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Mis ojos se abrieron antes de que el dulce color del alba cubriera en todo el cielo su faz, dado que, un color tan negro y denso como la más oscura tiniebla, reinaba la madrugada. De costumbre en esos apáticos lunes que me recordaban la rutina que debía soportar toda la semana, seguí los que debía realizar.
Mis oídos retumbaron ante la vibración de mi celular, que vibraba por el mensaje de mi amigo, Víctor. Leí el mensaje con gusto, pues, mis amigos son los únicos que me llevan a levantarme tan temprano antes que si quiera el sol haga su aparición.

"¡No vengas a la escuela, por favor te lo suplico!"

¿Qué? ¿A qué se podrá referir? Quisiera no ir, pero debo hacerlo. Deberé desobedecer esa súplica que con tanto anhelo quiere que cumpla.

Entré al baño para ducharme, y mientras lo hacía tenía duda por el pensamiento atípico proveniente de mi compañero.
Me vestí con desánimo pero también intriga por lo que él había dictado.

Observé a través de la transparente ventana como aparecía claridad en el vasto cielo, habían nubes y comenzarón a derramar lluvia de forma torrencial. Las gruesas gotas de agua golpeaban mi ventana con fuerza. Saqué mi paraguas y fuí caminando hacia el colegio.
No me gusta utilizar el transporte en días lluviosos, la desconfianza me invade.

Cuando llegué del trayecto, por una extraña razón la escuela se observaba mucho más imponente que de costumbre. Un fuerte pensamiento quería que no entrara al establecimiento. Raramente, no había nadie alrededor, quizá por la lluvia.

Durante varios minutos que ante las arenas del tiempo se me hicieron extremadamente dendas, dudaba imperiosamente si ingresar. Durante un breve tiempo no sabía qué hacer, mi cuerpo estaba rígido como una piedra hasta que me digné a entrar, temeroso y desconfiado.

Cuando entré, se me hizo imposible ocultar mi sorpresa. La escuela se veía muy oscura, las paredes desprendían moho y humedad. El silencio era tanto, que podía escuchar el paso de ratas y cucarachas. Un hedor repugnante provenía de todos lados, mis ojos lagrimearon y tosí como nunca ante tal vomitivo olor omnipresente.

Dí un paso con bastante lentitud, algunas gotas que fluían del techo chocaban contra mi cabeza. Continué con mucha desconfianza, cada movimiento expulsaba una irradiante adrenalina que fluía por todo mi cuerpo.

No podía dejar de caminar, se me era imposible detenerme, tampoco estaba muy concentrado en algo. Mi mente en blanco, el automático movimiento de mis piernas, mi arrugada nariz agonizante tapada por una mano, todo eso roto en tan solo una fracción de segundo, cuando un sonido hace presencia cerca mío.

Grité por Víctor instintivamente, sin embargo no tuve respuesta alguna.


is pasos iban recobrando rapidez, ya llevaba una velocidad constante y considerable, me moría de nerviosismo, de ansiedad, sentía que iba a explotar, necesitaba saber qué era. ¿Acaso era mi amigo? ¿Alguien me podría responder qué diablos pasaba aquí?...sin embargo era solamente una mísera rata de alcantarilla. Recobrando el sentido, otra vez el olor nauseabundo me atacó de imprevisto y no pude evitar vomitar. Luego, cuando me sentí "mejor" reanudé mi trayecto.

Llegué hacia mi aula de música. No quería abrir la puerta, me mantuve dubitativo pocos segundos que a mi visión eran siglos. Acerqué lenta y temerosamente mi mano, y cuando giré el pomo, sentía como el metal estaba frío, y húmedo por una extraña sustancia que no quería mirar por temor a qué me pudiera encontrar, el picaporte giraba al ritmo de mi mano. Las bisagras de la puerta rechinaron en un sonido desgarrador.

En esos pocos segundos que se abría la puerta, miles de pensamientos recorrieron mi cabeza. ¿Por qué sigo aquí? ; ¿Por qué abrí la puerta? ; ¿Por qué la escuela está en este estado? ; ¿Por qué no hay nadie? Y por sobre todo... ¿Dónde están mis amigos?.

Cuando la puerta se abrió completamente, mis ojos se abrieron a su máxima capacidad. Catatónico, me quedé quieto, no podía hacer nada, no quería hacer nada, creo que mi cerebro había actuado solo de ahí en adelante.

Retrocedí un solo paso y expulsé un gutural que cubrió como una manta a la horrible escena. Demasiado asqueado, horrorizado, sin saber qué hacer, dejé que mis piernas cedieran ante el peso de mi cuerpo, caí al suelo y comencé a sollozar, mi camisa inmaculada se llenó de gigantes manchas de sangre. Durante treinte segundos no sentía asco, no sentía mi cuerpo, era como si me hubieran desenchufado del mundo.

En esa sala, estaba Victor, mi mejor amigo y compañero durante catorce años. Ese hombre con el que me había compartido tantas cosas, el que siempre me acompañó, el que siempre me apoyó yacía tirado en el piso...decapitado, con todas las bíceras fluyendo de un tajo que provenía de su estómago. Su sangrienta mano derecha sostenía su celular con mi contacto. Su cabeza estaba clavada en una guitarra propia del aula, y carecía de esos hermosos orbes esmeralda, que estaban tirados en el piso. Rayos sanguinolentos fluían desde las aberturas que tenía el salón.

Me encontré un mensaje en la pared, que decía: "No puedes escapar"

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