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•Anime/manga: Owari no Seraph.
Advertencia: Contenido Homosexual, si no te gusta por favor sal de esta historia, no me hago responsable.
•N/A: La historia sólo es de 3 capítulos, pero eso no significa que termine, habrá un especial, si es que tengo tiempo.

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Yuichiro ya había entrado y salido del bosque tantas veces que era demasiado difícil que se perdiese, conocía cada camino como la palma de su mano y la verdad, solía darse unas escapadas desde que tiene uso de razón. Sin embargo, jamás estuvo al tanto si alguien aparentemente “peligroso” acechaba su espalda, confío plenamente en la madre naturaleza. Mikaela no seguía las leyes puestas por esta.

A menudo, la gente del pueblo preguntaba que clase de encargo con tanta importancia tenía que ser para tener que mandar a un jovencito a un lugar tan desolado y tenebroso como lo era aquel bosque. Normalmente, sería mucho más razonable decir que le lleva de comer a una anciana con bajo recursos y que con poco logra sostenerse a si misma, lastima que no es así, solo es puro vino rojo para la viciosa de la abuela de Yuichiro. Además de ser una alcohólica en reposo, es una fujoshi, poco visto en el pueblo y a lo que se considera un tanto extraño.

Cada día, a la misma hora Yuu está erguido en la puerta de su casa, esperando sin más la dichosa entrega que tendrá que llevar a la fastidiosa de su familiar. Una vieja que lo único que hace es meterle cosas turbias y poco legales en la cabeza.

—Yuichiro, por quinta vez, espero que no te estés escapando, ¿Quieres que te traiga de una patada? Por qué más vale que no. —el albino suspiro mirando de mala manera a su hijo, el cual seguía insistiendo haciendo un puchero.

—No es divertido de esa forma, tengo quince años y sigo en las mismas ¿Incluso parece normal que no me haya enamorado de nadie por que al parecer no tengo derecho a tocar ni una mosca?.

—¿Desde cuándo la adolescencia es divertida Yuu? Solo tratamos de cuidarte, no es tan fácil hijo mío. Sé que piensas que la sobreprotección debería desaparecer, lo sé, no es sana, pero es la única forma de que no me salgas con boludeces.

—Supongo que no puedo hacer nada más para cambiar la cosas — suspiró agarrando la canasta— Dile a Guren que ya ¡me voy!. — anunció exagerando el tono de voz, su padre simplemente rodó los ojos.

—Antes de irte, ponte esto. — Shinya levantó una capa verde frente a sus ojos que a su vista parecía un poco infantil usarla— No me mires con esa cara niño, es un regalo de Mahiru, la mando hace un tiempo, por no decir hace años, lastima que las entrega a las zonas pocos pobladas de Tokyo son complicadas para que lleguen a manos del dueño. En fin, ella espera que te la pongas.

—Supongo que tendré que hacer una excepción por ella. Me la pondré en el camino, me voy.

—¡Cuida bien el vino de tu abuela! encargó el mayor a la vez que agitaba ambas manos.

Al menos un “Cuidate hijo, espero que nada malo te pase” hubiera estado mejor. — respondió sarcástico.

—Ya quisieras mocoso, mejor anda corriendo a la mierda antes de que yo terminé encajandote este palo en la cabeza. — contesto su padre de ojos amatistas agarrando un largo trozo de madera.

¿Que te dije de tu lenguaje Guren? Vos querés que te cague a palazos hasta que captes lo que te digo. — amenazó Shinya.

—No mi amor, perdóname mi vida, ¿vos sabés cuánto te amo, verdad?

A ver, demostrame que de verdad me amas. — ronroneó y Guren se acercó lo suficiente para rodearlo con sus brazos.

—Mejor me voy, tremenda escena que se van a montar enfrente mío, consigan un hotel. —grito Yuichiro rodando sus tan preciosos ojos de color esmeralda, mientras empezaba a correr para escapar de la garchada que de iban a tirar su padres.

En el pueblo circulaba el rumor de un lobo de aspecto humanoide rondando por el bosque a cualquier hora del día, a pesar de tener conciencia de aquella historia, él tenía la suerte del que aquel lobo jamás se le haya aparecido y que al parecer lo haya dejado vivo de las tantas veces que ha entrado y salido del lugar, lastima que otros viajeros no corrían con la misma suerte, salían todo menos ilesos.

Yuuichiro empezó a sentir nuevamente esa presencia que a menudo lo acosaba, si bien se había acostumbrado a ella desde pequeño, no quita el hecho que todavía le incomodaba. Sacudió la cabeza mientras ajustaba la capa verde con bordes negros, pensando nuevamente en las veces que le hubiera gustado establecer una relación con otros niños. Sus padres jamás dejaron que hiciera amistades con otros de su edad, por el simple hecho de que seguidamente venían propuestas de matrimonio adelantados, ya sea por la belleza o la buena posición económica de Yuichiro. Padres trataban de casar a sus hijas con el menor, pero Shinya rechazaba las ofertas a ojos ciegos, importandole poco si se trataba de una persona poderosa. A su corta edad sus padres le prohibieron salir de casa, diciéndole que era muy peligroso estar con los niños de afuera, que tal ves le harían daño y solo trataban de protegerlo.

Suspiró enternecido mientras tocaba la suave tela perfumada de la capa. Conoció a Mahiru antes de cumplir los diez años, cuando se le fue prohibido hablar con otros niños, ella era la única que jugaba con él, lo cual le hizo agarrar cariño como una imagen más materna. Lástima que después de un tiempo tuvo que irse gracias a un problema que incluía sus insinuaciones para nada inocentes hacia Guren y que Shinya ya no podía tolerar más.

Un viento golpeó su rostro sin compasión, haciendo que naturalmente mire hacia atrás para evitar que el polvo entrara en su ojos, distinguiendo a lo lejos unas orejas color dorado. Al principio pensó que era su imaginación, trato de restarle importancia, pero el ambiente tenso y el sentimiento de ser perseguido por algo seguía presente y con más intensidad, lo asustó tanto que empezó a correr con la mentalidad de que no había nada atrás suyo.

Cuando divisó la casa con adornos de color rosa característicos de su pariente, apresuró su paso lo más que pudo llegando a golpear la puerta desesperadamente, incluso tenía el presentimiento de que sería comido en ese momento.

¡Abri la puerta! ¡Abuela, la putisima madre me van a re comer si no me abrís la puerta! — gritó con el pánico a todo su esplendor.

Cuando la puerta fue abierta literalmente se lanzó adentro cerrando con todos lo seguros posibles.

—¿Por que tenías que golpear tan fuerte la puerta?, ¡casi se me rompen lo tímpanos!, Que rompe ovarios sos.— aclaró la mujer mayor viendo a su nieto con el ceño fruncido.

—No tenía alternativa, me iban a destrozar el orto ahí afuera si me quedaba más tiempo — contesto Yuu suspirando aliviado cuando estuvo en la seguridad de la casa.

—Y si pelotudo, ahora yo te voy a romper la jeta de un fierrazo si no me das mi vino ahora mismo — amenazó quitándole la canasta de las manos, dejando la botella de vino en la mesa central y volviendo con una libreta muy conocida.

—Llego tu seción pasiva del día.—sonrió ampliando mucho más su sonrisa al ver a su nieto mirarla con desagrado y básicamente tratando de abrir todas las cerraduras que él mismo puso.

Ignoro la mirada de desaprobación de su nieto y lo agarro de la camisa hasta llevarlo a la sala.

Yuichiro quiso vomitar todo su desayuno cuando su abuela abrió la libreta o como lo llamaba su abuela “manga” para revelar imágenes demasiado eróticas y poco agradables. Hombres mostrando su virilidad o teniendo relaciones, diferentes posiciones o lenguajes vulgares, simplemente desagradable.

—¡No tengo edad para ver esto! — gritó espantado tirando el manga al suelo.

—La edad es solo un número.

—Si, y la cárcel una habitación. — Yuichiro se levantó dispuesto a tomar algo de agua y mojar su rostro para bajar lo rojo que se había puesto.

✖•¿Caperucita Verde?•✖ [•Mikayuu•]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora