Seis

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La mañana siguiente tengo a Chloe acurrucada en mi regazo mientras le preparo el desayuno en la casa grande. Apenas son las seis de la mañana y todos en la casa siguen durmiendo, excepto claro por Carla, la he visto caminando en el jardín mientras me dirigía a la cocina.
Chloe empieza a jugar con mi pelo, y yo intento no hacer ruido mientras enciendo la cocina y preparo la máquina de café.
Carla entra en la cocina he inesperadamente toma a Chloe de mis brazos para sentarse con ella en la isla de la cocina.
- Estás despierta temprano- dice mirándome preparar un sándwich.
- Chloe y yo somos unas madrugadoras- explico- Además, hoy es mi primer día, no sabía a qué hora todos se ponían de pie.
- Normalmente y cuando toda la familia se encuentra en la casa servimos el desayuno a las 8. Y también es el único momento que el Señor comparte con todos, en días como hoy, desayuna en su despacho.
- ¿Él... normalmente no sale mucho?- pregunto
- En realidad no- dice Carla, y parece bastante triste al respecto.
Le sirvo a Chloe unas bananas cortadas en trozos y un vaso de leche mientras yo tomo café.
- ¿Ella es bastante independiente, no es cierto?- pregunta Carla refiriéndose a Chloe, asiento con la cabeza y observo como mi hija se lleva trozos de fruta a la boca.
Cuando ambas terminamos de comer pongo a Chloe en el suelo mientras ella sostiene una lado de mi ropa.
Mel y Sara entran a la casa en ese momento y ambas sonríen hacia nosotras.
- Voy a tener el desayuno listo en un momento- dice Mel adueñándose rápidamente de la cocina. En cambio Sara se sirve una taza de café y empieza a ordenar unos papeles.
Ayudo a Chloe a sentarse en una de las esquinas de la cocina, pongo unos cuantos juguetes a su alrededor, los cuales captarán su atención por al menos unos treinta minutos.
Mel coloca en una fuente cafe, jugo de fruta y un sándwich sin borde, simple y rápido y no tengo la menor idea de por qué esperaba algo más. Toma la bandeja y con un suspiro me dirijo escaleras arriba.
- No te olvides de tocar la puerta antes de entrar- me advierte Carla y yo asiento.

La última vez que estuve en ese despacho de puertas dobles estaba tratando de robar su billetera. La sola idea de enfrentarme al hombre me produce una vergüenza terrible. Me acerco a las puertas y doy dos golpes suaves antes de meterme dentro.
Al principio, no veo absolutamente nada, todo está oscuro y silencioso. Tal vez el señor Black todavía esté durmiendo. Coloco la bandeja sobre el escritorio y con un movimiento rápido me acerco a los enormes ventanales, abriendo las cortinas y dejando entrar la luz.
Hasta que una voz me sobresalta.
- ¿Qué crees que estás haciendo?- pregunta.

Hace mucho tiempo, cuando era más joven y mucho más inocente, creía que existía la posibilidad del amor, esperaba enamorarme con solo mirar los ojos de alguien, y como una loca miraba profundamente dentro de los ojos de desconocidos, esperando encontrar algo, esperando sentir esa pequeña chispa, el conocimiento innato de que me encontraba frente al amor de mi vida. Pero nunca lo hice. Jamás sentí como si todo mi cuerpo estuviera en llamas, como si el tiempo se saltase un segundo para poder apreciar profundamente los ojos de alguien más.
No hasta ahora.
Aprieto mis manos juntas y me enfrento al Señor Black.
Se encuentra sentado en uno de los sillones a la derecha de la habitación, cuando entré no puedo verlo porque la habitación estaba a oscuras, pero ahora es como si no pudiera apartar los ojos de él.
- Intentaba abrir las cortinas- explico retorciéndome las manos- Para que entre un poco más de luz.
- Deja las cortinas como están- gruñe y enseguida me sobresalto.
Lo miro durante un segundo confundida sobre cómo alguien como él es hijo del señor Black.
-¿Qué demonios sigues haciendo aquí?- pregunta exasperado.
Trago saliva y miro de él a la bandeja de desayuno.
- ¿No necesita nada más?- pregunto.
- Que te largues- dice sin mirarme.

Corro directamente hacia las escaleras hasta la cocina.
-¿Qué tal te fue?- pregunta Carla impacientemente.
- El señor Black es un idiota.

Una risa ronca hace que me voltee y encuentro al Señor Black, David Black mirándome con una enorme sonrisa.
-Ellie- dice sin dejar de mirarme.
-¿Sí señor?- pregunto dándome golpes por lo tonta que he sido.
-¿Podemos hablar durante un segundo?- asiento y empiezo a caminar hacia él mientras nos dirigimos al patio.
- Conociste a mi hijo- dice.
- Así es señor- digo haciendo una mueca
- Y no era lo que esperabas- dice con una media sonrisa hacia mí.
- ¿Honestamente? Me ha parecido maleducado y engreído, pero de nuevo, esto viene de una chica que ha intentado robar su casa, así que no me lo tome en cuenta- su sonrisa se amplía incluso más.
-Hay algo que no te dije sobre el empleo- dice deteniéndose- Mi hijo no ha salido de esta casa en dos años.
- Es imposible...
- Hace unos años, sucedió algo, algo que lo cambió para siempre. Pero pensamos que lo superaría, su madre y yo creímos que a lo mejor si lo dejábamos solo, se recuperaría.
- Pero no fue así- digo
- Evidentemente no. Se hace cargo de la empresa desde aquí, no sale de la casa nunca, y va de su despacho a la cama, es horrible.
- No entiendo que necesita de mí, Señor Black.
- Ha despedido a diecisiete asistentes en seis meses. Necesito a alguien que no se rinda, que lo haga salir, que no se asuste.
- He estado menos de cinco minutos con él y ya estoy asustada.
- Pero confío en ti- dice. Suspiro hondo y lo entiendo. Soy la chica sin hogar que no tiene donde ir, por supuesto que tengo que hacer esto.
- ¿Y si me despide?- pregunto.
- Yo te contraté, por lo tanto soy el único que puede despedirte.
- Está bien- digo y el asiente, evidentemente satisfecho por mi respuesta- Pero... no le prometo que vaya ser buena con él.
- No esperaba que lo fueras, Ellie.

Siempre ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora