Lo prometo

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Es curioso cómo a lo largo de nuestras cortas vidas podemos encontrar a la persona indicada para nosotros, desde una manera muy común a una poco convencional, se supone que desde el momento en que nacemos cada uno de nosotros está destinado a alguien, queda en nosotros si permitimos que esa persona se quede o se vaya, la vida prueba a todos, sobre todo a las personas enamoradas, llegando a crear un sinfín de problemas con el objetivo de probar ese lazo; ya que, si el amor sobrevive a la tempestad, aquel lazo será más fuerte, o inclusive si este nace de la misma oscuridad...

—Lo siento tanto pequeña...tus padres...no pudieron salvarse— aquel bombero miraba con lastima a la pequeña azabache quien era cubierta con unas cuantas mantas, su rostro cubierto de cenizas y lágrimas era verdaderamente desgarrador para los adultos quienes le rodeaban, los consuelos no servían para nada, lo único que deseaba aquella dulce niña era abrazar a sus padres una vez más.

Las patrullas y las ambulancias comenzaban a alejarse de los escombros que sobrevivieron a aquel incendio, la pequeña miraba el panorama aun tratando de analizar todo, tratando de encontrar a sus padres de los cuales no sabía nada, quería verlos, ella anhelaba escuchar sus voces una vez más, tenía la esperanza de verlos salir entre las cenizas, heridos y que los paramédicos corrieran a su rescate, atendiéndolos con primeros auxilios. Después de brindarles los cuidados necesarios irían al hospital y pasarían unos cuantos días ahí, sus padres se verían algo desanimados al pensar en lo que harían ahora que perdieron su trabajo, pero se levantarían el ánimo al ver que los tres estaban bien; al ver que se tenían el uno al otro. Le abrigarían entre sus brazos e incluso la harían sentir segura, se quedarían con algún familiar cercano, tal vez con una de sus abuelas; volverían a comenzar de nuevo, harían galletas, croissants, macarons, su panadería renacería. Sus padres y ella volverían a retomar sus vidas, juntos como una familia.

Enserio no perdía la esperanza ni cuando comenzaba a alejarse mientras miraba desde la ventana de la patrulla que se alistaba para tomar distancia del lugar de los hechos, aquella noche la pequeña Marinette no dejaba de lamentarse por la pérdida de sus padres, con llantos y berrinches demandando ver a sus padres demostraba su dolor como la pequeña que era. No quería ser apartada de su bello hogar y ser llevada a un orfanatorio, sus padres le habían contado que los niños que perdían a ambos padres eran llevados a aquel lugar, sin embargo no quería soportar a los niños de ahí o a una vieja gruñona que le diera órdenes a cada rato, no quería soportar aquello.

Antes de que la patrulla arrancara con la pequeña de diez años en el asiento trasero una mujer de hermosos cabellos dorados tocó la puerta del chofer con algo de desesperación, logrando que el motor se detuviera y la pareja de oficiales bajara para darle alguna explicación a la mujer que exigía respuestas. La pequeña de coletas pudo reconocer a aquella dama, no era nada más y nada menos que la mujer de la familia Agreste, la cual era muy amiga de los padres de la niña, quien había quedado desamparada; Marinette al reconocerla bajó del auto para abrazarle, logrando persuadir a los policías.

—¡Tía Amanda!— Exclamó la niña al apegarse a su único rayo de esperanza, aquella mujer era a quien podía considerar como su tía le había dado algo de alivio al verse envuelta en sus delicados brazos, Amanda solo reaccionó para cargarle y limpiar sus lágrimas con sus manos tan suaves y bien cuidadas—. Tía Amanda, mamá y papá están allá abajo, diles que los saquen, diles que están vivos y que podrán salvarse, por favor diles eso.

El corazón de la mujer solo se estrujó al escuchar a la pequeña, las lágrimas querían traicionarle para escurrir por sus mejillas, pero debía ser fuerte, debía mantener la compostura para darle fuerzas a la pequeña.

—Mi pequeña niña, no llores...ahora estoy contigo...—fue lo único que la mujer pudo decir a la dulce niña que lloraba en sus brazos, le dolía tanto que esto hubiera pasado, apreciaba demasiado a Tom y Sabine, fueron grandes amigos para ella con los cuales vivió grandes momentos a su lado, pero en este momento su más grande dolor era la pequeña Marinette, quien a su corta edad tenía que pasar por algo tan desalentador cómo perder a sus padres.

Last Song [Two-Shot]Where stories live. Discover now