Tiempo

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Los jazmines irían creciendo hasta florecer por alguna parte del cuerpo. Estas se abrirían paso entre carne, huesos, órganos y piel solo para asomar su efímera belleza mortal.

Al menos así lo pensaba Malzahar, aunque lo mas cercano a aquella tortura mental era el echo de que las flores podían salir por la boca, entre ramas que se irían aferrando a su carne como enredaderas en un árboles.

Aquella enfermedad era como un parásito que se alimentaba del dolor de su alma, de su corazón quebrado y de sus sueños de amor destrozados, no había nada mas, solo ilusiones dispersadas por todas partes, el era un desastre.

En momentos así solo podía recordar a su madre, la cual había muerto por esa misma maldita enfermedad hacia años, ciega por amar a un hombre que la abandonó con un pequeño niño, que se encontraba hospitalizado por aquellos tiempos. El pequeño no tenia defensa alguna ante las enfermedades y cualquier resfriado podría ser signo de una hospitalización inmediata.

Para esos remotos tiempos el pequeño Malzahar había sido hospitalizado por algún tipo de bronquitis, la cual lo mantuvo bajo cuidados intensivos en una vieja sala de hospital que le aterraba.

Había visto como su madre se esforzaba en llevar una vida normal, yendo a verle todos los días tras el trabajo, negándose neciamente a operar la maldita infección que le iba costando poco a poco su salud y su integridad, hasta el día en que tuvo que ser internada en el mismo hospital en donde se encontraba su amado pequeño.

Flores salían de su boca, flores con raíces que se habían aferrado a su carne. El mpreno recordaba que una parte del rostro de su madre estaba cubierta por hermosas rosas de un tono blanco, pálidas como la nieve mas pura.

Y tras una agonizante estadía, un día sin mas, sucedió sin previo aviso, su madre dejo de respirar mientras flores adornaban su lecho de muerte de una forma irónica, se veía tan hermosa entre las rosas que le habían robado la vida.

El pequeño de tan solo 6 años no entendía bien lo que sucedía, pero sabia que algo andaba mal, mama no le contó una historia para dormir aquella noche, ni tampoco lo hizo la siguiente, ni la siguiente, Malzahar se había quedado solo en una camilla de hospital, mientras noche tras noche esperaba a que mama fuese a contarle un cuento, pero eso jamás volvería a pasar.

-¿Donde esta mama?¿cuando vendrá a verme?

Pregunto desconsolado el pequeño mientras abrazaba un pequeño gato de felpa que le había echo a mano su apresiada madre, quizás el único vestigio que le quedaba para recordar la cálida sonrisa de la mujer que le dio la vida, en un momento tan duro e incomprensible.

-Malz, pequeño.

La enfermera se acerco hasta la camilla en la que se encontraba acostado el pequeño tratando de encontrar las palabras adecuadas para abordar algo tan cruel como lo era la realidad.

-Mama volverá pronto, es solo que tuvo hacer un viaje de emergía, pero dijo que te amaba mucho, eres su pequeño niño valiente.

La mujer beso al pequeño en la frente y acaricio su mejilla de una forma tierna, sabia que estaba mintiendo, ¿pero como iba a decirle a un niño que su madre había muerto?, imposible, rompería su pequeño y frágil corazón. Así que la solución era mentir, no dejar que aquel lazo se rompiera.

Flores entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora