Ojos azules.

2.5K 297 60
                                    

El día siguiente, a la misma hora, Tom caminaba por el bosque, el maldito bosque donde le habían robado la reliquia de Ravenclaw. Buscando entre insultos murmurados en voz baja, el sitio exacto donde había pasado... Lo que había pasado.

Tom no era una persona que se caracterizara por su extrema bondad y paciencia. Y con el tiempo, y con los Horrocruxes que había creado, eso se fue incrementando, tan lenta e imperceptiblemente, que pocos eran los que lo habían notado.

Su cordura pendía de unos pocos hilos, lo sabía. Y es que, habiendo creado ya, tres de ellos, tenía contados los minutos de claridad.

Pero a Tom no le interesaba. ¿Qué era algo tan mísero como la locura, al lado de la inmortalidad, la fama y el poder? Estaba completamente dispuesto a sacrificar esa minúscula parte de su persona, con tal de lograr eso que tan febrilmente intentaba.

Cambiar el mundo mágico.

Y Tom lo lograría así fuera lo único que hiciera en si vida, pero para ello, necesitaba, justamente, vivir.

Él sabía como era la política, y sabía también, que con el tiempo, las leyes y reglas, iban perdiendo poder, y que eran, así olvidadas.

No permitiría eso, no cabía posibilidad.

Y ya tenía clarísimo qué era lo que haría primero, se desharía de la blasfemia más grande que cometía el ministerio. Permitir la interacción con muggles.

¿Cómo podían siquiera considerarlo?

Los magos y los muggles pertenecían a dos mundos completamente distintos, ¿Cuál era esa necesidad de forzarlos a juntarse? Era como si la mano de algún dios estuviera empujándolos en la misma dirección, así como haces que dos Hámsters se apareen.

Todos sabían qué pasó cuando la barrera entre ellos se difuminó.

La caza de brujas se convirtió en un deporte muy popular allá por el mil ochocientos.

Y las divagaciones de la cabeza de Tom, solo se disiparon cuando algo ligeramente más interesante llamó su atención.

En un árbol al azar, de entre los otros miles que había a los lados, Harry colgaba, de cabeza de una rama. Sus piernas estaban entrelazadas alrededor de ella, con el fin de sostenerse, sus manos jugueteaban, siguiendo el sonido de la misma canción que el chico ayer cantaba, y sobre su cabeza, desafiando completamente la gravedad, estaba la diadema.

Harry solo dejó de tararear, cuando Tom le landó un hechizo, que el otro tuvo que esquivar retorciéndose en un ángulo casi imposible, y cayendo, sin nada de gracia, al suelo bajo él.

De entre los montones de hojas del otoño, Tom vio surgir su cabeza, y como su rostro se distorsionó en una mueca de decepción.

-Tsk, Tsk, Tsk- Movió la cabeza al mismo tiempo, haciendo exactamente lo mismo, que había hecho el día anterior- Tom, Tom, Tom. No aprendes, ¿Eh? Y yo que pensaba que estaba tratando con el mago más talentoso que había pisado Hogwarts.

-Lo haces- Aseguró él, apretando su agarre sobre la varita.

-Oh, Tommy. Si eso fuera cierto, Yo no estaría hoy aquí.

Tom entrecerró los ojos en su dirección, queriendo saber a qué se refería.

-¿De que hablas?- Odiaba no saber, y su lengua picaba por pronunciar el tan aclamado Avada Kedavra, pero la curiosidad mató al gato, dicen- Tú no me conoces.

Los ojos verdes brillaron con algo que no puso distinguir, y solo años de crianza Slytherin lo prepararon para mantenerse bajo control luego de lo que dijo.

-Tom Marvolo Riddle, tienes 19 años, Como ya mencionaste, eres heredero de la casa de Slytherin, lo que te convierte en un Parsel, tienes un basilisco de mascota, y duerme en la cámara de los secretos, a la que vas cada sábado para que el bicho no salga y mate a alguien. Sin embargo, no te importa ensuciarte las manos, habiendo matado ya a una alumna, una señora egocéntrica, y a todos tus familiares vivos, tanto maternos como paternos, creando con esas tres muertes, los llamados Horrocruxes. Viviste toda tu vida en un orfanato, tu madre, una squib diestra en pociones, le dio a tu padre, un muggle, Amortenia. Ella murió luego de darte a luz, justo después de llamarte a ti, como tu padre Tom Riddle sr. y como el suyo propio Marvolo Gaunt- Una sonrisa un tanto gatuna, crecía a medida que hablaba.

No dio un paso atrás, él jamás haría algo como eso, pero las ganas no le faltaron.

¿De dónde sabía todo aquello? Y, ¿Por qué no lo había matado aún?

En vez de eso, habló, con calma y, algo que intentaba sonar como respeto.

-Entonces ya sabes quien soy, ¿Por qué no me das, ahora, la maldita corona y terminamos con todo esto?.

Harry se acercó, mucho, tanto como para invadir considerablemente su espacio personas, sus ojos, locos, conectaron con sus faros azules.

Tom reparó, de la nada, en que era un poco más alto que él, una frente, aproximadamente. Lo que hacía que la diadema quedara justo frente a su vista. Tuvo que contener el impulso de tomarla y desaparecer, algo le dijo que eso no traería nada bueno.

-No lo haré. No aún. Quiero que tú me digas quién eres.

Y de igual forma que veinticuatro horas antes, Tom fue el único de pie en el vacío bosque.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Ahre

Bel~

Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 23, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

In Articulo MortisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora