Prologue.
El sol pegaba tan fuerte como de costumbre sobre la gran ciudad de Las Vegas. Algunos hombres iban a unos cuantos casinos y otras mujeres igual de aventureras, imitaban sus pasos para internarse en un mundo donde la avaricia comenzaba a jugar una pésima jugada. Las mujeres en trabajo duro, sin importar cuan fuese la claridad que iluminaba en aquellos momentos, salían en busca de algún que otro amante momentáneo.
Pero yo tan solo me atrevía a mirar desde el gran balcón, intentando colmar mis pulmones del sucio y contaminado aire de la ciudad. Volteé a mirar hacia donde se encontraban mis familiares, quienes me observaban con una sonrisa plasmada en sus rostros y con cierto orgullo en sus oscuros ojos, que la mayoría poseía. Mamá se acercó hacia mí y plantó sus frías manos sobre mi espalda, acercándome hacia su cuerpo en un manso abrazo que provocó que ambas soltáramos una que otra lágrima solitaria, que se aventuró a destruir el maquillaje que, hacía unos momentos permanecía intacto.
--Te ves hermosa en este vestido, hija --sollozó sobreactuando como siempre.
Tan solo me atrevía a asentir y me despegué de su cuerpo.
Volví a ver cómo todos me miraban sobre acogidos sobre la patética escena que ellos habían presenciado anteriormente. Anuncié en casi un mascullo, que me iría a cubrir con el vestido y que necesitaría de un poco de ayuda, terminé siendo seguida por mis dos hermanas mayores y tres primas quienes se atrevieron a entrar en aquel terrible vestido.
--¡Joder Mackenzie! --exclamó ya indignada April, cuando por enésima vez intentábamos que aquel bellísimo vestido blanco se pegara a mi cuerpo o mejor sólo la parte superior.
Era un bellísimo vestido que fue comprado con la mitad de los ahorros de mi vida. Había costado bastante a decir verdad y digamos que me dolía muchísimo haber gastado aquella suma no inferior a $4.000 dólares, tan solo en un vestido que si no tenía cuidado se terminaría ensuciando o lo terminaría dejando en el entretecho de la cual pronto sería mi nueva casa y en donde podría vivir tranquila junto a mí, por ahora, prometido.
--Te ves hermosa Mack. Dios, cuánto te envidio --reveló sin mayor vergüenza la única muchacha rubia que estaba en toda la habitación y quien era mi hermana.
Sonreí de costado al escuchar aquello y giré sobre mi propio eje hasta quedar cara a cara con ella.
--Estoy tan orgullosa de ti hermana --murmuró ya emocionada un tanto ella.
Una risa nerviosa no se contuvo más que por unos segundos y salió a la luz provocando que todas me miraran un tanto confusas. ¿Por qué debería de ponerme tan tensa y nerviosa por una simple cosa que diría tu hermana? Es bastante simple, cuando no te sientes orgullosa de ti misma o de lo que has logrado ser a través de los años, es casi imposible que logres estar orgullosa de ti a un largo plazo.
Sentí como alguien posaba sobre mi cabeza algo y lo toqueteaba rápidamente percatándome de la pequeña corona de flores que se posaba ya en mi cabeza. Sentí como mis labios se arquearon formando una sonrisa un tanto sincera, porque debía de admitir, por más problemas pudiera tener y por más nervios que estuviera teniendo, ahora mismo me sentía bastante emocionada y feliz por comenzar a portar dichosa mi nuevo apellido Hemmings.
Bebí un poco de café mocha para luego cepillar rápidamente mis dientes y posteriormente inundar mi boca en gomas de masticar sabor menta, para salir rápidamente desde el hotel hasta la iglesia más grande de la ciudad en donde se llevaría a cabo una de las que muchos catalogaban en la ciudad como la "Más lujosa e importante de todo el año", pero personalmente yo no me disponía a pensar aquello, puesto a que simplemente si bien teníamos excelentes trabajos, probablemente no éramos más que débiles sacos de carne viajando por lo general dos veces por semana a diferentes partes del país o del mundo, dependiendo dónde alguien necesitase de una buena ayuda de abogado o donde lamentablemente la empresa de Luke le llame.
--Debemos viajar --indicó mi padre amablemente sosteniendo con cariño su mano.
Él me tomó de la mano y la acarició como siempre lo solía hacer, especialmente cuando era más pequeña, tan solo una adolescente y lloraba por las noches porque no quería que él fuese a su trabajo, el que él me heredó cuando cumplió los cincuenta y su forma física y mental ya no rendía más. Sus ojos grises ya cansados parecían que hubieran visto una luz nuevamente y estaban radiantes como nunca antes lo había visto. Soltó unas cuantas palabras que terminó arrastrando para por fin, luego de cinco minutos de un breve discurso, salimos y los flashes de muchos entrometidos fotógrafos, inundaron nuestros rostros y me indicaba a mí misma mantener la postura y no soltar algún que otro insulto.
--Tranquila hija mía, estos inútiles ya se detendrán --susurró.
--Ya lo sé --contesté amablemente a mi padre, quien asintió lentamente por lo bajo y luego de unos minutos sentimos cómo las campanillas de la iglesia repiqueteaban, indicando que debíamos de entrar.
Sostuve fuertemente el brazo de mi padre, aferrándome como probablemente lo haría una niña de tan solo unos años, que está triste porque no quiere dejar a su padre en su primer día de clases o jardín de infantes. Él me tranquilizó con un beso en la frente y comenzó nuestro recorrido por casi cuarenta metros de alfombra roja que nos indicaba el obvio camino hasta el altar, en donde daría mis votos hacía mi eterno amor. El único que he tenido desde los dieciséis.
Los ojos de mi prometido se abrieron como nunca antes, dejando que aquellos ojos azules destellaran como estrellas en una noche bellísima de primavera. Mordió suavemente su labio inferior provocando que yo no pudiera evitar no contener un chillido dentro de mí. Envió una mirada hacia quienes estaban a su lado, sus dos hermanos mayores quienes le guiñaron el ojo y otro se atrevió brutamente a golpetear su hombro.
Lancé un suspiro que pareció retumbar en la iglesia y mantuve la tranquilidad hasta cuando subí las últimas escaleras y mi padre me entregó susurrando algo hacía Luke quien asintió conteniendo una risa. Rápidamente sus ojos se posaron sobre los míos los cuales se escondieron tras una gruesa capa de pestañas y sostuvo mi mano durante unos segundos atreviéndose a susurrar cuán linda me veía en aquel vestido y que sería una lástima tener que sacarlo de mi cuerpo por la noche.
Una risa burlona arrojé y él tan solo se enderezó al escuchar cómo el párroco comenzaba a hablar. Fue un discurso tedioso, a decir verdad que producían en mí unas ganas de lanzar sobre el párroco unos cuantos tacones o quién sabe qué otra cosa para que se callase de una sola vez y pronunciara las palabras que toda novia desea escuchar.
Luego de casi quince minutos de su aburrido parlamento, pudimos dar nuestros votos. Los de Luke, yo ya presentía que serían sentimentales y completamente adorables, pues el no se atrevería a hacer un voto que no llegase a provocar en mí unas ganas de matarlo por hacerme llorar. Cuando llegó mi momento los nervios me inundaron, pero los contuve, como siempre lo he sabido hacer.
--Yo, Mackenzie Hemmings, hija de Christian James prometo amarte, protegerte ante todo, ayudarte y apoyarte en todo lo que te propongas, nunca abandonarte, cuidarte cuando más lo necesito como yo sé que lo harás conmigo, no puedo dar fe que lo que llegue a cocinar sea de tu agrado, pero doy fe de que nunca te fallaré-- la voz comenzó a romperse --Prometo respetarte y siempre pero siempre, hasta la hora de mi muerte serte fiel, como yo espero que tú lo seas conmigo.
Culminé.
Todos parecieron soltar un aplauso masivo y luego el párroco terminó diciendo las últimas palabras y tras ponernos los anillos, sentenció todo el protocolo diciendo: "Los declaro, marido y mujer".

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Dust | luke hemmings.
Fanfiction❝ -¿Qué acaso no lo ves Luke? -grité enfurecida. Su frío semblante no paraba de endurecerse a cada minuto que las agujas del reloj transcurrían la infinita esfera que las contenían. Las armas mortales apuntaban la una con la otra, en direcciones opu...