No había muchas cosas en la vida que me dieran una inmensa felicidad, no cuando la mayoría de estas eran pasajeras o sencillamente no estaban dentro de mi alcance para poder tenerlas en mis manos, pero si fuese una cuestión de vida o muerte y en este momento tuviese un arma de fuego con la punta contra mi sien, no tendría reparos en decir que las hamburguesas con huevo del restaurante cincuentero, Mighty Burger, se acercaban lo suficiente y más cuando le echaban esa salsa especial de queso azul.
—Entonces, ¿estás diciendo que te invitó a comer con su familia nueva?
Ese era mi mejor amigo, Diego Aguirre, quien estaba masticando una buena porción de su hamburguesa de doble carne con una de sus manos mientras tenía la otra ocupada con un par de patatas fritas que sumergía en salsa de tomate. Como yo, Diego también era un chico huérfano que había salido del sistema por mayoría de edad y se había encargado de atormentar a posibles familias durante sus años en el orfanato, pero a diferencia de mí, todavía tenía una hermana que permanecía en ese lugar del infierno y debía visitarla durante los fines de semana o cada vez que tenía tiempo.
—Sí, entonces me dijo que no me desapareciera de nuevo y yo exploté como una palomita de maíz y comencé a caminar hasta la salida —le conté—, pero su hijastra me llamó afuera y mis pies se detuvieron en un instante.
—¡Mira tú, qué obediente! —Su tono divertido no pasó desapercibido.
—No fastidies. Lo entenderías si la vieras.
—¿Y lo haré? —Diego me miró con curiosidad—. No, la pregunta en realidad es, ¿piensas regresar a esa casa y aceptar la invitación de tu padre?
—Ese tipo no es mi padre —me apresuré en corregirlo.
—Sabes a lo que me refiero, Riley. Necesitas el dinero.
Decidí mantener mi mirada en lo único que no hacía preguntas molestas en este momento, lo cual era mi preciada hamburguesa de huevo, pero después de unos segundos solté un suspiro y alcé la barbilla para encarar a mi amigo. Lo que sea que tuviese pensado responderle pasó a segundo plano porque luego escuchamos los patines de Rita y en un chasquido, la teníamos al lado.
—¿Algo más que les pueda traer a mis queridos niños?
Rita, conocida por estos terrenos como «la propietaria», era la señora que se encargaba del restaurante y nos trataba como si tuviésemos cinco años de edad o algún problema mental. Entre los dos la veíamos como una figura materna, alguien que siempre iba a estar velando por nosotros y que nos iba a servir una taza de café cuando entráramos por la puerta a las horas más locas de la madrugada, pero nunca intercambiábamos palabras tan sentimentales y nuestros lazos afectivos de tantos años era algo más bien implícito.
—Una faja de billetes no estaría nada mal ahora, adorada Rita.
—¡Una faja de billetes! —Repitió como si fuese una barbaridad, tocándose el pecho con la mano, justo donde estaba el corazón, y después colocándola en su cintura, luciendo como una jarra escandalizada—, ¡Un rapapolvo es lo que les voy a dar! ¿En qué problema se metieron esta vez, terremotos?
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Paper Spring.
RomancePara una persona que conocía el significado de las flores, las irises representaban la lealtad y la esperanza de la vida. Eso es lo que pensaba Jack Bettman cada vez que hacía una figura de papel con la forma de su flor preferida, y también era lo q...