Un día en la "vida"

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Su mirada, cansada de ver pasar los muros, ya no retiene nada más. Cree que el mundo está hecho de tinta y, más allá, la nada.

Con su caminar blando, pasos flexibles y fuertes, deambula entre los pasillos, donde alerta, reside una voluntad imponente.

Algunas veces, encuentra una ventana y se alza el telón en sus párpados. Cegado por la luz del sol, una imagen de su vida pasada viaja hacia dentro, recorre con calma la tensión de sus músculos. Y, cuando el sol se oculta y el telón cae; su corazón se funde y desvanece.

Entre aquel edificio abandonado vivía un "hombre de la nada", cubierto de tinta  hasta las entrañas, Sammy Lawrence aguardaba...

Así eran todos los días de su ahora patética y miserable vida, deambulaba por aquel estudio abandonado llamado hogar, en busca de algo qué hacer y con ataques de su antigua vida, la cual había sido obligado a renunciar. Sammy solía ser el director del departamento de música; un poco malhumorado, pero se tomaba con seriedad su trabajo; incluso tenía un "santuario", en donde, era tan amante de la música que la única forma de entrar era tocando una melodía especial.

Hasta que se convirtió en un monstruo como todo aquel que trabajó en ese estudio. Ahora ya no suele tocar jubilosamente sus instrumentos, ya no puede recordar a su novia, ni a sus padres, no pudo crear una vida al lado de nadie, porque todo eso se lo arrebató su mejor amigo y probablemente el único que recuerda: Joey Drew.

Con tan sólo mencionar ese nombre, se le hace un nudo en el estómago, ni él sabe por qué, pero siente que Drew es el culpable de lo que se convirtió ahora. No sabe dónde termina la tinta y empieza él, ni siquiera recuerda que entre todo ese líquido espeso existió un hombre pulcro, correcto, de carácter fuerte y hasta atractivo. Ahora viste un oberol con tirantes y esconde su rostro tras un pedazo de cartón que tiene impreso el rostro de su Dios.

En sus primeros días atrapado en el estudio, temía que aquellas caricaturas le hicieran algo; pero una vez, cuando todavía tenía recuerdos de su pasado y le importaba su vida, cayó del segundo piso. Estaba a punto de morir, de no ser porque uno de esos contenedores que tenían miles de peluches del demonio bailarín, amortiguó su caída. Sammy Lawrence nunca creyó en un Dios, pero cuando quedó atrapado, la existencia de una divinidad le devolvían las fuerzas, le daban esperanza, y empezaba a creer que tenía una razón por la cual estaba ahí. Fue así como le rindió culto a esa criatura y, para ese entonces, ya no quedaba ni un rastro de humanidad en él.

Un día en una habitación encontró un ser que jamás había visto, y su único acompañante durante mucho tiempo. Andaba en cuatro patas, emitía sonidos extraños, tenía una cola alargada, unos colmillos pequeños pero filosos, orejas puntiagudas y el pelaje negro y suave. Era un gato callejero. Se había metido al estudio en busca de comida y un hogar. Sammy se acercó a él e intentó tocarlo, a pesar del miedo y el asombro por ver una criatura diferente a lo que era. El gato era muy manso, se dejó acariciar y rápidamente le agarró confianza, porque fue el único humano que le había dado "amor". Sammy en cambio, miró los ojos del animal y se vio a sí mismo. Aquellos ojos rasgados y tristes, qué decían haber visto mucho, pero que no podían expresarlo. Aquellos ojos aprisionados como él lo estaba en el estudio.

No sólo odió al gato por recordarle lo que era, sino que cerró esa habitación y nunca más volvió a abrirla. Para su mala suerte, el felino lo seguía a todas partes, si no lo encontraba en su santuario, lo veía lamiéndose los bigotes en el corredor o en el departamento de música. Creyendo que podrían comunicarse, se agachó para quedar frente a él y le preguntó: "¿Por qué me sigues?", el gato sólo maulló para restregarse en sus piernas, mientras ronroneaba.

Ese mismo día, colocó en el altar de su Dios como ofrenda, el cuerpo inerte de un felino, tapado con una manta. Pero a pesar de ello, Lawrence jamás sintió remordimiento; muchos años de aislamiento lo hicieron perder la cordura, se volvió violento y obsesionado con la idea de servirle a Bendy. Tal era ese pensamiento, que como un acto de fé, se arrancó el cabello que tenía y se lo ofreció.

Jamás intentó escapar, porque como se ha dicho, creía que el mundo es el estudio y más allá la nada. Ni mucho menos cuando aún podía recordar quién era, porque al verse en el reflejo del agua, repudiaba el monstruo que veía. Sammy tiene episodios y ataques de ansiedad en donde ve que un desconocido lo está corrompiendo usando la máquina de tinta, le extrae sus memorias, su pasado, como si fuese su juguete, para convertirlo en un monstruo.

Lo que más le divierte ahora es cuando cualquier adolescente o individuo "de afuera" pisa el estudio intentando colonizarlo o por simple curiosidad. Cuando están seguros de que ahí no hay nada más que memorias tristes de lo que pudo haber sido una compañía, es cuando Sammy ataca, se confunde con la tinta y golpea por la espalda a los extranjeros, dejándolos inconscientes. Cuando despiertan se percatan de que están atados de pies a cabeza y a punto de ser devorados por el temible demonio. Ríe y se regocija al ver cómo su dios se deleita con tal manjar. De manera que sólo espera el momento en el que cualquier ser cruce las puertas del estudio, para sacrificarlo y calmar la ira de su imponente Dios.

Sin embargo, Sammy Lawrence no era un ser malvado, él pensaba que el estudio era el universo en el que lo habían encerrado desde que había nacido. Pensaba que debía servir y "liberar de todo mal" a su dios Bendy. Pero la soledad del estudio lo hacía sumamente desdichado. Tanto así que la esperanza de que llegara alguien a acabar con su vida lo llenaba de una vaga felicidad...

Tal era ese sentimiento, que cuando Bendy lo asesinó, él apenas se defendió.

Con cada zarpazo que su Dios le daba, le devolvían uno de sus recuerdos de su vida pasada. Cuando creía que era su sangre el líquido que brotaba se sorprendió al ver que eran sus lágrimas las que se deslizaban amenas por su rostro, confundiéndose con la tinta. Estaba viendo a sus padres, su novia, sus amigos. Incluso recordó a Henry, ¿cómo había podido intentar sacrificarlo? Y cayó en cuenta de que aquel desconocido que lo condenó y maldijo en ese putrefacto lugar no era nadie menos que Joey Drew. Una ira se apoderó de él; pero al instante la hizo a un lado, ya era su fin, y quería pensar por última vez en todas las personas que conoció y amó. Sammy no podía envejecer, la tinta lo rejuvenecía, de manera que llevaba tantos años encerrado, que seguramente todos sus familiares ya habrían muerto. Pero deseó con tal intensidad tener una mano familiar que casi pudo sentir que alguien lo estaba abrazando, creyó que era su padre, pero no, era Henry que sostenía apenas visible la llama de su apaciguada alma.

Y unos instantes antes de que muriera, pensó en su novia, en lo que pudo ser de ella, en cómo siguió con su vida, se casó, tuvo hijos con otro hombre que no fuese él, y por primera vez en su vida, envidió a alguien con toda el alma, porque mientras ese hombre descansaría en paz a lado de la tumba de su esposa, Sammy moriría en un decaído y podrido lugar, sin nadie que lo amara, sin nadie que lo esperara en el otro lado...

Y unos instantes antes de que muriera, pensó en su novia, en lo que pudo ser de ella, en cómo siguió con su vida, se casó, tuvo hijos con otro hombre que no fuese él, y por primera vez en su vida, envidió a alguien con toda el alma, porque mientra...

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Final

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Memorias One-Shot Sammy LawrenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora