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Caían poco a poco los copos de nieve en Michigan, mis manos estaban heladas que casi no podía sentirlas, como si no estuvieran allí, mi cuerpo se sentía fuera de sí, deseando estar en otro sitio, en otra vida.

Recuerdos de mi infancia se apoderaron de mis pensamientos haciéndome olvidar un poco del frío. Veo la sonrisa fingida de mamá, ella es muy guapa, cálida, pero ser demasiado gentil siempre le jugó en contra; ella lee un libro frente al balcón, últimamente ya no habla con nadie. Papá no sabe hacer otra cosa que estar de mal humor, atormentar y trabajar.
Su matrimonio está pasando por una crisis, la peor de todas, yo no existo para ambos... Me siento sola.

Aterrizó de nuevo a la actualidad gracias al punzante dolor, el frío se apodera de mi. En mi desespero corro hacia ningún lugar tratando de calentar mi cuerpo, mi cabello largo se alborota con el viento en contra, mi piel está más pálida que de costumbre, no tengo a donde ir.

Mientras corría volví al pasado, esta vez vi el cuerpo sin vida de mamá, acostado sobre mi cama sosteniendo una foto de ambas en donde yo llevaba el uniforme del instituto. Mamá había caído en depresión gracias a mi padre, la presión que él ejercía sobre ella la desmoronó con el paso de los años.
Mamá no dejó cartas, no se despidió, solo supo tomar un montón de pastillas.
Sus ojos estaban cerrados y sus mejillas aún húmedas por las lágrimas.

Me detuve de golpe, han pasado tres años de la muerte de mamá; sentí tristeza y rabia en mi corazón.

Descansé ambos brazos apoyando mis manos a mis rodillas, sentí que el aire me faltaba. Esperé un poco hasta cobrar el aliento, me cuestioné si estuvo bien mi decisión de escapar de casa de una vez por todas.

Minutos después el viento frío deja de soplar con fuerza, he corrido sin rumbo y no se donde estoy, las calles están coloridas por las luces y la luna llena, estoy en un sitio en el que nunca he estado.

Escucho Jazz como música de fondo, es un lugar un poco transitado, hay muchos bares y clubes. Mi vista se dirige a un grupo de chicas, todas altas y delgadas con vestidos de noche pero sin ser demasiado exagerado. Una de ellas me mira extrañada, hace una seña con sus manos como si me invitase a unirme. Me siento confundida y solo le ofrezco una leve sonrisa.

-¿vienes conmigo?-

Escucho decir a una voz masculina que dirige a mi, un hombre rubio de ojos claros me habla con tanta seguridad dentro de su meserati negro. Quedo impactada ante tal osadía de su parte, mis mejillas ahora arden, se trataba de un hombre muy atractivo, se notaba algo mayor,
Me quedé sin habla, estaba sorprendida.

-¿entonces?-

Vuelve a cuestionar, su azul mirada estaba intimidándome. Entonces pensé en las opciones que tenía, en lo jodida que estaba y lo poco que  importaba lo que pase conmigo. No dije ninguna palabra y me subí a su auto.
Cuando cerré la puerta supe que no había marcha atrás,  era como cambiar de opinión cuando ya estás cayendo en una caída libre.

El condujo sin decir palabra, solo lo hizo. Mi mirada poco a poco y con disimulo se dirige hasta su mano que sostiene la palanca de cambio, la tela azul oscuro de la manga de su saco cubre sus brazos, es un hombre elegante, quizás atraviesa los treinta y tantos, sin darme cuenta ya estoy como tonta viendo el perfil de su rostro, estoy más que segura de que él podría tener a cualquier mujer sin mucho esfuerzo, incluso a algún hombre si se lo propone, entonces ¿Cómo es que busca chicas de aquella calle a cambio de compañía? Sé que me ha confundido con una de ellas pero no me siento ofendida,  al contrario, este hombre es demasiado, físicamente perfecto.

Estar aquí en su lujoso auto rápido como el viento apasionado como el pecado. No me importa en realidad.

-¿cual es tu nombre?-

CatalinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora