II

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Una, dos, tres veces, le da una hojeada a espejo; y aún no se cree que la persona que se ve en el reflejo es ella. Sakura hace a un lado los labios en señal de disgusto.

—¿Ya frente, puedes salir? ¡Queremos verte!

—¡Sakura!

Un mini—puti, piensa—vestido negro con corsé incluido, blusa blanca con holanes debajo de éste y botines de tacón de más de diez centímetros, además de una capa color rojo con capucha: ese es su disfraz de Caperucita roja que se supondría, la haría lucir como toda una femme fatal. El maquillaje en su rostro sólo reafirma lo atrevida que se ve y piensa con ansiedad que preferiría quitarse todo eso de encima y colocarse su pijama de Pusheen.

—¡Frente...!

—¡Joder Ino, ya voy! —grita, deslizando su cabello hacia delante. El sujetador pushup que compró para la ocasión le ha aumentado el busto de manera favorable y la sola idea de verse vestida así en la fiesta organizada en el departamento de Sasuke le ocasiona un incómodo vacío en el estómago.

Titubeante, pero reconociendo que ya no hay de otra, dirige su mano hacia el pomo de la puerta del baño y lo gira, mirando de mala manera al ángel y al demonio que hasta este momento la esperaban impacientes.

—Bueno, aquí estoy. ¡Me siento como una prostituta! —chilla, analizando silenciosamente el aspecto de sus amigas. Ino Yamanaka sólo porta un sencillo vestido blanco ajustado en sus atributos más notables además de unas graciosas alas blancas de tamaño pequeño, por el lado de su cabello rubio, éste le cae con gracia por la espalda, adornándolo con una aureola dorada.

"Podría lucir angelical pero después de todo, es Ino", piensa Sakura, cruzándose de brazos.

—Bueno, pero te ves linda. —aboga Karin, dirigiendo sus manos hacia atrás para reacomodar su cola de caballo. Al igual que Ino, viste un vestido ajustado, pero éste es de color rojo y unos cuernos de demonio yacen en su cabeza.

Ino y Karin decidieron sincronizar sus disfraces para la fiesta, dejándola a ella como Caperucita—piruja—roja. La pelirrosa dirige sus ojos verdes hacia Ino, suplicándole mudamente que la deje cambiarse. Pero para la rubia no existe ningún tipo de arrepentimiento y la toma del brazo con fuerza, arrastrándola hasta la puerta.

Gime de dolor y la otra afloja su agarre.

—No seas tan cobarde, frente. —El resonar de sus tacones plateados de ocho centímetros resuena por el departamento. —Ya pronto llegará el Uber, sólo atrévete.

Karin, cruzada de brazos, las sigue, tomando los bolsos de las tres del perchero de la esquina de la casa. Dirige su mirada hacia atrás—viendo todo el desastre regado en el piso por su faena en arreglarse—y se encoge de hombros, ya puede imaginar la pelea que habrá para decidir quién limpiará todo mañana.

—¿Qué echo en los bolsos niñas?

—Dinero, nuestros celulares y por supuesto, maquillaje por cualquier cosa. —contesta Ino, empujando a Sakura hacia uno de los sofás del living.

La pelirrosa le frunce el ceño y está a punto de replicar hasta que el teléfono de su mejor amiga vibra en la mano de la pelirroja.

—Ya llegó el Uber. —declara, echando el aparato en el bolso de la rubia.

—¡Noche de fiesta, sí! —grita, con un volumen tan alto, que las chicas no dudan en que el grito debió de haberse escuchado por todo el edificio.

Cuando están afuera las tres a punto de abordar el auto, una corriente de aire se desliza por sus piernas, haciéndolas temblar. Las tres castañean durante unos momentos y se miran entre sí, preguntándose si deberían regresarse por una sudadera, respuesta: no, como mujeres tercas que son, lo dejan pasar y suben al auto, pensando que una sudadera arruinará su estilo—cosa irónica considerando que las tres estudian sobre ciencias de la salud—. Sakura queda del lado de la ventana y saca su smartphone, eligiendo con su dedo la opción de cámara frontal para usarla como espejo.

Caperucita roja y el lobo ferozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora