•Capítulo 4•

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Mamá me pidió ir a comprar despensa al súper mercado, mañana nuevamente iría a clases después de vacaciones de verano, realmente no extrañaba la universidad, ese lugar se había convertido en mi lugar menos favorito, solo me traía recuerdos que dolían en el alma.

Estaba en el pasillo de cereales, necesitaba pan integral para el lunch de Sophie y unas barras energéticas para Raymond, mi hermano que se pierde dos días y mata de la angustia a mamá, a pesar de ser el mayor, definitivamente era el más inmaduro de la familia, incluso Sophie me parecía más madura que él en muchas ocasiones.

Odio cuando hace eso, se va y vuelve como si nada hubiera pasado, lo que menos queremos es angustiar a mamá, pero parece que él lo único que quiere hacer es todo lo contrario.

Encuentro las barritas del inmaduro de mi hermano y busco con la mirada el pan integral, suelto un pequeño suspiro pesado cuando noto que se encontraba dos estantes arriba de mi cabeza y por un momento lamento ser tan baja.

A regañadientes y no de muy buena manera, me alzo de puntillas, tratando de alcanzar la bolsa de pan. Simplemente no lo lograba, mi brazo dolía de tanto que trataba de estirarlo, vuelvo a poner mi peso sobre mis talones para descansar unos segundos, y una vez más, sin la intención de rendirme, me estiro estando en puntillas sin éxito alguno.

-¿Necesitas ayuda? -Una dulce voz me sacó de mis pensamientos, lo que me hizo saltar del susto, estaba tan concentrada que ni siquiera había notado que alguien estaba detrás de mí.

Volteé y pude ver de quién provenía esa linda voz, mis cejas se arrugan en confusión y mis ojos no podían ocultar la sorpresa-. ¿Michael? Hola, Dios, me diste un susto. -Río un poco, probablemente me había visto muy tonta asustándome.

-Lo siento. -Soltó una pequeña risa aunque podía notar la satisfacción en su rostro, hasta parecía que lo había hecho a propósito. Se acerca un poco más a mí e inspecciona con la mirada mi carrito de compras, algo curioso-. ¿Qué haces? Veo que llevas suficiente comida como para un mes.

-Oh nada, mañana vuelvo a la tortura de nuevo y mamá quería que tuviéramos algo para desayunar, lamentablemente acabaron las vacaciones.

-¿La tortura? -Preguntó algo confuso pero al mismo tiempo divertido.

-La universidad. -Me encojo de hombros restándole importancia y él solo me miró divertido.

Llevaba consigo una pequeña canasta, parecía que solo iba por lo que necesitaba, además de que iba vestido más casual que la última vez que lo había visto, esta vez llevaba pantalones negros y una camisa roja, se me hacía curiosa su combinación de mocasines y calcetas blancas, aunque lucían bastante bien.

-No es tan mala como tú crees. -Se acercó un poco más dejando su canasta sobre el suelo e hice una mueca de desagrado, no, no me agradaba ese lugar.

-Bueno, es cansado soportar a idiotas todo el tiempo que solo son crueles con todo el mundo. -Explico defendiendo mi punto de vista y me cruzo de brazos, arqueando una ceja.

-Bueno, en eso tienes razón, hay muchos idiotas por ahí. -Contestó asintiendo, tratando de darme la razón, lo que me hace sonreír con un poco de suficiencia-. Yo igual, mañana entro a la tortura. -Reí y me miró algo confundido por haberlo hecho.

-¿No crees que ya estás grandecito para seguir llendo a la escuela? -Le pregunté en broma, bastante divertida, creo que me gustaba molestarlo, solo un poco.

Chocando contra el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora