III. Su sonrisa.

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Ya me había dado por vencida acerca de llegar puntual con el profesor, por lo que en cuanto bajé del auto con mi mochila negra sobre mis hombros caminé despacio hasta la cafetería

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Ya me había dado por vencida acerca de llegar puntual con el profesor, por lo que en cuanto bajé del auto con mi mochila negra sobre mis hombros caminé despacio hasta la cafetería. Mi siguiente clase sería hasta dentro de dos horas, que clase de tortura, que infierno, cuanta mierda hay en el mundo.

Pedí un café cargado a la señorita de la mini tiendita, un paquete de galletas y caminé en busca de una mesa libre, en la cual deje caer mi frente sobre la mesa lanzando un bufido/gemido.

-¿Podrías guardar silencio? Algunas personas intentamos trabajar.

Una voz bastante rápida hizo eco en mis pisos, causando que levantara mi cabeza, observando a el chico de en la mañana con una sonrisa enorme en su rostro.

-¿Qué haces aquí? Es mi mesa.

Le señalé acusatoriamente, no sólo quitaba el lugar en el estacionamiento, si no que ahora también me quitaba la paz y el espacio de la mesa.

-Que grosera niña. -Se burló él, apoyando su brazo sobre la mesa, y su mentón sobre su mano hecha puño para observarme. -Y tampoco veo tu nombre por ningún lado.

-Si soy grosera o no, creo que no te importa. -Con cuidado saqué la laptop de mi mochila. -Ahora si no te molesta, me estorbar estas quitando oxigeno importante.

-Uff y directa. -¿Cómo rayos su sonido risa crecía tanto?-Me prendes.

Admitió él con un toque de burla en su voz. Ahora colocando ambos codos sobre la mesa y siguiendo con la posición de su mentón sobre mis manos he has puños.

-Esa información no me interesa, ahora deja de observarse y molestarme con tu irritante voz, necesito trabajar.

Encendí mi computadora intentando ignorar al chico que sólo creía ante cada uno de mis comentarios.

-Tengo una duda.

Dijo él después de unos minutos en silencio, en los que creí que se había rendido y se marcharía, pero no lo hizo.

Mantuve mis labios cerrados, mirando la pantalla de mi computadora intentando ignorarle, mis dedos se movían con la mayor velocidad que podía encima de las teclas.

-¡Ley, sigo aquí! -escuché nuevamente su voz lo cual causó que rodara los ojos subiendo un poco mi mirada para observar lo, ahí con su mentón sobre sus manos y una sonrisa tan grande. -¿Siempre tienes esa expresión?

Aquella pregunta era tan usual, que jodidamente me lo veía venir, así que como siempre que la preguntaban, lo ignoraba. Negué regresando mi mirada al documento de word abierto, donde una investigación acerca de neurosis se hallaba a solo la mitad.

-Dios, si pareces una amargada, es como si toda la luz que la mayoría de las personas tienen, aunque sea en una mínima cantidad, en ti, se hubiese extinto... Sonaba menos triste en mi mente.

-¿Nunca te callas?

Pregunté aún con la mirada enfocada en las palabras que parecían viajar solas de mi cerebro a la punta de mis dedos.

-Noup. -Y ahí estaba de nuevo, aquella risa ronca. Si fuera una adolescente hormonal, en este momento mis bragas seguramente estarían empapadas.
Pero...
1. -El chico no me llamaba la atención. 2. -Había dejado la adolescencia hace un tiempo.
3. - No era mi tipo.

-Pues deberías.

Y así, sabiendo que el chico no se iría si no lo hacía yo antes, cerré mi laptop de golpe, regresando esta a mi mochila y levantando mi gordo trasero de la banca plástica que ya había calentado.

Giré un poco mi cabeza para asegurar que no me había seguido. Y ahí estaba él parado donde con anterioridad estaba sentado, con aquella sonrisa tan distinguida. A diferencia mía, su luz era enorme, la más grande que había podido ver.

¡Hey Ángel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora