XXVII Capítulo: Planes.

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"te estoy vigilando" una simple frase que definía mucho en su vida, no sabía quién o por qué. Una fragancia dulce se desprendió del papel, Emili lo guardó en su habitación y analizó el panorama destruido de la sala, todo estaba desordenado, pero no había nada dañado como si hubiera sido solo una advertencia.

Suspiró sintiendo aquellas picadas en su cabeza, unas punzadas que podría comparar con agujas enterrándose en su cráneo... Aunque nunca hubiera experimentado ese dolor o algo similar en su cabeza.

—Emili ¿Estás bien?— Preguntó una niña de cabello rubio al frente suyo, aún poseía su apariencia angelical.

—Ann— dijo ella y la miró— esto es imposible— se burló y sintió un nudo en su garganta.

—tenía tiempo sin verte, tú no me querías ver ¿Por qué? Me querías olvidar ¿Verdad?

Emili se recostó en la pared, la expresión de horror en su cara era increíble, tenía ganas de llorar, un gritó de horror se suprimió en su diafragma como si el sólo hecho de pensarlo arrancará su garganta.

no me molesta, sé que te duele.

La niña se acercó a ella, su rostro se apegó al de la pelinegra, tomó uno de los mechones negros de su cabello y acarició sus mejillas. Emili sin querer estaba llorando, la niña sonrió de manera tierna que de alguna manera era espeluznante, acercó sus labios a su oído.

— Emili, es hora de sellar el pasado, nuestro pasado... ¿No es lindo el invierno?

El pánico invadió las pupilas de ella, una imagen de su pasado deseaba emerger, la risa dulce de la niña se hizo presente. De la nada el sonido del celular interrumpió la ilusión que veían sus ojos, solo estaba ella, el perro y un desastre frente a sus ojos.

Tomó el celular, algo agitada y vio que era su madre, respiró hondo y decidió contestar.

—Hola— dijo ella, aparentemente tranquila, aunque su cuerpo temblará.

—Hola cariño, ¿Ya tomaste tu medicina? Recuerda que debes cuidarte, no es como si tuvieras defensas altas.

—lo sé— tartamudeo ella.

—Me alegra, recuerda abrigarte, ya casi es invierno y tu cuerpo se le dificulta guardar algo de calor.

—sí, creo.

—bien, ah, te iba a decir que no podré llegar hasta la noche o quizás en la madrugada, se presentó unos inconvenientes.

—Vale— dijo ella y se levantó del suelo.

—bien, cuídate. Recuerda que te amo, bye, bye.

Era tonto pensar que la voz de aquella mujer fuera capaz de tranquilizar sus sentidos, como si su alma hubiera vuelto a su cuerpo se levantó y decidió arreglar el desastre que un desconocido había hecho y que si ella se enteraba quién era jamás volvería a hacerlo. Su regla de otro era no matar inocentes, sin embargo si lo otro lo hacía no era su culpa.

Al terminar suspiró y con una sonrisa miró la cocina.

—Bebe hermoso, dime qué hago de comer, vamos precioso— le decía de manera subnormal a su perro y este ladraba—Alitas, no, no, no, prefiero más la pechuga.

El perro ladró y ella lo tomó como aceptación.

Escuchó que tocaban la puerta y con un cuchillo en su espalda abrió.

— ¡Emi!— gritó Judy.

Antes de que ella la abrazará la pelinegra retrocedió de golpe haciéndola caer.

Asesino [Bloody Painter] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora