• El alba es poesía,
el mediodía es poesía,
tus ojos verdes son poesía,
el follaje es poesía,
tus manos rozando mi piel son poesía,
el sol escondiéndose tras las colinas es poesía,
y sí,
tú eres poesía,
de pies a cabeza.•Al jardín de mi casa lo recuerdo verde, con una extensa multitud de colores y tipos de plantas. Solía sentarme en el regazo de mi madre cuando ella estaba allí, justo después del almuerzo, y un día, la cosecha de fresas comenzó a secarse, dejando de dar esas fresas tan jugosas, sólo tenía 5 años, tal vez 6, pero su textura aún persiste en el paladar de mi boca. Algunos días después las rosas favoritas de mamá dejaron de ser el centro de atención del jardín y se opacó su color y brillo, mi madre comenzó a dejar de salir allí justo después del almuerzo y consigo dejé de sentarme en su cálido regazo. El jardín comenzaba a opacarse del todo y mi madre dejó de apreciarlo definitivamente; continuamente salía justo después del almuerzo y esperaba a mi madre, pero ella ya no venía, entonces fue ahí, lo supe, la vida cambiaba y yo ya era lo suficientemente grande como para que mi madre siguiera apoyándome en su regazo como era costumbre.
Distintas congojas comenzaban a habitar en mí, y quería que mi madre regresara a protegerme como solía hacerlo, pero sabía que así como el jardín había cambiado, todo a su alrededor también lo había hecho. Comencé a realizarme un infinito cuestionario, montones y montones de preguntas a las que no encontraba una respuesta concreta, hasta que tomé el libro que cambiaría mi manera de filosofar los cambios que la vida traía consigo, Mi casa fueron mis palabras, de Octavio Paz; realmente no creí que un libro traería tantas respuestas a mi parecer, y aún no olvido el brilloso jardín de aquel hogar que se apagó a causa de tantos caminos perplejos y enredados.•Caigo sin rumbo al precipicio,
sin tener aliento ni certeza,
sé que estoy varada en la soledad,
el mundo se cae a pedazos,
mi alma es naufraga de la oscuridad,
mientras mis pies están completamente inmóviles;
un día al esperar el alba
montones y montones de letras
buscaban lugar en el espacio blanco,
querían parar la enorme montaña de congojas,
así que,
me tomaron por completo,
mis pies,
mis manos,
mi boca,
mis oídos,
bailaba entre letras al unisono de la vida derrumbada,
mi corazón se encarnó a las hojas y mi alma se convirtió en poesía.

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Alma de una poeta
PoesíaEste es mi cuaderno de trabajo para el taller de Revolución Poética.