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Si el amor existiera… Te tomaría de la mano para caminar lejos de esta ciudad donde el amanecer no existe.

Golpeaba su lápiz contra el pupitre de madera mientras esperaba que el reloj avanzara un poco más rápido para dar el toque de partida. Cuando más concentrado estaba tratando de girar las  manecillas del reloj a su antojo y con su mente, el lápiz,  del compañero de al lado, rodó al suelo, haciendo un ligero ruido en medio del examen de química, alertando a los de su alrededor, incluso al peli verde. Miró a aquel chico agacharse a recoger su lápiz con punta gastada, color negro con rayas rojas, parando en sus tatuajes, en la palabra Death y los círculos tomando formas sonrientes. Le encantaban esas manos huesudas, con las venas saltadas, como si su piel fuera de color transparente y pudiera ver a través de él. Tal vez le gustaría el contacto de su piel con la de él, tal vez le hubiera encantado entrelazar sus manos y sonreírse mutuamente, pero los ojos grisáceos del otro, le impedían poder acercarse.

Si el amor existiría… Besaría tus labios con un roce ligero, casi imperceptible como mi existencia.

— Es un asco de chico. — Escuchó que le decían a lo lejos y aunque no trataba de darle tanta importancia, se la daba, pensaba en la frase y en como sería aquella chica que lo dijo.
Entró al aula, dándose cuenta que aquel chico azabache lo veía con una sonrisa pequeña.
Entró rápido y se postró en su lugar, como cada mañana lo hacía. Las palabras de la chica le rondaban por la mente pero se desvanecía al recordar la sonrisa del tatuado. Tal vez no le importaba lo que los demás pensaran de él, de su forma de actuar, porque lo único que de verdad le importaba era cómo lo veía él. Ese chico de un arete oro. 

Si el amor existiera… Te abrazaría con el corazón para proteger tu alma dañada.

— Es muy bueno en la cama, creo que debería repetir la ocasión. — Las risas de las chicas llamaron la poca atención del peli verde.
    — ¿Crees que yo pueda probar? — Mencionó con malicia, tratando de ser lo más discreta posible.
     — Sí, sólo tienes qué pagarle. — Las chicas volvieron a dar una risa chillona. — Siempre te cobrará unos $300 o $400, pero sí valen la pena… Debes buscarlo cerca de la Biblioteca, media hora después de salir de la última clase. — El chico dejó de escuchar aquello, le parecía de mal gusto hablar así de una persona, ser tan indiscretas. Las odiaba, odiaba su escuela, como a la personas que se paseaban en ella, a excepción de una, de un caso muy particular del que le avergonzaba hablar.
Y sólo por curiosidad decidió investigar de quién habían hablado, así que la seguiría a hurtadillas, sólo por curiosidad.

Si el amor existiera… Sería el consuelo de tus noches de desvelo, sería la lumbre de la vela que no quiere prender en medio de la oscuridad de una sala vacía.

A la salida, siguió a la chica de cabellos naranjas, estaba sorprendido al saber que de verdad ella lo intentaría, pues no estaban lejos de la Biblioteca. Los dos no tardaron en encontrar lo que querían.
— Ya sabes a qué vengo. — La chica extendió el dinero, sonriendo de lado, con los ojos entre cerrados, pronunciando más sus labios carmín. El chico con gorra de motas aceptó el dinero.
     — Espero no decepcionarte. — Y aquella voz hizo que el peli verde se estremecieron, no por lo sensual que sonaba en sus labios, era por el frío que le provocaba aquel significado.
     — No lo harás. — Se tomaron de la mano para caminar fuera de la escuela, casi no había nadie así que podían pasar desapercibidos.
El peli verde se quedó recargado en una pared, queriendo llorar y gritar, si se podía, golpear a alguien en la quijada y destrozarle un brazo, pero no lo hizo, nada de eso lo hizo porque no le servía de nada, porque ni el dolor físico le dolía más que Law.

Si el amor existiera… Te escribiría poemas con los pétalos de una flor, te daría más que un pobre cielo y una solitaria Luna.

— Me gustas. — Dijo llorando, quitando sus lágrimas de forma tosca, poniendo sus mejillas más rojas de lo que estaban.
El chico mayor se quedó viendo sin ninguna expresión al otro chico. Mirando los ojos dorados del peli verde mientras estaba con los brazos cruzados y el mentón levantado. — Por favor… responde. — Dijo suplicante.
     — No puedo. — Respondió enseguida de que el otro chico había terminado su frase.
     — ¿Por qué?
     — Porque no soy tuyo. — Se despegó de la pared, tratando de huir por la puerta por la que entraron. — Y no soy de nadie. — Abrió la puerta rápido y antes de irse, agregó: — Lo siento, Zoro-ya, pero ya no puedo escapar. — Hizo una mueca y dejó que sus pies le guiarán a donde fuera, a cualquier lugar menos a los brazos de aquel chico con ojos llorosos.

Si el amor existiera… Te diría que te amo con mi mala manera de amar.

Cada día era más doloroso ver cómo Law se prostituía, con chicas y chicos. Le dolía tanto escuchar lo zorra que era con todos.
— Me han contado que el maestro Mihawk pagó por sus servicios.
Escuchó una vez en los pasillos de la escuela, viniendo de dos chicos que no conocía, uno con una cicatriz bajo su ojo y el otro con una nariz larga, algo raro.

— Es el hombre de todas las mujeres… — Escuchó otro día, en los baños. — Y la mujer de todos los hombres.

Si el amor existiera… Te entregaría mi vida a cambio de tu estadía en mi corazón, a cambio de que besaron mi alma cada mañana.

Zoro ya no podía reconocer a Law, ya no podía ver aquel semblante serio que le había enamorado de mil maneras, ahora sólo podía ver una sombra apagada con un cansancio que disfrazaba como molestia.

Zoro entendió que a Law no le importaban las personas, ni lo que podían llegar a sentir, que lo único que importaba era el sexo, aquel acto lujurioso que servía para satisfacer una necesidad… o para llenar un vacío. Así lo veía él, así era con Law.

Si el amor existiera… Desnudaría tu mente, desnudaría tu alma, porque lo que siento es más que atracción física.

Estaba tan enamorado como para probar sus “servicios”, pues él no quería una noche, quería todas, todos sus días y años, quería su juventud y su vejez, quería más que algo carnal que duraba minutos y se desvanecía entre las sabanas de un Motel, porque él en verdad estaba enamorado de ese chico.

Cuando ya no pudo soportar más todo aquel caos, decidió decir que el amor no existía y que incluso lo que podía percibir en esos momentos era una mentira creada por su mente, pero… si el amor existiera… Tomaría sus manos y besaría la punta de sus dedos, le cantaría al oído las notas de su corazón.

Si el amor existiera no habría una guerra entre el corazón y la entrepierna.

💕💕💕

Gracias por leer uwu

Si el amor existiera...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora