargo. En toda mi carrera jamás me había topado con objetos tan singulares en todo sentido. Recuerdo perfectamente la primera vez que posé mis ojos sobre ellos. Sé que va a sonar exacerbado pero al verlos sentí un inexplicable terror. Mi cuerpo se paralizó por un momento; mi piel se erizó electrizada por un indescriptible miedo irracional y espontáneo; sentí un rayo helado atravesando cada vértebra de mi columna generando escalofríos y sacudiendo mi alma como un tifón endiablado a un barco errante. Lo recuerdo. Lo recuerdo bien. Fueron los malditos ojos de ese gato los que primero convulsionaron mis nervios. Duró un segundo, quizá menos, pero ese ínfimo instante de obnubilación total y premonitoria debió ser suficiente testimonio para anunciarme el principio del fin. Posaban frente a mí, un gato de oro sólido del tamaño de mi antebrazo con detalles en oro cobrizo y zircones brillantes de un valor incalculable y, cómo olvidarlos, unos ópalos de fuego infernales por ojos que penetraban mi espíritu como una flecha envenenada y certera; un zafiro negro como la muerte misma del tamaño de mi puño con detalles de espinelas y fluoritas violaceas asemejando de una forma hiperrealista y sumamente grotesca a un Escarabajo Ciervo Volante, quizá la especie más tremenda, impactante y desagradable de su especie por sus espectacularmente gigantescas mandíbulas como de cornamenta y de apariencia amenazante; por último, se exhibía ante mí un cuervo tétrico y sobrio, extenso como mi pantorrilla y compuesto entera y únicamente de rubí escarlata que inspiraba terror de solo sentir su presencia en la habitación. Quizá piensen que mis palabras son desequilibradas y que exagero al plasmar mi percepción de la realidad, pero créanme cuándo les digo que nunca vieron lo que yo vi ni poseen los conocimientos que yo adquirí. Tal vez fue una sensación o un presagio, probablemente fue una asociación rápida e inconsciente devenida de mis estudios. Pero aplicando un análisis más racional, para los egipcios estos 3 animales tenían fuertes significados que en conjunto me dispararon un tornado devastador de hielo en el pecho. Poco y nada hay sobre los cuervos en las escrituras jeroglíficas porque eran considerados animales de mal augurio, su mera mención invocaba la destrucción y la malevolencia; en vida, se creía que los escarabajos como símbolo brindaban a su portador fuerza, poder y protección contra el mal, tanto visible como invisible, pero en la muerte, otorgaban a su portador el don de la resurrección y la vida eterna; finalmente los gatos eran quizá el animal más sagrado de todos por ser distinguidos como protectores divinos de los hombres. Es tal el respeto que les tenían a los gatos que los Persas los derrotaron en la Batalla de Pelusium por su perspicacia militar al llevar en sus escudos la imagen de la diosa Bastet (cuya representación era una mujer con cabeza de gato) y de esa manera conseguir la inhibición para atacar por parte sus enemigos, aniquilando a 50,000 soldados egipcianos en contraste con apenas 7,000 bajas persas. La combinación de esos 3 símbolos como parte de una misma colección privada de uno de los faraones más reconocidos de la humanidad por su crueldad en vida simplemente helaba mis huesos. Perros, gatos, escarabajos, águilas, todas criaturas comunes en su sistema de creencias. Pero era esa maldita ave escarlata de mal agüero la que resignificaba por completo el conjunto y me estremecía de pies a cabeza. Un cuervo, un escarabajo y un gato; destrucción, inmortalidad y protección. Me revuelve las tripas asociar hasta de manera infantil esos conceptos que suenan como la lista de ambiciones básicas de cualquier villano de ciencia ficción. Un tirano como la historia indica que fue Ramsés, el Grande. Hay ciertos estudios que avalan la crueldad e indiferencia de este padre de más de 100 embarazos, desde las trampas que hizo colocar alrededor de los sitios donde tenía sus tesoros guardados hasta la repulsiva y diabólica costumbre de exhibir los cadáveres de sus enemigos colgándolos de las paredes de los palacios y murallas dejándolos pudrirse ante los ojos del mundo. Enormes cantidades de cuerpos decapitados fueron descubiertos hace algunos años en una campaña arqueológica frente a uno de sus templos, y esto a pesar de que los sacrificios humanos habían dejado de ser practicados en la cultura egipcia desde hacía ya varios siglos.

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⏰ Last updated: Jan 21, 2018 ⏰

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