III

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Advertencias: Si son lectores desde los primeros dos capítulos, reléanlos por favor, he cambiado algunas cosillas. Posible Ooc. Podría haber dedazos porque ya quiero publicarlo... Fin de advertencias.


—Itachi-kun, ¿mi cabello es feo?

El niño parpadea un par de veces antes de fijar su mirada en ella, quien con sus ojos brillantes parece ansiar su respuesta como si fuera un salvavidas.

—¿Por qué dices eso?

—Me molestan en la escuela por mi cabello...

Sus labios esbozan una sonrisa sincera cuando la toma de la mano.

—Al menos a mí me gusta mucho, es como un suave algodón de azúcar.

—Te ves hermosa, Sakura.

Quizás se ha equivocado, sí está sintiendo "algo" en estos momentos.

El sencillo balcón del departamento se encuentra a una temperatura digna del nirvana, ni muy fría ni muy caliente, claro está considerando que adentro en la fiesta el ambiente da la sensación de estar bailando en el mismísimo infierno. Sakura recarga los brazos en el barandal de color blanco regalándole unos segundos de atención a la gran luna, la cual reposa en el cielo y observa como Itachi se coloca junto a la joven. Da un respingo.

—Y bien, ¿cómo has estado Sakura? Me imagino que estás estudiando medicina, te la pasabas diciendo que ese era tu sueño.

Las piernas de Sakura sufren un pequeño temblor cuando toma valor y lo mira a la cara, enseñándole una gran sonrisa.

—Sí, ya voy en el segundo año de la carrera. Es fascinante aprender del ser humano y saber que en un futuro salvaré vidas... —Al darse cuenta de que ha soltado mucho rollo, encoge la cabeza ruborizada. —Ejem, ¿y tú ya hasta has de estar sacando la maestría, eh?

—Sí, así es. Me quedé mucho más tiempo de lo esperado en los Estados Unidos porque conseguí trabajo ahí.

Como una recopilación de diapositivas ante sus palabras, frente a sus ojos pasan todos aquellos meses en los que le lloró a su ausencia y su corazón se rompió por el primer amor. Niega con la cabeza un par de veces antes de soltar el aire retenido, el estar pasada de copas suele poner a la gente demasiado sentimental y susceptibles a rememorar todo acontecimiento triste en sus vidas y lamentablemente, ella no es la excepción.

—¿Y qué pasó con ese trabajo?

—Renuncié, quise volver a casa.

El lobo ha sonado dócil, esperanzador, por lo que Caperucita fija su verde mirada en él con un brillo singular en los ojos. Y no, no es un brillo enamorado, en realidad es un destello de la más pura amargura.

—Oh Dios Itachi, ¿por qué tenías que volver tan repentinamente? Nadie me avisó, ni siquiera me avisaron con antelación que te irías a estudiar al extranjero. ¡Joder! —Un gran sollozo brota de sus labios junto con todas sus dolidas palabras, las lágrimas sin haber sido invitadas recorren sus mejillas Ysu estómago se revuelve.—¡Tanto tiempo ha pasado!

Las cejas de Itachi se fruncen de preocupación y miedo, no entiende cómo ha roto un frágil cristal.

—Y que lo digas, la última vez que te vi eras una niña, ahora ya usas zapatos de tacón y maquillaje... ¿Estás bien?

Caperucita roja y el lobo ferozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora