Capítulo 1

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Sus golpes embestían fuertemente con aquel saco azul que colgaba de la vieja máquina. Gruesas gotas de sudor caían de su frente y cuello denotando un fuerte desgaste físico. Su camisa roja como la sangre tenía un par de botones abiertos. No podía perdonarse el haberla perdido. No otra vez. Y ahora, para siempre. No contaba los golpes, simplemente lo hacía. Recordando en cada uno, aquellos momentos que vivió con ella. Su cadena chocaba centelleante en su pecho. Sus diente apretados de ira y tristeza se acumulaban.
-¡NO! -este último golpe fue tan fuerte e intenso que su muñeca no resistió el impacto doblandose bruscamente. Provocándole un fuerte dolor. Se cayó al suelo sosteniéndose la mano herida y gimiendo del dolor. Sus lágrimas comenzaron a caer. Pronto el suelo de madera encerada comenzó a mezclarse con el sudor y las lágrimas. Su llanto de herida a carne viva resonaba en todo el salón. Era el único que había en aquel viejo edificio de SHIELD actualmente llamada Nuevos Vengadores. Torre que fue "cedida" por el Gobierno a Tony Stark para crear la nueva alianza que protegería a las personas de futuros peligros y capacitaría a todas aquellas personas con habilidades peculiares y especiales. Por supuesto que el edificio sufrió una reestructuración, a excepción de aquel pequeño gimnasio, a pedido de Stark, con un cuadrilátero de boxeo y algunas maquinas de ejercicios. Nadie supo el por qué de esta decisión. Quizás le trae recuerdos de aquella batalla. La cual dió inicio a todo en la poblada ciudad de Nueva York. De repente, pasos sonaron dentro del lugar. Esto lo alarmó por lo cual rápidamente se limpió las lagrimas espesas por el sudor que tenía en el rostro. Los pasos cesaron y un gran bolso hizo sonar el suelo.
-Crei que no dejaban pasar a los abuelos aquí...
-Sólo a los que no fueron congelados por más de setenta años -contesto risueño. Cuando el millonario se dio la vuelta aquel hombre de cabellos plateados miró curioso como Stark sostenía su mano- ¿que te pasó?
-Nada sólo... No importa, déjalo...
-Ven aquí, dejame ver.
-Tranquilo, Cap. Ire a la enfermería y...
-...Cállate y ven -dijo tomándole del antebrazo y sentándolo en un banco. El castaño rodó los ojos ante la insistencia. El rubio examinó cuidadosamente la muñeca, Tony gimió por algunos momentos.
-Tony esto... Tienes una esguince, creo que por aquí hay algo... -dijo buscando entre las repisas de metal cromado que estaban detras suyo.
-Sabes, realmente no tienes que hacer esto... -el otro lo ignoró por completo mientras seguía buscando. Tony miraba hacia el vacio del lugar, algo inquieto. Pensante. Preocupado. Ansioso. Ajeno a lo que estaba sucediendo. El único motor de su vida se había vuelto la gente y su necesidad de protegerla, a toda costa. Steve finalmente había encontrado lo que buscaba y se agachó de nuevo a una distancia algo más cercana al castaño. Éste gemía del tacto de Rogers a su moreton. Lo miraba curioso. Aún así luego de muchas peleas ambos estaban ahí, para cuidarse.
-Aguanta... -dijo mientras seguía vendándole. De a ratos lo miraba como cual madre que mira a su hijo. Curando la herida que se había provocado. Eso le recordaba a un invierno hace muchos años. Corriendo por la nieve se habia tropezado con una roca, cayendo sobre sus rodillas. Maria, su madre, fue a socorrerlo. Lo alzó en brazos y lo llevó a la cabaña en la que se hospedaban ellos, y su padre. El cual estaba ausente contestando llamadas como siempre. La mujer de cabellos castaños no prestó atención a que su marido tenía algunas cosas en el sillon color miel y tiró todo aquello al suelo.
-¡Maria, ten cuidado! -dijo descontento. Ella no le prestó atención a aquellas palabras y buscó rapidamente el equipo de primeros auxilios al lado de la nevera. El niño de ojos amielados no paraba de llorar. De manera magistral Maria le levanto el pantalón hasta donde tenia la herida mientras que con la otra mano agarró una gaza doblandola a la mitad. Cuando esta se desocupó tomó la cinta y corto un pedazo, todo esto de manera magistral, y en unos pocos segundos, la herida había sido cubierta. El niño había dejado de llorar.
-Gracias, mami.
-De nada, querido, siempre estaré para ti -dijo con la típica mirada maternal, limpiándole las lágrimas.
Fugazmente volvió de su recuerdo.
-¡Tony! -el castaño volvió de sí. Miró a Steve con la mirada perdida. El rubio río.
-¿Eh?
-Jajaja, ¿en que pensabas?
-Oh, sólo, recuerdos...
-¿Que recordabas?
-Mmm, sólo la vez que casi te gano en esa pequeña discusión que tuvimos. ¿La recuerdas?
-Ahhh, hablas de esa discusión. Sabes realmente... Realmente no me refería a eso... Era sólo que, sabía que estar todo el tiempo en esa armadura te impidiría saber como usar bien las manos para pelear. Porque a veces no siempre disponemos de nuestros trajes para facilitarnos el trabajo...
-Pff, trabajo. Esto no es un trabajo. Es nuestra responsabilidad. Es totalmente distinto, ¡auch! Sé más delicado -exclamó. Rogers sonreía- sí, riete. Pero cuando me necesites no cuentes conmigo... o con mi mano.
-Sabes que no es verdad. Siempre estaremos el uno al otro para cuidarnos.
-Sí... Somos algo así como una pareja, pero sin serlo...
-Es divertido que lo digas, porque sabes yo...
-Vaya, vaya, vaya, pero que tenemos aqui.
-Ugh, ¿Natasha qué quieres? -dijo sarcástico Stark.
-Nada sólo pasaba a ver como iba la "cosa" -dijo guiñando el ojo a Steve. Este tragó saliva mirando al suelo sonrojado.
-¿La cosa? ¿Qué cosa? ¿A qué te refieres?
-Él sabe muy bien de lo que hablo -dijo sensualmente sonriéndole a Rogers mientras se iba. Haciendo sonar cada paso.
-¿Rogers? -el rubio se hecho a reír hacia abajo para luego volver su mirada al castaño.
-Solo vayamos a la enfermería a ponerte algo de hielo. Dame tu brazo -el millonario lo miró confundido mientras hacía lo que el otro le decía.
-Rogers, respóndeme -Steve sólo seguía riéndose mientras se alejaban de aquel gris banco.

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2018 ⏰

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